Y USTED, ƑYA SE PUSO A DIETA? Si lo necesita, pues tiene unos kilos de más, antes de comenzar cualquier acción para eliminarlos piénselo dos veces. Y si es muy dado a creer cuanto le dicen los medios masivos, y muy especialmente la tele, tome con reserva la publicidad de una nueva y boyante industria: la que elabora productos, aparatos y sistemas para adelgazar. Como muchas otras cosas que nos vienen de fuera, la moda de las dietas proviene de Estados Unidos, donde se ha convertido en una actividad económica de tal éxito que la mitad de las mujeres de ese país (cerca de 75 millones) siguen alguna fórmula elaborada por las empresas comercializadoras de los más diversos productos para perder peso y acercarse a la pauta estética que hoy domina en el Primer Mundo. Pero no sólo las mujeres son presa fácil de esa industria: 30 por ciento de los hombres del vecino país (unos 45 millones), también luchan por no engordar, por perder kilos que estorban.
Pero adelgazar cuesta y da ganancias a quienes se dedican a elaborar comidas especiales y tratamientos. El año pasado, los estadunidenses gastaron más de 30 mil millones de dólares en productos y fórmulas para derrotar la gordura. Lo más inquietante es que la fiebre de las dietas también invade a los estudiantes. En California, por ejemplo, se comprobó que cuatro de cada cinco alumnos de educación media se someten a dietas; muchas veces lo hacen a escondidas de sus padres y del sistema médico, lo que les ocasiona no pocos problemas de salud y bajo rendimiento escolar. La inmensa mayoría se pone a dieta sin necesitarlo, pero confesó que desea alcanzar el ideal de belleza física predominante: la figura atlética y ultradelgada, con lo cual se multiplican gimnasios, clínicas de adelgazamiento y consultorios especializados que afirman que quien tiene 20 años o 70, pero está delgado, se ve joven y bello y es socialmente aceptable.
No faltan, por supuesto, los que recurren a métodos sofisticados para adelgazar, como la liposucción, la acupuntura, la hipnosis y otras técnicas, antiguas o nuevas. También abundan los estudios sobre la mejor dieta y sobre el efecto de ellas en la sociedad y la economía estadunidense. Como el éxito del libro de la señora Joan Brumberg, Jóvenes ayunantes, en el que, entre otras cosas, afirma que la historia de la industria de las dietas es uno de los más señalados triunfos de la empresa capitalista del fin de siglo. En cambio, poco se advierte a la sociedad sobre los orígenes de la obesidad, que muchas veces radica en la dieta predominante en las familias estadunidenses. La alimentación provoca fenómenos de gordura difícilmente reversibles y suele afectar a personas muy jóvenes.
En México está en auge la nueva industria y ofrece en la tele los más diversos tratamientos para adelgazar. Anuncia en campo fértil, porque también tenemos obesos por dietas inadecuadas, especialmente entre quienes más recursos poseen. Es lo que suelo llamar la desnutrición innecesaria de los ricos. Pero no es un asunto que deba preocupar a la sociedad, porque los hombres de dinero en este país son poquísimos. En cambio, sí es un grave problema la desnutrición de millones de personas que carecen de ingresos suficientes, a dieta obligada de los satisfactores más necesarios por carecer de lo indispensable. Así las cosas, dos países vecinos y socios comerciales muestran los polos de la abundancia y la desigualdad: en uno, obesidad en grado extremo por mala alimentación; en el otro, pobreza que ocasiona desnutrición.
Pero en Estados Unidos la industria de las dietas y las técnicas para adelgazar, que ahora se utilizan en México, generalmente no dan los frutos esperados. Bastaría un estudio de los especialistas en nutrición para comprobar que ni los jabones y cremas mágicas que reducen milagrosamente pulgadas en unos minutos, ni los geles elaborados con sustancias casi provenientes de otro planeta por lo efectivos que son, ni ciertos complejos aparatos de ejercicios, son la respuesta a los problemas de obesidad. Además, que la solución es otra en cada caso. Las sorpresas que arrojaría dicho estudio serían numerosas. Una de ellas mostraría que, generalmente, lo que adelgaza es el ingreso de quienes pagan por tratamientos caros pero inservibles. Y que es necesario que las autoridades intervengan para evitar esos engaños que se cometen a través de la tele, por ejemplo. *