Carlos Monsiváis
De los argumentos para levantar la huelga
En su Carta Tres (La Jornada, 25 de septiembre de 1999), el subcomandante Marcos, tras descalificar la propuesta de los maestros eméritos, pregunta: "ƑNo hay ningún argumento coherente y razonable para pedir el levantamiento de la huelga (digo, además de que ya lo negociaron)?".
A los casi seis meses de la huelga o el paro de la UNAM, localizo diversas situaciones --argumentos coherentes y razonables-- que el Consejo General de Huelga debe tomar en cuenta para resolver con la rapidez debida (toda):
--La prolongación de la huelga no daña en demasía al presidente Ernesto Zedillo, que se ha adjudicado el papel de réferi, ni al gobierno, que si cree sobrevivir al macrofraude de Fobaproa no se inmutará en demasía por un centro educativo "secuestrado por vándalos". Perjudica a la UNAM misma, de prestigio a fin de cuentas muy sólido, y a la movilidad cultural y social que aún persiste en el país.
--A diario se acentúan las distancias entre el CGH y la opinión pública, y esto ya no sólo por la campaña de linchamiento informativo, que ha sido muy real, sino por las limitaciones argumentativas de los voceros en rotación del CGH, y por la falta probadísima de cualquier sentido de urgencia de su actitud.
--Si el Consejo Universitario conoce un tanto a pesar suyo, y entre demostraciones de ineptitud considerable, algunas líneas de autonomía, en el CGH el agravamiento de los pleitos internos impide cualquier unidad de propósito. Los tumultos "en pos de la mesa", las expulsiones, las descalificaciones a gritos (el Tribunal de las Gargantas), los golpes, el habla reiterativa, toda la turbamulta de asamblea nulifica la coherencia del organismo, porque se le cede un proceso muy complejo de la toma de decisiones al vocinglerío con malos modos verbales y físicos.
--La presencia de elementos porriles y provocadores se vuelve inocultable al desvanecerse en un sector los discursos explicativos (a no ser que se den por buenos los lugares comunes en torno a "la privatización" de la enseñanza). Si el proyecto privatizador del neoliberalismo es desdichadamente real, los comentarios burdos al respecto tienden a afantasmarlo y no le hacen mella.
--Ha crecido la desesperación de los padres de familia con hijos en la UNAM, en especial aquellos de clases populares, víctimas de rumores pedestres por un lado, y por el otro sabedores de lo inalcanzable de las cuotas en universidades privadas. A los padres de familia les alarma la molicie forzada de casi medio año y la desactivación de los hábitos de estudio.
--La insistencia de muy variados sectores, de ninguna manera guiados por una sola motivación, en el uso de la fuerza pública para "desalojar a los paristas", exacerba el clima de batalla y apunta a la descalificación totalizadora de la institución que no consigue resolver por su cuenta los problemas. Si hay ocupación militar o policiaca de la UNAM, habrán vencido los ultras de ambos lados.
--Las campañas de desprestigio de los "enterradores instantáneos" de la UNAM suben de tono, y van de los despropósitos de Coparmex a la arrogancia de algunos intelectuales que fingen soñar con la "universidad de élites", como si se desapareciesen a voluntad las masas que exigen su derecho a la educación superior, y como si la excelencia riñese por fuerza con el número de estudiantes. Con todo, estas campañas tienen éxito en un punto: desalientan a los empleadores de los egresados de la UNAM.
--Se percibe por doquier la irritación creciente que desata la huelga, y la preocupación inerme ante el tema: "ƑQué va a pasar en la UNAM?". Se agota la simpatía pública de que, no obstante el cerco informativo, ha dispuesto el movimiento. Hay quien le atribuye este descenso al "invento" de una división entre "ultras" y "moderados", y al acoso extremo del régimen, pero en rigor se debe a la falta de prisa exhibida ante la perspectiva de un acuerdo. Sí, no hay duda, las autoridades le han opuesto al diálogo forcejeos, maña, mala fe y, también, desdén por el sentido de urgencia. Pero la huelga de la UNAM no es equiparable al (atroz) incumplimiento de los acuerdos de San Andrés Larráinzar, y lo ya obtenido es muchísimo: el conocimiento de las fragilidades de la UNAM y del peso muerto del autoritarismo académico, la alta valoración del hecho mismo de enseñar y estudiar. Esto, fundamental, es un aprendizaje irrenunciable.
--La falta de mantenimiento de las instalaciones y los pequeños o grandes hurtos que sí se han dado, atentan contra el patrimonio de todos. No se culpa al CGH en su conjunto de estos hechos, pero sí a la impunidad que algunos desprenden del tiempo indefinido de huelga.
--A la izquierda le resulta ya muy costoso el proceso huelguístico. Se ha dividido, ha cometido torpezas políticas, se ha deslindado hace muy poco y en medida insuficiente del proceso de irracionalidad, y lo definitivo, insiste en no clarificar razones y comportamientos a estas alturas enturbiados por su uso irresponsable. No sólo será extremadamente difícil el retorno de Cuauhtémoc Cárdenas a Ciudad Universitaria; más allá de lo electoral un discurso ideológico se ha cancelado a sí mismo o ha prescindido de interlocutores por no alejarse de la petrificación demagógica. A la hora del regreso, la cuenta de la desesperación acumulada se dividirá entre Rectoría y la izquierda. Los representantes de Rectoría pasan, la izquierda queda, y por eso requiere con rapidez una visión crítica y autocrítica de lo sucedido en estos meses.
