La Jornada Semanal, 19 de septiembre de 1999
Dos hermanos siameses unidos por la pelvis tienen insomnio. Después de intentar diversas fórmulas para conciliar el sueño (desde la masturbación hasta el juego de las preguntas) y haberlas agotado sin éxito, uno de ellos le cuenta a su hermano la historia de Jean y Paul, dos gemelos siameses separados quirúrgicamente, y de su relación con Sophie ųla prometida de Jean.
Con este montaje denominado Las historias que se
cuentan los hermanos siameses, Luis Mario Moncada y Martín
Acosta vuelven a acometer una veta muy interesante que consiste en
recurrir a la novela para extraer de ella nuevos materiales para
la escenificación y de la cual han obtenido, con anterioridad,
espléndidos resultados como lo fue James Joyce, carta al
artista adolescente.
En este caso se trata de Los Meteoros de Michel Tournier. De ella extraen la historia de estos dos gemelos, Jean y Paul, que se parecían tanto y eran de tal manera inseparables que de pequeños les llamaban Jean-Paul. Poco a poco, en la medida que van creciendo, la célula gemelar empieza a resquebrajarse y mientras Paul se convierte en el celoso guardián de la unión, de sus reglas y ritos, Jean trata de deslizarse a la vida diversa e insegura de los "sin igual". Se va a París a cursar unos estudios de derecho donde conoce a Sophie, a quien más tarde lleva consigo a Pierres Sonnantes ųla casa paterna habitada ya solamente por Paul y la vieja criada Justine Mélineų a presentarla como su prometida.
Paul, a quien le resulta insoportable la idea de ese matrimonio, sumerge a Sophie en esa intimidad indescifrable e incierta de la gemelaridad hasta alejarla definitivamente de Jean. De nada le vale, pues como consecuencia de ello su querido hermano le abandona para siempre.
En este montaje, Acosta vuelve a hacer alarde de una muy intencionada economía de recursos que le permite incorporar a la escena el gran poder evocativo que, de suyo, pertenece a la literatura. Un vaso de agua se convierte, a voluntad, en torrente de lágrimas o en el continuo repiqueteo de la lluvia al caer. Los gemelos siameses lo son, no por algún truco de vestuario o de maquillaje sino por un juego corporal sugerente y lúdico, además de un minucioso trabajo de mimetización en el gesto, la expresión, actitudes y tonos de la voz entre los actores Mario Oliver y Ari Brickman. El efecto es ciertamente inquietante, dada la gran similitud obtenida por encima de la total diferencia en sus rasgos físicos. Esta muy lograda ficción de semejanza es reforzada por el personaje de Sophie, quien confunde a uno y otro, hasta el punto en que termina por contagiar de su confusión al mismo espectador, contra toda la obviedad física que distingue a los actores. En el papel de Sophie, Paola Córdova se inserta muy naturalmente al tono general de la obra, salvo en el caso de una abstracta rutina física hacia el final del montaje que no acaba de justificarse, quedando completamente a la deriva. No sucede así, en cambio, con su interludio musical que, junto con el delicioso happy birthday jazzeado en la trompeta de Ari Brickman, resultan verdaderos remansos muy necesarios para recobrar fuerzas y volver a adentrarse en la vorágine del texto.
Con todo, lo que realmente define esta obra y da esa muy peculiar cohesión a todos sus elementos es su estructura narrativa. Moncada y Acosta no sólo extraen la anécdota de la novela sino que aprovechan también su tejido narrativo. Parten de una situación dada ųcomo el insomnio de los gemelos siamesesų, de donde surge la narración en tercera persona que hace uno de ellos acerca de la historia de Jean, Paul y Sophie. Esta narración se traslada a la primera persona, ya en boca de Sophie, para desembocar, finalmente, en la nueva situación del triángulo amoroso.
Este ir y venir por entre los distintos planos de realidad, en conjunción con un texto que brota caudalosa y vertiginosamente desde los labios de los personajes, termina por obligar al espectador a deponer sus esquemas de percepción acostumbrados y acceder a nuevas experiencias para los sentidos. De esta manera, la lectura que se va teniendo del espectáculo, conforme avanza se va multiplicando como el juego infinito de los espejos que, en esencia, representan estos hermanos siameses.
Recién desempacados de su gira por varias ciudades europeas, se presentan de nuevo en La Gruta del Centro Cultural Helénico todos los miércoles a las 20:30 horas.