La Jornada Semanal, 19 de septiembre de 1999
Héctor Aguilar Camín, primer director de La Jornada Semanal, decidió iniciar la andadura de este suplemento con el artículo de Elena Poniatowska reproducido parcialmente en estas páginas. Incluimos, además, las exposiciones de motivos de los otros directores: Fernando Benítez, Roger Bartra y Juan Villoro, así como unas observaciones hechas por los miembros de la actual redacción. Son los lectores los que completan y enriquecen las propuestas hechas por el suplemento todos los domingos. Para ellos nuestro agradecimiento y las disculpas por los errores y deficiencias cometidos. Queremos hacer patente nuestra admiración y nuestro afecto por Fernando Benítez, maestro de todos los periodistas culturales de este y otros países; pronto celebraremos los cincuenta años del gran pionero, México en la Cultura.
Héctor Aguilar Camín
Los falos del mundo saludan a Toledo
Elena Poniatowska
De pronto se apartan las grandes faldas, se abren como corolas y aparece entre ellas Francisco Toledo; sale de entre sus piernas, nace en la bastilla de sus vestidos floreados, se mueve al paso de esas fuertes columnas morenas que pisan hondo sobre la tierra, rige su destino el ritmo de su pecho, los senos libres que se mecen mientras avanzan como embarcaciones entre la multitud. En sus axilas, en su sexo, anida la esencia de Toledo, crece en su vientre siempre abombado, en sus nalgas duras, en la ancha curva de sus muslos. Toledo las acintura: son carne de su carne, ellas lo acunan, es su hijo, su padre, su amante, su iguana y su conejo, su sandía y su papaya, su fiesta y su desgracia.
Toledo es a Juchitán lo que la mujer es a Toledo, el único espacio posible, el ancho patio asoleado, la bóveda, el celaje, el ánfora y la respiración. Juchitán es Toledo, sus ocres y sus púrpuras, su negro vid de uva calcinada, su amarillo congo de tlapalería, el azúcar que va escurriendo por las calles, las abejas que zumban en torno a la miel, la miel en el paladar de la mujer, la miel en su sexo y en su vientre, la miel de sus pechos y de su cabello lavado en el agua del río. No sé en qué pastos se esconde Toledo pero habla trizando la hierba como los conejos; sus frases apenas audibles van corriendo por la pradera abriendo como el viento y uno aguarda para volver a nacer y recibir el agua semen, la fuente de la vida, la salvación, el único modo que tiene la mujer de estar sobre la tierra *
Una historia de suplementos
Fernando Benítez
Cómo nació el Suplemento
La primera idea de un suplemento me vino aquel mismo año de 1936 cuando entre las muchas publicaciones que llegaban a la redacción desc ubrí las secciones dominicales de La Nación y de La Prensa, los grandes diarios argentinos donde figuraban desde Borges hasta Ortega y Gasset y desde Alfonso Reyes hasta Azorín y Baroja. ƑCuándo será posible ųme preguntéų que México llegue a editar algo siquiera aproximado?
Ese viejo sueño principió a realizarse cuando, diez años después, fui director de El Nacional. No llegué solo sino acompañado de amigos, unos famosos hoy, otros ya muertos y algunos jóvenes republicanos españoles.
Nombré director del suplemento a Juan Rejano ųmurió muchísimos años después, en ese cargoų y solicité las ilustraciones del Taller de Gráfica Popular, dirigido por Leopoldo Méndez.
Consideré que como director no podía traicionar al reportero cardenista que fui, y seguir esta línea editorial me costó mi primer cese fulminante. Tuve el honor de que mi jefe de redacción, Francisco Martínez de la Vega, renunciara conmigo.
México en la Cultura
Por una serie de casualidades, en 1949 logré que don Rómulo O'Farril, recién elegido director general de Novedades, aceptara la propuesta de crear un suplemento de cultura. Don Rómulo no tenía ninguna idea de lo que era un periódico o un suplemento de esa clase. El mismo diario, con toda su espléndida maquinaria, no estaba ejercitado para editar una publicación tan fuera de las normas corrientes. Las dificultades técnicas del suplemento las resolvió el pintor Miguel Prieto, diseñador de Romance (1940-41) donde yo figuré como colaborador. Prieto fue un maestro de la tipografía. Su diseño era de una gran elegancia, si bien a veces sacrificaba el texto a la composición.
