Pimientos rellenos de bacalao, mejillones, vinos de la Rioja


El Faro, luz culinaria para una tarde de gula en la Zona Rosa

Salvador Castro n Cae la tarde, debe ser particular. Se entremezcla un aire ligeramente frío, con una extraña luz ceniza, callada. En medio de la nada se antoja comer bien, beber vino con cuerpo y a contracorriente del tiempo augusto festejar. Entre chubascos de escepticismo, antojas el entremés caliente, salado, picante, aguado. Sumas aperitivo fiel, desvaneces obstáculos, das y quitas, agradecida sugerencia.

Con festiva calma encontrar una parada culinaria alienta, alumbra, en medio de esa insípida nublada tarde. En la calle de Belgrado, mientras Paseo de la Reforma bulle, asoma la sólida terraza del restaurante El Faro. Nadie puede imaginar la sorpresa que depara.

Con paso firme es momento de adentrarse en esta nueva aventura. Y uno se pregunta: Ƒcuántas veces ha pasado por aquí sin percatarse de la existencia de este lugar? Nuevamente se echa un ojo al discreto anuncio: El Faro. Traspasar la puerta transfigura la percepción de agonía en una dimensión paralela. Se ve sencillez, un ambiente sobrio, una barra sólida, pero vacía.

Las pocas mesas lucen bien apertrechadas. De pronto aparece un hombre alto, robusto, con acento porteño, es Hugo de Simcone capitanea el servicio de El Faro. Desde ese momento, se impone el fin del mal presagio. La carta conduce directamente a los platillos de siempre vascos. De inmediato, ese olor combinado de ajo, aceite y bacalao se apodera del olfato, empieza a florecer la fantasía de estar en algún chiringuito de San Sebastián. La sospecha se ahonda más cuando al mirar alrededor los comensales parecen extranjeros, algunos como en las tertulias de Madrid entrados en años, con el güisqui enfrente, el bocadillo compartido y la conversación pausada, concentrada en quién sabe qué recuerdo, en la parsimonia del destiempo.

Suenan las campanas de aviso del joven chef Jorge Gómez Perojo, quien se dirige a las mesas para sugerir las entradas, proyectar los caminos hacia la bacanal y presentar las tentaciones de Baco con tanta agilidad que convierte las propuestas en irrevocable petición del comensal.Una humilde sopa de fideos con menudencias se sorbe en tazón pequeño, despierta la esperada activación de la impaciencia. Ni qué decir de las internacionalistas lentejas con chorizo y morcilla, reconfortantes y militantes, para los tiempos prelectorales y las consignas.

Al filo de las entradas: jamón ibérico de bellota, pimientos rellenos de bacalao, tortilla española, o revuelto de gambas y setas, los brebajes destilados de La Rioja intervienen con aromas campestres para acallar cualquier duda.

En ese tiempo de pleno estío, los mejillones de la raíz baixas a la marinera traen a la mesa premeditamente los pensamientos sobre el futuro quehacer al terminar la comida, pues el espíritu de agosto acaricia, ilumina, canchondea. ƑQué hacer entonces entre las opciones de chipirones en su tinta, robalo al estilo Guetaria o el chuletón de buen a las brasas con pimientos y papas?

Imprescindible a esta hora es la asesoría de Gómez Perojo. De la decisión nacerá la continuidad de las expectativas para culminar esta tarde de gula y gozo en una noche de palaciego encuentro. Es la virtud de septiembre, la de compartir placeres. El Faro, Belgrado 9, casi esquina con Reforma, Zona Rosa, Teléfono 5297-6077. De lunes a miércoles, de 13 a 18 horas; jueves y viernes de 12 a 23 horas.