La Jornada Semanal, 19 de septiembre de 1999
EL CUERPO, ESA PROTESIS PRIMIGENIA
II Y ULTIMA
Cómo se perdió el planeta
Los filósofos han debatido en torno a la cuestión de en qué momento comenzamos a perder la tierra ante el avance del post humano y cuándo el hombre empezó a recorrer la espiral descendiente por la que tal vez caminaron los dinosaurios hace unos 65 millones de años. Pudo ser desde el momento en que desarrollamos la primera herramienta, hace unos quinientos mil años, o bien cuando Charles Babbage ideó en 1822 su "motor diferencial" (differential engine) o el día en que fue clonada la oveja Dolly, en 1997. Pero quizás la cuesta abajo comenzó realmente cuando el hombre logró liberar a su cuerpo de la carga de la cultura al sustituir la memoria y la tradición oral por la literatura y el conteo con los dedos por el ábaco.
La información desincorporada
Al desincorporarse, los conocimientos y técnicas se integraron a una variedad de estructuras inorgánicas (desde las tablillas de barro sumerias hasta las computadoras) que, eventualmente, han sido los eslabones de la evolución de la conciencia no humana. En su libro War in the Age of Intelligent Machines, Manuel de Landa narra cómo en el terreno de la guerra, y en particular del lanzamiento de misiles, las habilidades de cálculo fueron transferidas del hombre a las computadoras; así, el calculista fue eliminado y en el horizonte es posible ver que el hombre podrá ser eliminado del todo del proceso de lanzar un misil, inclyendo la toma de la decisión. "La inteligencia artificial creará las técnicas necesarias para construir sistemas de armas autónomas dotadas de capacidades depredadoras propias", escribe De Landa. El clímax de la tendencia de la "desincorporación" está perfectamente representado por la fantasía de Hans Moravec (Mind Children, The Future of Robot and Human Intelligence) de transferir una conciencia humana a una máquina mediante una operación con anestesia local en la cual un preciso robot cirujano "rasura" capa por capa el cerebro de un paciente para leer la información de todas las neuronas, digitalizarla, transmitirla y almacenarla de manera idéntica en un nuevo "recipiente" manufacturado. La operación termina cuando el paciente descubre que tiene un punto de vista diferente de la sala de operaciones, su yo ha abandonado la vieja carne y se encuentra instalado en un flamante cuerpo artificial. En uno de los momentos más notables de su libro How We Became Posthuman, la profesora de literatura y química titulada Katherine Hayles escribe:
Si mi pesadilla es una cultura habitada por post humanos que consideran que sus cuerpos son accesorios de moda en vez del asiento del ser, mi sueño es una versión del post humano que acepte las posibilidades de las tecnologías de la información sin ser seducido por las fantasías de poder ilimitado y la inmortalidad desincorporada, que reconoce y celebra la condición finita de la condición humana y que entiende que la vida humana está plantada en un mundo material de extrema complejidad del que depende nuestra supervivencia.
La pesadilla y el sueño post humano
El post humano no llegará, por lo menos no por ahora, en forma de un ejército de terminators o robocops asesinos. En el futuro cercano, los ciborgs y las máquinas inteligentes no abrirán campos de exterminio para imponer una solución final al "problema humano"; no nos deportarán a bordo de camiones de ganado ni tampoco lanzarán bombas atómicas y químicas para limpiar la superficie de la tierra de todas las amenazas orgánicas potenciales. En resumen, el post humano no es realmente nuestro enemigo ni un extraño sino tan sólo somos nosotros mismos, seres esquizofrénicos que nos debatimos entre la seducción tecnológica y la nostalgia de un paraíso natural. Por lo tanto, su llegada no es un anuncio del fin de la humanidad pero sí de un cambio importante en la manera en que concebimos al hombre desde la Ilustración: como un individuo cuya esencia es la libertad de la voluntad de otros.
ƑUn bien merecido destino?
Moravec cree que el hecho de haber nacido humano no determina de manera definitiva que uno tenga que morir como humano. Para él, como para otros ingenieros y entusiastas de la vida artificial, la conciencia humana no es más que una forma de la subjetividad o un simple truco de las neuronas. Para ellos la relación entre cuerpo y mente es circunstancial y piensan que lo que el azar creó a lo largo de millones de años de evolución puede ser reorganizado en unos cuantos años de evolución dirigida y racional. Estas visiones parecen aterradoras simplemente porque devalúan nuestra idea de lo que es la humanidad y apuestan sin titubear por el futuro post humano. Quizás la convivencia entre humanos, máquinas inteligentes, ciborgs y demás entidades pensantes de la era post humana será armoniosa y justa pero, antes de celebrar nuestro hipotético futuro de colaboración interespecies, recordemos las palabras de uno de los grandes pioneros de la cibernética, Warren McCulloch (citadas en su conclusión por Hayles): "Me parece que el hombre es el animal más agresivo y destructivo de todos. No veo ninguna razón, si puede evolucionar a máquinas capaces de divertirse más que él mismo, por qué éstas no se apoderarían del mundo y nos esclavizarían con mucho gusto. Se la pasarían mejor. Inventarían mejores juegos que nosotros".