n Presentación del disco Apocalypshit en el Metropólitan


Molotov no convoca a sensibleros sino a gente dura; nada de finezas, rocanrol burdo

Patricia Peñaloza n Noche de bajos y altibajos, con la parte superior del Metropólitan llena, pero con asientos vacíos en la baja, la presentación de Apocalypshit, el segundo disco de los guarrotes de Molotov. Bajos estridentes en manos de dos de sus miembros. Contrabajo electrónico con dedeos desaprovechados de Miqui Hidobro, pero qué tal su lengüeo en los juegos de bajas palabras. Bajo el cuidado del audio cuando se iban las voces de los micros, o no se entendían las letras; bajo el cuidado cuando en cinco rolucas se descuadraron gacho (nunca así el excepcional bataco Randy Ebright, que los alcanzaba); baja la elocuencia de los muchachos al hablar con el público, en raro contraste con su flamante explosión megamaciza cuando en la mayoría de sus nuevos temas reventaron sentidos, dejaron atónitos con sus rápidos riffs, o interpretaron las coplas que los han hecho brillar en México, Argentina, Chile, España y Alemania, mismas que llevan a la carcajada, el espanto, la admiración o la censura, pero que a nadie dejan callado.

La apocalíptica y estruendosa noche del miércoles comenzó con Resorte, con próximos nuevos disco y sencillo, "Puro Rock": bajos mejoradísimos, muy a lo Primus, en las falanges de Juanito Chávez y Gabriel Bronfman El Queso; potencia del Charal en batería, y en la guitarra y los rugidos de Tavo. Tocó turno a Control Machete; los regios gritones de Pato y Fermín, ahora greñudos, junto con el programador Toy Hernández, debutando en la guitarra, prendieron a sus seguidores y no se limitaron más a ser acompañados tan sólo por el secuenciador, sino por una banda con instrumentos de verdad... Aquello entre butacas era romería, público entraba y salía de la sala. Parecía que lo más importante fuera encontrarse entre quienes están en el ajo del rock mexicano; intercambiar pareceres, presenciar el por qué del megapegue de Molotov: gente de disqueras, de estaciones de radio, bandas de rock consagradas e incipientes.

Molotov abrió con la rola Apocalypshit. Mierda de fin del mundo. Nada de finezas, rocanrol burdo y distor de a bajón a los infiernos con todo y regreso. Siguió Kármara, para dar paso al resagado Jacobo, que porfa no te haga bobo. El público estaba como pasmado, las rolas a mil por hora, y parecía que todo girara en torno a una maquinaria de bromas y coraje; parecía Molotov tragado por sí mismo, por el vertiginoso éxito de sus temas de protesta-versión-noventas, y por la Paradoja que define y afirma orgullosa, lejos de opacar, a la generación presente. La banda venía como de un bajón de viaje. La intensidad no era efusiva ni externa. Una fuerza interior caldeaba el ambiente: esa que genera la impotencia opresora. Molotov no convoca sensibleros, sino a gente dura.

Randy, el Gringo Loco, continúa en inglés con Step Off. Las nuevas canciones no son tan distintivas como las anteriores. La sombra gigante del primer disco. La gente agarra calorcito con Gimme the Power, el grupo presume la lana que ha ganado, ostentando equipazo, cambiando Miqui y Tito (guitarra) de instrumentos. Paco Ayala en el otro bajo, suena discreto pero manteniendo la base en su lugar, mientras Miqui hace los adornos. "Dedican" a Ricky Martin y a los artistas plásticos y "comerciales" (Ƒy ellos qué son --sin desacreditar?) El Carnal de las Estrellas, que sólo quiere acostarse con ellas. Vienen Kulekas (muy chida, donde Tito se proclama por la libertad de expresión) y Voto Latino. Y aunque siguen con sus marranadas, malas palabras, albures, su lenguaje pasado de ingenioso, en escenario están tiesos, lucen cansados, sonríen poco. No se sabe si están tensos, ocupados tocando, pero como que el cachondeo no amarra con el público, que se levanta pero no se compenetra, no se saca el corazón del pecho, se queda en el ya merito.

Miqui evoca a Botellita de Jerez: "šHeey familia, danzón dedicado a la Chata y amigas que la acompañan!". El Teatro se prende cuando unas nenas del público suben a bailar un reggae-muffin que combina "La rajita de canela" con "Estás bien buena" y "El Cu-cu": "Cada que te miro me crece esta pena, pareces una botella de Chaparrita... Te quiero chi-chí, te quiero cha-chá, yo quiero yo quiero que me des papayá". Los Molo por fin sonríen. Paco Huidobro, ex Fobia y hermano de Miqui, coopera chido en la guitarra. Ex integrantes de La Candelaria palomean en teclados, bajos y congas. La gente brinca macizo con Chinga tu madre, suenan a Sabotage de los Beastie Boys pero con tapping, en No Manches. Revientan con Ñero y Parásito el final. Regresan al encore inútil con El mundo se va a acabar, una especie de cumbia; cierran-cierran en festín glorioso con Mátate Teté y dedican a los policletos (?)Puto, especie de himno en bajada, que como muchas de sus sobreexplotados temas, sigue el adagio de que cuando te han contado un chiste varias veces, quién sabe si te siga dando risa...