COMO SI LA HUELGA ESTUDIANTIL no tuviera suficientes problemas de aislamiento, una de las corrientes políticas que participan en su interior, la que hegemoniza el Comité de Huelga de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPS), decidió declararle la guerra a La Jornada.
Al margen de cualquier acuerdo del CGH, por decisión propia y comprometiendo al conjunto de los huelguistas, el 13 de septiembre un grupo de estudiantes pertenecientes al Comité de Huelga de la FCPS se trasladó al Museo de la Ciudad de México, donde se realizaba una conferencia sobre la democratización de los medios de información, convocada por La Jornada. Aunque el encuentro había terminado, los estudiantes mencionados insultaron a los directivos, agredieron a varios trabajadores y prendieron fuego a la puerta del edificio. Seis días después, en un comunicado en el que se autocalifican como "heroicos", imputaron a La Jornada decir mentiras, carecer de ética profesional, ser parte de "los medios cooptados por el gobierno", que "tratan de sobrevivir con la careta de independientes"; no tener "compromiso profesional con la verdad", estar aislada a los moderados y ser parcial.
No deja de ser una ironía el que, mientras algunos sectores conservadores y funcionarios de rectoría de la UNAM acusan a La Jornada de dar voz excesiva a los huelguistas, de no hacer un claro deslinde con sus prácticas y de ser un obstáculo en la salida autoritaria al conflicto, una de las corrientes del CGH pretenda descalificar al periódico.
En las páginas de este diario han escrito articulistas vinculados a las más variadas posiciones políticas, tanto a favor como en contra de la huelga. El Correo Ilustrado ha publicado decenas de cartas con las opiniones más disímbolas. Distintos reporteros han cubierto el movimiento con amplitud y objetividad. La Jornada ha dado cuenta con pluralidad de un conflicto que ha desbordado pasiones. Los estudiantes del Comité de Huelga de la FCPS que la denuestan parecen ignorar que hay un mundo que está más allá del campus.
La huelga no está ahora en su mejor momento. A pesar de que un numeroso sector de estudiantes sigue firme, y de que las autoridades universitarias no han podido imponer una salida de fuerza, amplias franjas de académicos y de estudiantes de nuevo ingreso que simpatizan con sus demandas desean que se regrese a clases. Numerosas encuestas muestran, además, que las simpatías que la lucha tuvo en un principio entre importantes sectores de la población han desaparecido, por más que se mantenga firme la solidaridad de organizaciones populares urbanas. Atacar a uno de los pocos medios de comunicación que ha procurado dar voz al conjunto de los actores involucrados en el conflicto sólo puede beneficiar a quienes apuestan por profundizar el aislamiento del movimiento y por solucionarlo sin resolver las causas que lo provocaron.
Al interior de todo movimiento social genuino existen distintas corrientes y partidos políticos. La lucha entre ellas por conducirlo es un fenómeno natural e inevitable. Desde antes de 1968, las distintas expresiones de la izquierda nacional han trabajado por implantarse en las universidades. En ellas han crecido. En un medio como el estudiantil, sensible a las injusticias, es relativamente sencillo que las propuestas contra la desigualdad sean escuchadas. Algunas han trasladado a sus cuadros a organizar o asesorar a otros actores sociales. Otras, han hecho de la lucha universitaria la razón principal de su proyecto político y la han convertido en una forma de vida.
Los integrantes del Comité de Huelga de la FCPS consideran que muchas de las tendencias que participan en el movimiento estudiantil son claudicantes, antiprogresistas y que desde el inicio del movimiento han buscado la forma de venderlo. Por el contrario, se ven a sí mismos como la vanguardia verdadera y consecuente, la única capaz de iluminar a las masas en la lucha por la emancipación. Desde su lógica, ello justifica tanto el uso de métodos violentos como la expulsión de quien piensa diferente para dirimir diferencias, o la descalificación de La Jornada. Asimismo, les da licencia para actuar en nombre de las mayorías sin consultarlas.
El autoritarismo no es patrimonio exclusivo de la nomenclatura universitaria. La intransigencia de rectoría alimenta y engorda las posiciones menos constructivas dentro del movimiento estudiantil. El triunfo del delirio vanguardista dentro del CGH sólo puede conducir a la derrota de la huelga. ƑCuántos ultrarradicales de ayer, organizadores de mil y un derrotas, no son hoy funcionarios de la Secretaría de Gobernación? *