--No se justifica la obstinación de "sacralizar" la huelga, responsabilizando de todo a las autoridades, distinguidas por su incomprensión, improvisación y dogmatismo, e iniciadoras del conflicto, pero de ninguna manera los únicos actores de la contienda. No evaluar los triunfos políticos y culturales alcanzados, pretender la rendición incondicional de un adversario fortalecido por el desgaste visible del movimiento, actuar con altanería patética ante los medios informativos, declarar enemigos a Proceso y La Jornada, "hacer el numerito" de las agresiones en el Museo de la Ciudad de México, aislarse a nombre de una visión del porvenir desprendida del rencor social... todas las "aportaciones" de los sectores duros son negaciones de la realidad y son renuncias al desarrollo político. Lograr una huelga y mantenerla con esfuerzos impresionantes, no es sinónimo de articular una causa y conducirla al triunfo.
--La visión de un "territorio libre", en medio de la macrópolis cedida al neoliberalismo, es atractiva para muchísimos. Pero al armarse de expulsiones e intolerancia, y al diluir su poder de convocatoria, salvo en algunas marchas, en la zona bélica del auditorio Che Guevara y en las guardias en franca disminución, el "territorio libre" tiende a volverse terreno baldío. Sólo abrir la Universidad garantiza la continuidad --por medio del debate y las reformas procedentes-- de la educación libre y gratuita; mantenerla cerrada sin dar explicaciones convincentes es construir un feudo de la intransigencia, donde lo de todos le pertenece al que aguanta hasta el final de la asamblea (reuniones de 24 o 36 horas seguidas desembocan en votaciones enronquecidas y con los ojos cerrados).
La propuesta de los eméritos
En su Carta Tres, el subcomandante Marcos rechaza categóricamente el documento de los maestros eméritos: "ƑPor qué los maestros que se presentaron al CGH para explicar y argumentar la propuesta de 'los ocho', no les dijeron a los estudiantes que ni Rectoría ni el gobierno van a cumplir ningún compromiso?... ƑEs 'ultra' pensar que Rectoría y el gobierno no van a cumplir su palabra, no importa que firmen o prometan lo que sea? Dicen los maestros eméritos que ellos se comprometen a poner en juego su autoridad moral para respaldar el cumplimiento de los acuerdos a los que se llegue, pero Ƒno olvidan decirles que los acuerdos de San Andrés han movilizado a personas y organizaciones en todo el mundo, no sólo en México, que han puesto en juego su autoridad moral (igual o mayor que la de los eméritos) y el gobierno no ha cumplido?".
Discrepo de estos juicios de Marcos, no por pensar que el gobierno ha cumplido en lo mínimo los acuerdos de San Andrés (no lo ha hecho, y el comportamiento es vergonzoso), sino por la diferencia de situaciones. El compromiso implícito y explícito de la propuesta de los eméritos no es asunto de ocho personas, cuya autoridad moral --muy alta-- no pongo a competir. Es un compromiso asumido por muy diversos sectores de la UNAM y el país, y va más allá de los engaños y las amnesias súbitas de la Rectoría y el régimen. Por vez primera desde 1968, la comunidad universitaria se reanima o existe por vez primera en lo que a la mayoría de sus integrantes concierne. Un sector académico marginado hasta ahora de la toma de decisiones, se moviliza como nunca (todavía no lo suficiente), aprende a discutir como puede y tiene acceso --lo aproveche o no-- a lo que le había sido negado. La realización del congreso ya no depende del criterio oficial, sino de la comunidad.
Por eso no me resulta ilusa la propuesta de los eméritos, ni creo justo descalificar un hecho sin precedentes a cuenta de uno más de los deslices declarativos del doctor Zedillo, que habló del uso de la fuerza pública si no se aceptaba el documento. Pregunta Marcos: "ƑEs ético sostener una propuesta que necesita el argumento de la amenaza de la represión para mostrar su 'generosidad' y 'lucidez'?". No comparto esta formulación. Las intimidaciones adjuntas no mellan el valor de la propuesta que antes del aval militante del Presidente ya ha sido aprobada por un amplísimo sector académico, intelectual, social. El CGH, dividido al respecto, no rechaza la invitación de ocho personas sino, más bien, la toma de posición de una parte fundamental de la comunidad universitaria. La UNAM no es Chiapas, y con esto, además de la obviedad, señalo que en la UNAM no hay militarización, ni Acteal, ni paramilitares (porros de ambos lados sí). Es algo muy distinto y aquí el cumplimiento de los acuerdos no depende de la (clásica) mala fe del gobierno y la derecha, sino de la voluntad colectiva que ahora se responsabiliza de la existencia vigorosa de la institución. La carta de los eméritos puede y debe enriquecerse y afinarse, pero no me parece tema de controversia su generosidad y su lucidez, sin comillas. Si el gobierno no lo hace, hay muchísimos otros que cumplirán. Esta no es una garantía absoluta Ƒqué lograría serlo?... pero es lo que hay, y por el momento es bastante.