n "La política exige práctica con rectitud y respeto"
En este país nadie quiere volver al autoritarismo, afirma Zedillo
n Si cada actor cumple su tarea, el gobierno del 2000 tendrá legitimidad
Rosa Elvira Vargas y Roberto Garduño n Desde el monumento erigido a la Independencia nacional en el Paseo de la Reforma, el presidente Ernesto Zedillo estableció que la democracia en México, además de una clara separación, equilibrio y corresponsabilidad entre los poderes, implica también que la mayoría respete a las minorías y que éstas respeten y acaten la voluntad mayoritaria. Pasa también, dijo, por asumir y practicar la tolerancia: "En especial, hacia quienes no piensan como nosotros, hacia quienes no actúan como nosotros, hacia quienes no deciden como nosotros''.
En el país, dijo, nadie quiere volver al autoritarismo que se imponía por la intolerancia, y aun por la violencia y el abuso de la ley, "todos queremos vivir la democracia''.
Subrayó que si cada actor político -gobierno, partidos y ciudadanos- cumplen su tarea, el gobierno que surja de los comicios del próximo año tendrá una "indiscutible legitimidad democrática, y la democracia será base firme de la unidad nacional''.
Con los miembros del gabinete legal y ampliado, y la asistencia de dos líderes opositores, Cuauhtémoc Cárdenas, jefe del Gobierno capitalino, y Carlos Medina Plascencia, diputado del PAN, Ernesto Zedillo defendió las "políticas responsables'' que aplica su gobierno para buscar resultados permanentes, y no pasajeros, a los desafíos nacionales y que, dijo, "están concebidas y son aplicadas pensando en el interés de la gente no en prestigios personales de gobernantes ni en popularidades políticas vanas''.
El mandatario, que de manera inusual decidió ser el orador en el aniversario del 189 de la Proclamación de la Independencia estructuró un discurso en el que abordó, para precisar, algunos temas que había tocado apenas el pasado día primero en su quinto Informe de Gobierno, y aludió a otros, como el de la política exterior mexicana, que aquel día omitió en su mensaje a la nación.
Y una vez más con el presidente de la mesa directiva de este mes en la Cámara de Diputados, el panista Carlos Medina Plascencia, a su derecha, en el presídium, el presidente Zedillo se refirió a la certeza que tienen los mexicanos de que mienten tanto quienes proclaman que en el país todo está bien, "para soslayar errores e insuficiencias'' como aquellos que dicen que todo está mal, "para prometer resolverlo de un día para otro''.
Los primeros, precisó, tratan de pasar por alto las carencias de muchísimos mexicanos, mientras que los segundos menosprecian el esfuerzo de los mexicanos que "no estamos satisfechos ni somos autocomplacientes''.
Planteado de forma tal que no pocos que lo escucharon ubicaron de inmediato destinatarios, el texto presidencial aludió sobre todo a la democracia que "está viviendo México'' y lo ubicó como mérito no de una sola persona o grupo, sino como el resultado de la profunda convicción de la inmensa mayoría de los habitantes, y como resultado de grandes ideales, largas luchas difíciles y delicados consensos y, por lo cual, es responsabilidad de todos apreciarla, practicarla y cuidarla.
Entonces, recordó que la democracia implica libre expresión de las diferencias que nutren un debate abierto e intenso; visiones distintas sobre los problemas del país; diversas propuestas y contrapropuestas para resolverlos. En suma, implica la crítica y el escrutinio constante sobre los asuntos políticos.
Más adelante, sin embargo, Zedillo puntualizaría: la democracia implica también a todos sujetarse, invariablemente, a la Constitución, acatar la ley, "aun si no nos satisface o no estamos de acuerdo con ella''; entraña, además, una clara separación entre los poderes del Estado, un cuidadoso equilibrio entre ellos y una resuelta corresponsabilidad para cumplir las funciones que la ley confiere a cada uno.
"Hoy la política -abundó- exige que la política sea practicada por todos con rectitud y respeto, con mesura y civilidad y exige que en todo momento el interés político personal, de grupo o de partido, se sujete al interés de la nación''.
Es preciso, dijo Zedillo, cuidar las libertades, proteger los derechos individuales y "guardarnos siempre respeto unos a otros'', actuar en forma constructiva y con visión de largo plazo, pues, "nadie debe esperar que sean sólo los demás quienes cuiden la democracia''.
Al cuidar esa forma de gobierno, "defendemos nuestra pluralidad, nuestra libertad, nuestra unidad''. Para el mandatario, ello adquiere particular relevancia frente a las elecciones del próximo año, donde a cada cual corresponde una responsabilidad y una tarea.
Enumeró: el gobierno cumplirá estrictamente la ley y respetará escrupulosamente el voto libre; velará porque prevalezca un clima de libertad, seguridad y tolerancia; fomentará una cultura democrática y vigilará que los recursos públicos no sean desviados para fines electorales de ningún partido.
Los partidos y sus candidatos tendrán que obedecer la ley; entablar una contienda respetuosa y constructiva; y expresar con precisión y honestidad sus propuestas "diciendo claramente el qué, pero también el cómo''.
A su vez, apuntó, los ciudadanos deberán participar informándose acerca de los partidos, sus programas y candidatos, votando con entera libertad y con absoluta confianza en que su voto decidirá la elección.
En su recuento de la evolución del país, desde la gesta independentista, el mandatario había desembocado en lo que hoy, a punto de concluir el siglo, representa el disfrute de los derechos individuales. "Somos plenamente libres'', aseguró, y el gobierno respeta y fomenta las libertades de todos.
Hoy, nadie es perseguido por sus ideas o creencias; por organizarse para defenderlas y promoverlas y nadie recibe censura por lo que dice, escribe o publica. A su vez, el gobierno "escucha, respeta y considera la crítica'' y cada cual tiene la plena libertad de elegir y practicar la actividad lícita que más convenga a su interés.
Se refirió entonces a la posición de México ante el exterior a través de principios inalterables como el respeto a la soberanía de cada nación, la autodeterminación de los pueblos, la igualdad jurídica de los Estados, la no intervención y la solución pacífica de las controversias.
Tampoco soslayó el tema no saldado de la seguridad pública, asumió la persistencia de '"graves rezagos de décadas y aun de siglos'', pero -de igual modo- insistió en la necesidad de aplicar políticas económicas responsables y congruentes, pues sólo con ellas, y no con ''promesas incumplibles y demagogia'', podrá ofrecerse un futuro próspero, equitativo y de bienestar.