n Misiva que envió a este diario por el 15 aniversario
El gobierno me ha convertido en un paria sin crédito ni respeto
Felicidades a La Jornada: Me es difícil expresar lo que ha representado para mí el que La Jornada cumpla su 15 aniversario. Ha sido parte de mi vida durante ese tiempo y acentuadamente en estos últimos cinco años en que fui aventado a una pesadilla que me convirtió, merced a la des-información del gobierno, al torcimiento de la ley y al cinismo de los funcionarios en un paria sin crédito y sin respeto. En estos años el diario me ha dado una ventana al mundo para expresarme que, generalmente los demás medios, y acentuadamente los oficialistas -que son la mayoría- cierran por instrucciones presidenciales, publicando únicamente las mentiras oficiales. En este sentido La Jornada ha representado algo, para mí y para otros, que quizá ni sus propios directivos alcancen a comprender.
No tengo sino sólo buenos recuerdos del diario y una deuda impagable con su director fundador, Carlos Payán, por algo que una vez me comentó en vísperas de que el vendaval me arrastrara por el lodazal de calumnias preparado por el gobierno, y que seguramente ni él mismo recuerda. Mi gratitud a la directora Carmen Lira Saade es inmensa, porque nunca me ha negado los espacios que robo a La Jornada en su Correo Ilustrado, abriendo con su generosidad la oportunidad de decir la verdad, mi verdad, y limitar así los alcances de la mentira oficial.
Pero el diario es algo más para mí: es un medio que ha sabido denunciar la impunidad de que gozan los miembros del PRI-gobierno, desde el chacal de Guerrero y sus asesinados en Aguas Blancas, o el responsable de los muertos de Acteal que, en las páginas de La Jornada, son reconocidos y nunca olvidados por los lectores como los delincuentes impunes del régimen de leyes que en sueños vive Zedillo. Personajes que ahora -paradójicamente- en este país tan justiciero despachan con su costal de cadáveres al hombro, en un caso, como presidente real del PRI en Guerrero y garante de la moralidad del precandidato del ese partido a la Presidencia de la República, Francisco Labastida; o, en otro, como diplomático en Washington.
La Jornada ha dado vida así a esos hombres, mujeres y niños masacrados, así como a los que han muerto a manos del régimen en muchos otros episodios penosos de este México que, también en el país, un país ideal que, borbotea en la mente presidencial, vive una "normalidad democrática". El diario ha permitido a mí y a muchos lectores conocer lo que los medios leales al gobierno esconden, como si ello fuese suficiente para cambiar la realidad. Esos medios que hacen lo que se narra en la célebre novela de George Orwell llamada 1984, convirtiendo su presente de represión en en un paraíso, gracias a borrar la historia real y sustituirla por los engaños oficiales.
Es poco lo que yo podría sugerir al diario, pero abusando de esta oportunidad le diría que mucho ayudaría a que se estableciera un cabal sistema de justicia en México si dedicara más espacio a informar de manera perseverante sobre las arbitrariedades "legales" del gobierno en muchos casos sonados o discretos, pero que torturan y acaban con la vida de muchas personas y de sus familias. Ello me viene a la mente al leer el editorial de hoy (11 de septiembre de 1999), que se titula "La justicia lenta, pero llega", y aunque ello es parcialmente cierto, no en todos los casos es así. En muchos no arriba nunca. Un periodismo de más investigación en ese campo y con mayor seguimiento podría ser útil, no sólo hablando de lo notorio, que no necesariamente concide con lo importante. Reporteros especialistas en derecho podrían ser la solución.
En particular, deseo a La Jornada muchos aniversarios más haciendo periodismo sobre un país real y no imaginario, como ocurre en otros casos. Que sigan luchando a favor de quienes, por una razón o por otra, viven en desventaja ante la estructura estatal, mostrando las heridas de México, contrastando la palabra oficial con la realidad, denunciando atropellos e impunidades gubernamentales. Que nunca olviden que La Jornada lo que está haciendo es abrir camino a un México diferente, como la mayoría desea. En fin, mi mayor anhelo es que el periodismo que hace La Jornada forme una nueva escuela en donde la labor de informar no sea la de alabar al gobierno y al presidente en turno, sino la de decir lo que se oculta en tantos medios y que da lugar a que algunos crean, entre ellos los gobernantes, que todo está perfecto y nada hay que cambiar.
Por ahora y por siempre, no puedo sino agradecer a La Jornada, que en mi caso ha sido el periódico más imparcial y el que mejor informa, además de ser el diario que mantiene mi vida enlazada con el mundo de los libres, de quien sufre una muerte lenta al verse privado injustamente de la libertad por determinación del PRI-gobierno, al haber dicho por primera ocasión, desde una tribuna pública y una posición oficial, la verdad sobre los dirigentes priístas y un oscuro procurador. Habría que preguntarse qué sería México hoy, sin La Jornada.
Atentamente
Mario Ruiz Massieu
Nueva Jersey, 11 de septiembre de 1999