Actualizaciones sobre el estudio de la sexualidad humana
La huella del deseo
Francisco Javier Rosales Alvarez
Como clínico, es fundamental saber cómo meter las manos en la sexualidad del hombre, tema íntimo y recurrente entre los conflictos emocionales de los pacientes.
Las manifestaciones sexuales del hombre, a lo largo de su historia, han variado. Sobre el deseo sólo tenemos sus huellas; sin embargo, se han producido ciertos discursos institucionales que nos hacen creer que hay en todo esto un progreso, un avance, que ahora nuestra sexualidad, por ser moderna, es mejor que la de nuestros padres.
La mayoría de los discursos científicos presentan lo actual como lo mejor. El problema es pensar que por ser mayoría sería el único válido, olvidando que la ciencia no sólo tiene problemas empíricos ųcampo por excelencia de las ciencias durasų que trazan su horizonte mirando hacia el futuro, sino también conceptuales ųcampo de las ciencias blandasų, en los cuales se privilegian las representaciones sobre el tiempo en su horizonte, y esto no se aviene bien con las epistemologías empiristas de la ciencia.
Por tradición epistémica, las ciencias duras no toman en serio a las ciencias blandas, y algunas de estas últimas, en su afán de ser reconocidas, tratan de "objetivarse para alcanzar la dureza" y poder tutearse con las primeras. Caro error del psicoanálisis, la psicología y la psiquiatría.
Regresando al discurso mayoritario de la ciencia sobre lo actual, en donde se sostiene la idea de desarrollo científico. Esta ciencia pretende ofrecer contestar lo incierto, lo desconocido y lo nuevo de la sexualidad. Eso significa que las creencias y la experiencia sexual del hombre pierden valor, siendo sólo cierto "lo último de la sexología cientifica", lo cual favorece la confusión de lo que se desea: la sexualidad humana, a la que la ciencia pretende naturalizar. En lugar de confiar en la experiencia y en los saberes antiguos, hoy se nos dice cómo se debe coger mejor gracias a la ciencia y la tecnología.
Siguiendo en esa línea, son los sexólogos científicos y el poder que se les da en la cultura ųordenada por los saberes parcializadosų los que dirán lo verdadero del asunto, lo último del comportamiento sexual, mando que les da el saber instituido del título.
Ejemplo de ello es la definición empírica de la sexualidad normal humana, pues se da por supuesto que existe tal cosa ųdefinición alcanzada al cabo de metódicas y rigurosas investigaciones en laboratorio, léase científicas, como si la huella del deseo se pudiera domesticar, y que se convierte en un parámetro de la sexualidad actualų: "todo individuo portaría una buena sexualidad si fuera capaz de llegar de una forma voluntaria, sin ejercicio de violencia sobre el otro, al orgasmo" (Piajut).
Parafraseando a Foucault, Legendre diría sobre la sexualidad que la ciencia se ha ocupado del comportamiento sexual del hombre para ofrecerle una respuesta a producir, para reproducir una sexualidad posmoderna. Veamos algunos trazos generales de ese modelo:
1. Sentirse frustrado por la satisfacción sexual propia, pero satisfecho de haber cumplido con su pareja (por eso del Viagra y el homenaje al falo).
2. Permitirse vivir pulsionalmente de un modo moral: "Me gustaría cogerte de otra manera, pero te quiero".
3. Ser independiente y original amante, dentro de la subordinación del modelo sexológico científico, por eso de las sospechas sobre mi identidad sexual.
Las preguntas que antes se guardaban celosamente para aquel íntimo ųmédico, sacerdote, cantinero, amigoų, ahora son asuntos que la ciencia se encarga de resolver.
ƑY dónde poner lo pulsional, eso que no encaja en la expresión de mi sexualidad, y que pese a que me asusta o me da pena, me inquieta y me excita, y trato de censurarlo y reprimirlo, vuelve a mí aunque me conflictúa por chocar con mis creencias familiares o morales?
Es eso que a través del olor, la mirada, la voz, el tacto o el gusto entra en el orden de mi excitación sexual, y que sólo puedo confesarme entrando en conflicto, con censura en mi conciencia. Ejemplos de ello serían los jugos, mieles, líquidos aromatizados por los agujeros del cuerpo; mirar o dejarse desvelar en la contemplación de cimas y simas; encantarse del sonido con textura ardiente que hace quemar el soma; afianzarse a la carne marcando huellas para no caer o ser un peldaño en el ascenso; lamer las gotas de rocío o quedar ahogado en el río, etcétera.
ƑDónde poner eso, si a mí mismo me causa problemas, y cuando se me ha ocurrido abrir la boca, el otro huye, juzga, enjuicia o se aprovecha de la confianza depositada haciendo uso de su poder?
Eso, en la sexología científica, incomoda, pues no se puede moldear o manipular, y como altera los esquemas del comportamiento sexual esperado, mejor se evita su encuentro no descifrando la huella del deseo. Muy difícilmente existe albergue para ello en nuestra cultura, pues es, desde los griegos, la parte oscura del hombre. Sin embargo, la clínica psicoanalítica le da cabida a esos oscuros secretos, y muestra que eso es la huella del deseo que habita lo humano, y lo queramos o no, echa abajo las ideas de una sexualidad normal posible y de la relación sexual misma.
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