Acudí a don Alfonso Reyes, el gran periodista, el autor de Las mesas de plomo. Reyes, con su peculio editaba su correo personal, Monterrey, y aun pagaba algo de sus libros de muy escaso tiraje. Yo le ofrecí cien mil lectores y él preparó un número sobre Grecia, acompañado de un fragmento de su Homero en Cuernavaca, todavía inédito. La aparición de ese ejemplar en un México poblado de historietas grotescas y de periódicos rutinarios que concedían mayor importancia al crimen que a la cultura, causó sensación. Siempre creí que la excelencia atrae la excelencia y así ocurrió. Reyes, hasta su muerte, fue nuestro más constante colaborador. Paul Westhein, el gran crítico europeo desterrado por el nazismo, se ocupó del arte antiguo de México y del arte mundial. El gran maestro Adolfo Salazar, de la música. José Moreno Villa impuso con su estilo claro y preciso una nueva crítica de arte. Francisco Pina, crítico de cine, fue el primero en rechazar el patronazgo de las empresas cinematográficas. Luis Cernuda escribió en esas páginas muchos ensayos que después formaron libros hoy clásicos. Octavio Paz nos enriqueció con poemas y ensayos. Estaban con nosotros Alí Chumacero, José Iturriaga, Tito Monterroso, Leopoldo Zea, Luis Villoro, José Luis Martínez, Rubén Bonifaz Nuño y Miguel León-Portilla que publicó su después muy famosa Visión de los vencidos. Figuraron desde el principio Pablo y Henrique González Casanova.
Iniciamos el folletón con El niño y la niebla de Rodolfo Usigli que, andando los meses, se llevaría al teatro y al cine. Alfonso Reyes dijo antes de morir que no se podía hablar de una década ų1949-1959ų sin recurrir a México en la Cultura.
En efecto, los estudiosos han compuesto un índice del suplemento y me han dicho que registraron 25 mil fichas, lo cual me llenó de asombro.
La Jornada Semanal
Todo este cúmulo de adversidades [se refiere a la situación económica, social y política a mediados de los años ochenta], lejos de conducirnos al pesimismo, ha redoblado nuestra fe en que la difusión de la cultura es más necesaria que nunca en medio de la crisis.
Nacido en el periodismo, considero que sus suplementos culturales son mucho más importantes que las revistas, debido a su difusión nacional y a su saturación inmediata. Desde luego, las revistas no presionadas por el tiempo son excelentes e indispensables a la salud espiritual de la nación. Para fortuna nuestra, con mayor o menor éxito, todos los diarios han creado un espacio a la cultura. No estamos ya solos como lo estuvimos en Novedades.
El problema consiste en la escasez de expertos. Octavio Paz, con todo su prestigio y sus recursos, declara que no ha logrado establecer en su revista una crítica literaria en cierto modo orgánica. Son los escritores los que debían hacerla, pero los reclama la necesidad de su trabajo y de su propia obra realizada en condiciones cada vez menos favorables.
En nuestro medio sólo existe un gran escritor dedicado a la crítica: José Emilio Pacheco. Su rareza nos habla de la precariedad de este quehacer. Y no sólo en el campo literario. Disponer de un crítico de teatro como Guillermo Sheridan o de un experto en música como Juan Vicente Melo o de un profesional en cine como Emilio García Riera o de artes plásticas como Cardoza y Aragón o Juan García Ponce constituyen hallazgos insustituibles. No es remuneradora ni se improvisa esta tarea. La industria editorial está en crisis. Sin embargo, nosotros, con grandes sacrificios pecuniarios de La Jornada, sí creemos en el futuro del libro. No es posible que en un país de muy buenos escritores y editoriales ambiciosas no exista una crítica que responda a su calidad. Intentaremos hacerla con la ayuda de los nuevos escritores.
Me santiguo al abordar la nave construida por mis amigos. Confieso que me invadió un poco de miedo pero al entrar en mi cabina la presencia de los capitanes y de los oficiales desvaneció el miedo y me llenó de seguridad.
Todo está hecho, toda la tripulación en su puesto, listos para elevar el ancla. Dios mío ųdice el ateoų, este barco, pulido y afinado, construido con tan amorosa paciencia, me llevará muy lejos. El timón obedece, los motores trabajan, mis radares señalan puertos, islas de la especiería, sueños y esperanzas.
Ya traspasamos la línea de sombra y el hechizo se desvaneció. La proa corta las olas agitadas. Sonrío. El viaje, si el último viaje. Pienso que "estoy a bordo, ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar" *
Presentación
Roger Bartra
La Jornada propone, con esta revista, un nuevo espacio de reflexión a sus lectores. Cada domingo, el diario ofrecerá La Jornada Semanal, que es fruto de la fusión de sus dos suplementos culturales anteriores. La nueva revista quiere ser un territorio abierto a todas las corrientes de expresión cultural, mexicanas y extranjeras. Dará una especial bienvenida a las formas de búsqueda y creación que responden a las inquietudes de este agitado fin de milenio. La Jornada Semanal será también un experimento, pues mezcla la rica tradición del suplemento cultural, que en México ha tenido manifestaciones espléndidas, con la forma peculiar de una revista que propone a sus lectores un espacio sereno de pensamiento y de crítica. Esta revista quiere ser un foro, que ofrezca a la comunidad intelectual y a los distintos grupos culturales un servicio y un medio de comunicación. Mostrará múltiples perfiles personales de quienes dedican su vida al arte, a la literatura y a la ciencia. Buscará las raíces sociales que nutren las manifestaciones de la inteligencia en todos los campos de la cultura. La intensa crisis económica que vive México, asombrosamente, no ha frenado el proceso de crecimiento de la sociedad civil. Y son precisamente estas fuerzas civilizadoras en expansión las que dan aliento a publicaciones como la nuestra. La presencia cada vez más importante de una masa crítica civil nos permite tener esperanzas, aunque no podremos dejar de reconocer y dar testimonio del inquietante malestar que invade los ámbitos de la creación intelectual.
