La Jornada domingo 19 de septiembre de 1999

Manuel Vázquez Montalbán
La promoción internacional de José María Aznar

Los líderes políticos de las grandes potencias convencionales nunca se van a promocionar al extranjero. Los ciudadanos de las grandes potencias no otorgan al extranjero otra dimensión que la de un molesto espacio alternativo lleno de personas subalternas y más tarde o más temprano engorrosas y desagradecidas. En cambio, todavía muchos políticos de Estados de medio pelo utilizan la argucia de viajar a otros países y desde allí promocionarse, demostrando que son capaces de aparecer en las fotografías junto a gente importante y, de paso, hacer declaraciones casi siempre clarividentes sobre los problemas del mundo, y del propio país. España salió del largo túnel franquista con complejo de nada espléndido aislamiento y los políticos democráticos siempre se han interesado por demostrar que se movían a sus anchas por el extranjero. Desde Estados Unidos, Santiago Carrillo, entonces secretario general del Partido Comunista de España, recién legalizado, renunció al leninismo. También desde Estados Unidos, Felipe González empezó a construirse la estatura de estadista internacional capaz de pronunciar una frase canónica: Prefiero morir de un navajazo en el metro de Nueva York, que vivir en un frenopático en la URSS. Ya entonces se podían elegir otras opciones no tan dramáticas, pero Felipe González tuvo el don de sintetizar la postmodernidad socialdemócrata mucho antes de que Blair y Giddens se inventaran lo de la Tercera Vía.

El actual presidente del gobierno español, José Ma. Aznar, ha vivido siempre acomplejado por los éxitos internacionales de Felipe González. Aunque se esfuerza en demostrar que pertenece a la galaxia de los estadistas de proyección internacional, no ha conseguido que los españoles se lo crean del todo y hay serias dudas de que se lo hayan creído los extranjeros. Pero, los medios de información españoles más paragubernamentales, han iniciado la campaña para las elecciones generales del 2000 bajo la siguiente propuesta: Aznar triunfa en el exterior, pero no sabe vender sus éxitos en el interior. Frente a la talla internacional adquirida por Felipe González, uno de los trabajos del equipo político del presidente Aznar ha sido promocionarle globalmente, a veces con errores tan clamorosos como el desairado viaje a Moscú en plan de pacificador de la guerra de Yugoslavia, sin que fuera recibido por Yeltsin, que no tiene más remedio que recibir a casi todo el mundo, aunque sea en la Unidad de Cuidados Intensivos de los hospitales. La reciente estancia en Italia de Aznar ha sido presentado en España como un paseo triunfal, jalado por las exclamaciones de políticos italianos de todas las tendencias, fascinados por los éxitos político-económicos del jefe de gobierno español. De creer a sus apologetas, Aznar habría impresionado, sobre todo por la facilidad con la que se está creando empleo en España. Según estos medios, no se habla en Italia de otra cosa que de la desnaturalización del diablo y del infierno decretadas por el Papa, y de la política de empleo de Aznar. Pero, las estadísticas sobre el empleo en España, si bien no mienten tampoco dicen la verdad. Se crean muchos empleos fugaces que inflan los recuentos y se están dando unas facilidades al empresario, que no tuvo durante la primera mitad de la transición y que se remontan a una etapa premarxiana, diríase que ricardiana.

Es difícil encontrarle las gracias al presidente Aznar, que sin duda las tiene. Pero resulta excesivo que se realce que ha sido el primer político europeo que ha hablado con Arafat después del acuerdo con los israelíes, porque fue pura coincidencia y no un deseo expreso de Arafat de ir a consultarle a Roma la bondad o la maldad de los acuerdos. Arafat pasaba por allí. Si Aznar tuvo que recurrir a la argucia de presentarse como el político sin carisma que necesitaba España, después del exceso de carisma de González, de cara a las elecciones generales del año 2000, no puede recurrir a la astucia de exhibirse como un político con menos carisma todavía que el candidato socialista, señor Almunia. Sería abusar del truco y ya se ha visto que Almunia hasta ha aparecido este verano en bañador y con un cuerpo serrano y playero de discóbolo que está buscando el disco por la arena, afectado, de pronto, de un ataque de lumbago. Frente a esta ofensiva socialista, Aznar, mimado por la internacional popular, porque es el único jefe de gobierno de la UE que milita en sus filas, habría recibido en Italia honores de piedra angular de una nueva, futura hegemonía. Pero algo le ocurre a este hombre que a pesar de los errores socialistas y de los vientos favorables de la coyuntura económica, no acaba de convencer suficientemente a los españoles de que es el líder que se merecen. No se le conoce una frase que valga la pena memorizar. Y aunque ha aprendido a sonreír como un Chaplin, no lo hace como Charles, sino como Geraldine Chaplín. Además, se le nota demasiado que para él el extranjero es un error o un exceso geográfico.