Las controversias y polémicas provocadas por el enarbolamiento de la imagen de la Virgen de Guadalupe por parte de Vicente Fox merecen una reflexión más profunda. Más allá de un acto de audacia y de mercadotecnia Guadalupana, con este hecho, Fox provoca a las élites del poder y a la cultura política imperante; desata revisar temas tabú, como la utilización política de las creencias, la dimensión pública y privada de la fe, así como la reacción de los actores. Por ello, de manera sumaria, me gustaría realizar las siguientes anotaciones:
1. El acto ha sido magnificado, tanto por la intervención aparatosa del gobierno y del PRI como por los medios insaciables siempre de audiencias. Si bien Fox transgrede el artículo 38 del Cofipe, es la Secretaría de Gobernación la primera en reaccionar. Queda en duda la intervención de la Subsecretaría de Asuntos Religiosos de Gobernación. Ya que ésta, a juicio de expertos, sólo puede sancionar a aquellas asociaciones, ministros y religiosos que incursionen en procesos electorales, por lo tanto, sin lugar a dudas Fox provoca irritación y precipitación.
2. El Estado laico frente a la fe pública. El estado liberal laico acentúa que la fe es un asunto del individuo que debe ser vivido con toda libertad en el ámbito de lo privado. La fe, aunque pública, es privada. El gobierno y sectores priístas exaltan el pasado inmediato de guerra y luchas como advirtiendo que debemos no sólo tener cuidado en mezclar la política con la religión, sino evitarla. Sin embargo, todas las religiones, y en particular la católica, empezando por el Papa Juan Pablo II, reivindican que además de privada, la dimensión pública y política de la fe son necesarias además de inevitables.
3. El arrebato de Fox evoca más la garra cristera que el civilismo panista. Vicente Fox proviene de una región, el bajío mexicano, de una fuerte y tradicional inbricación entre la religión y la política. Desde Hidalgo hasta el sinarquismo, en el Bajío las prácticas políticas son expresión de que la religión se vive de manera intensa, y ésta abarca todas las dimensiones.
4. Arriesgada estrategia electoral de Fox. La audacia del candidato panista al identificarse con la causa Guadalupana, sin duda, ha sido un golpe publicitario que le han magnificado sus oponentes, sin embargo, Fox corre un doble riesgo político. Primero excluye a los no católicos, agnósticos y no creyentes que representan cerca de 20 por ciento de la población. El frágil discurso ecuménico de Fox, lejos de sumar crea reticencias. Y el segundo peligro en que incurre es el de identificarse con el guadalupanismo, es decir, a una poderosa tradición popular, en momentos de la historia francamente subversiva. La causa social Guadalupana debe asumirse con cuidado, como señala Clodomiro Siller, porque está vinculada a grandes movimientos sociales de cambio popular, como lo fueron la Independencia y el movimiento zapatista. Fox pretende acercarse a la dimensión más espiritual, religiosa y piadosa se la Virgen, pero al vincular el símbolo guadalupano con la dimensión política y electoral, Vicente Fox puede quedarse corto. Si los estrategas de Fox creen que un gran cambio es que la Virgen lo acompañe para sacar al PRI de Los Pinos, son miopes, pues la dimensión social y utópica del Guadalupanismo va más allá.
5. La jerarquía sorprendida por el enarbolamiento foxista. La actitud de la jerarquía católica inicialmente ha sido titubeante, sin embargo, Fox ha obligado a abrir un debate al interior de las elites católicas. La nota se la lleva el propio arzobispo Norberto Rivera, quien el domingo le reprocha usar partidariamente la imagen de la Virgen y un día después lo exonera. ¿Se convertirá Fox en el candidato de la jerarquía? Probablemente. Recordemos un dato importante, cerca de 45 por ciento de los obispos proviene de la misma región de Vicente Fox, por lo tanto, han crecido y respirado la misma atmósfera política y religiosa. Quizá Fox no ofrezca novedades en lo político, pero sí en lo social. Temas como el aborto, la política poblacional y la educación tendrían mayor receptividad en un gobierno panista tal y como ha ocurrido en algunos estados.
6. Virus religioso entre los políticos. Si bien Fox se adelantó a explicitarse Guadalupano, ha provocado definiciones religiosas de algunos precandidatos, como es el caso del sobrio Francisco Labastida, quien también se ha declarado creyente y Gaudalupano; tengamos presente el acto folclórico que realizó Roberto Campa Cifrián al visitar y venerar a un niño milagroso de Xochimilco. ¿Hay una epidemia religiosa entre los precandidatos, o es que los tiempos están cambiando?
Se están rompiendo los mitos y tabúes en torno a la relación religión política en México. Lo importante a distinguir en esta coyuntura no es un arrebato ni la provocación de un personaje, sino la mutación que está viviendo nuestra cultura política y el regreso de una dimensión pública y política de la fe que durante muchísimos años estaba comprimida y reprimida por un Estado laico de simulación; ¿tendremos que irnos acostumbrando inevitablemente? ¿Cuáles son los derroteros, los rumbos y los peligros?, serán temas para abordarse en otro momento.