Se quiere dejar aquí un cordial reconocimiento a Fernando Benítez y al equipo que realizó La Jornada de los Libros y La Jornada Semanal, Sergio González Rodríguez, José María Pérez Gay y Fernando Solana Olivares. Esta revista recoge un impulso que en gran medida a ellos se debe. Ahora La Jornada Semanal, en su nueva época como revista, realizará un esfuerzo especial por dar a conocer las expresiones intelectuales de las generaciones de jóvenes que ya están llamando a la puerta. Procurará mantener al día a sus lectores en lo que se refiere a las principales tendencias y acontecimientos culturales... Pero más vale detener abruptamente el interminable catálogo de buenos propósitos. Es imposible definir un camino exacto para la revista: digamos solamente que el mapa de publicación se irá moldeando, como papel húmedo y poroso, al relieve de la geografía cultural de nuestros días, dejando siempre abierta la entrada a un terreno que, aun en su estado fragmentario, puede ser un lugar de reposo para los nómadas y una invitación a viajar para los sedentarios *
En el camino
Juan Villoro
Hay diversas razones para que existan los domingos, del descanso bíblico a los partidos que llenan los estadios. Empezamos hoy nuestro trabajo en la desmedida ambición de agregarle motivos al domingo.
La Jornada Semanal vuelve a las ropas ligeras que tuvo en un principio; en tiempos de crisis, la portada se había vuelto un costoso chaleco. Escribimos y pensamos en un país cada vez más pobre, donde el periodismo cultural ve reducidos sus espacios. "Malos tiempos para la lírica", suspiró Bertolt Brecht ante el desplome de Alemania. Somos uno de los pocos suplementos que siguen en pie, pero no aspiramos al prestigio del Último Reducto. Al contrario, si nuestro empeño tiene sentido, uno de sus logros debería ser la apertura de otras páginas culturales.
En su Nueva Época, La Jornada Semanal revela constancias y un cambio de generaciones. Estaremos cerca de la poesía pero también de las artes que no alcanzaron a tener musa. Sin caer en indiscriminadas mezcolanzas, buscaremos rozar los extremos de la cultura, las dos orillas de Julio Cortázar: el barrio y la realidad virtual, los túneles del metro y el lado oscuro de la luna.
El pensamiento moderno se alimenta de dos categorías que no siempre estuvieron en la mente de los hombres: la crítica y la tolerancia. La Jornada Semanal sólo puede ser tierra de inconformes, de enemigos del dogma y el autoritarismo (incluido el de nuestras propias certidumbres). Asumimos el doble pacto de la discusión intelectual: la disidencia y el reconocimiento de que los demás también pueden tener razón.
Es probable que esta sea una de las últimas empresas del milenio que se fundó en los libros. ƑUna nave a la deriva, como la cápsula Nostromo en la película Alien? Por el momento, los ojos que siguen esta línea son una prueba de supervivencia *
La redacción actual
Si el domingo tuvo siempre la costumbre de traer consigo la zozobra del lunes pesándole en los hombros, durante estos tres últimos años fue también detonador de ciertos hábitos contra natura. Levantarse temprano, contra el mandato bíblico y la lógica, correr (literalmente) al puesto de periódicos que queda a siete cuadras, saludar al vendedor, tomar aire, y comprar por cinco pesos La Jornada Semanal. El riesgo de quedarse en cama era tener que resignarse luego a entrar en la semana sin los "motivos del domingo". No eran ganas de amargarle a uno el día, según Goyito; era, simplemente, que Juan Villoro y su equipo habían logrado el mejor suplemento cultural del país y La Jornada, los domingos, se acababa rápido.
Nos toca ahora estar del otro lado de la escena y, estafeta en mano, continuar con el camino que ha hecho de estas páginas un espacio de innegable calidad literaria, plural y autónomo. Pero como el que poco pide nada merece, queremos no sólo agregarle motivos al domingo sino hacer del día más incierto el lugar de reunión de los amigos lectores y escritores de diversos grupos, posturas y tendencias dispuestos a hacer del séptimo día de la semana el plato fuerte del amplísimo menú que nos ofrece el fin de siglo. Nos complace informar a los lectores que Villoro seguirá con nosotros, pues ha aceptado escribir una columna. Así que aunque se va, se queda *