Ť Abusos inaceptables, señala Zedillo
Denuncian violaciones laborales jornaleros agrícolas en Oaxaca
Ť El Presidente promete mejoras en sus lugares de origen
Rosa Elvira Vargas, enviada, Coatecas Altas, Oax., 27 de septiembre Ť La mirada ausente del que sirve en tierra ajena y lejana desde el amanecer, es la misma del que cumple aquí su anhelo, al volver, de labrar su propia parcela, aunque ésta no dé más que para medio comer. Es Juan Santiago y escucha que allá adelante, en el templete, el presidente Ernesto Zedillo asegura que hará lo necesario para que a los jornaleros se les respeten sus derechos "más elementales''.
Entonces, con el semblante indiferente de quien apenas se siente aludido en el mensaje, se voltea hacia esa persona que lo interroga sobre sus condiciones de vida en los campos de tomate, pepino y chile en Sinaloa, y le consulta: "Oiga, Ƒcómo le hiciera uno para traerlos cuando se mueren? El otro día se nos murió un señor y allá se quedó porque no nos quisieron ayudar...''
Es Juan Santiago y la suya es también la misma historia de los miles de migrantes agrícolas oaxaqueños que periódicamente dejan sus pueblos, sus tierras y viajan con toda su familia para ganar entre 30 y 45 pesos diarios --en el mejor de los casos--en las grandes extensiones hortícolas de exportación, en los campos de café, en los cañaverales y en las huertas de naranja en unos quince estados del país. Son, según la estadística oficial, 3.5 millones de familias.
Hace poco más de un mes el presidente Ernesto Zedillo estuvo en una de esas grandes concentraciones de jornaleros en el Valle de San Quintín, Baja California. Y constató que no obstante que el gobierno --"junto con los dueños de los campos de cultivo''-- invierten en dotarlos de mejores condiciones de vida, hay lugares donde no les pagan a tiempo y la explotación se extiende hasta los menores de cinco años.
Hoy aquí, en su propia casa, el mandatario les reiteró lo que dijo entonces: "Las violaciones más graves de los derechos más elementales de los trabajadores agrícolas son inaceptables''.
Con el mismo énfasis de aquella vez, y ante cientos de jornaleros que lo escuchaban inconmovibles y silenciosos, Zedillo lanzó: "Pedimos y exigimos que los patrones que los contratan respeten sus derechos; que quienes vienen por ustedes a sus pueblos los trasladen en buenos y seguros transportes; que cuando están trabajando la tierra allá, les paguen a tiempo, no como en San Quintín que un grupo se acercó para denunciar a personas que los habían hecho trabajar y que todavía no les habían pagado. Eso no se puede aceptar y tenemos que hacer caer todo el peso de la ley a quienes defraudan y engañan a los jornaleros agrícolas''.
Pero el relato de Juan Santiago dejaba claro que está lejos de cumplirse la exigencia presidencial: "Nos traen a la carrera, uno no puede descansar. Media hora para comer y ya. Cuando vienen por nosotros traen en qué llevarnos, pero cuando se portan mal es porque no quieren ponernos el camión para el regreso. Ahora nos volveremos a ir para Todos Santos. Nada más venimos a sembrar nuestras tierras con maíz y frijol que cuidan los que aquí se quedan porque ya no pueden trabajar''.
Para Ernesto Zedillo, quien acusa especial interés por la problemática de estos campesinos, algo que resulta inadmisible es que los niños trabajen como jornaleros. "Ellos, subrayó, deben ser protegidos y cuidados. Tienen que estudiar y no trabajar, para que luego puedan tener, cuando completen su educación, buenos empleos''.
Desde la perspectiva presidencial lo ideal es que no hubiera migrantes agrícolas. Les explicó que el Programa de Jornaleros existe para mejorar aquí las condiciones de vida, en sus comunidades''.
"Lo mejor que nos puede pasar es que podamos crear aquí las condiciones para que ustedes no tengan que salir, para que ustedes cuenten con trabajo y tengan sus hijos la educación que necesitan'', señaló el Ejecutivo.
A las palabras de Zedillo antecedieron los testimonios crudos y llanos de Paulina García López y Ricardo Reyes Cruz. Ella hizo el recuento de los malos tratos a manos de capataces, de los cuartos de lámina y piso rústico en que son hacinados, del transporte en camiones de redilas y sus constantes accidentes, "pues no tienen precaución para llevarnos al campo; nos tratan de lo peor porque dicen que somos de Oaxaca, somos humildes, muy pobres. Por eso mismo nos tratan mal''.
Jornalero desde los doce años --ahora cuenta 44--, Ricardo Reyes apela al "valioso poder'' presidencial para mejorar sus condiciones de vida porque, dijo, "la nuestra, la de los jornaleros, es como la de un pájaro, que una noche duerme en un árbol y a la siguiente en otro para conseguir un grano de arena para repartir a su familia, a sus hijos y a su esposa''.
En su propia tierra --y de ahí su condición de migrantes-- las cosas son incluso peores. Paulina refirió que aunque llegan los promotores de salud a veces no hay medicinas para curar a sus enfermos, mientras que la esperanza de Ricardo es que en su pueblo puedan tener al menos las ventajas que logran alcanzar, por ejemplo, en el valle de Culiacán.
Más tarde, mientras se despedía de los campesinos, la actitud de humildad y hasta de sumisión de algunos llevó a Zedillo incluso al rubor cuando uno de ellos al pedirle algo, le besó la mano. Otro más intentó el mismo gesto, pero el Presidente prevenido, la retiró amable. Sin embargo, no pudo contener cierta irritación cuando el gobernador José Murat le acercó, "para una foto'', a dos pequeñas jornaleras ataviadas con una gorra de la que colgaban dos paliacates y que prácticamente les cubren toda la cabeza, pues es de ese modo como laboran en los campos agrícolas de allá lejos.
"Ustedes no deben trabajar'', espetó Zedillo. "No, por supuesto, señor Presidente...'', le respondió nervioso el gobernador, quien intentó dar una excusa amplia, pero el Ejecutivo lo atajó: "Si se ponen la gorra es porque trabajan''.
El siguiente punto de la gira fue San Jerónimo Taviche, donde el mandatario se reunió con mujeres que alentadas por el gobierno estatal, no sólo vinieron (o las trajeron) de todas las regiones oaxaqueñas, sino que de manera poco casual, casi todos los grupos provenientes de alguna comunidad o población trajeron para obsequiar al presidente lo poco o casi nada que les fue posible: flores, tunas, quelites, tlayudas, artesanías...
El Presidente se veía pleno, bromeó que al gobernador Murat le ponía nervioso estar con tantas mujeres. "Yo en cambio, cuando estoy entre tantas mujeres me siento mucho mejor'', y más adelante, al oírse clarito a una de ellas que gritó: "Las mujeres de Oaxaca lo queremos mucho, presidente Zedillo'', él, arrobado, respondió: "Me estoy dejando querer''.
Para este acto, el gobierno de Murat Casab puso en marcha el Programa Integral de la Mujer Oaxaqueña Rural, al que oficialmente se identifica por las siglas Primor''.
Zedillo nunca aludiría en su mensaje al citado neo-programa estatal, pero en cambio sí se hizo partícipe de la gran preocupación por el estado de desventaja e incluso de discriminación que todavía sufre la mujer mexicana y por supuesto la oaxaqueña. La mujer acusa falta de oportunidades e injusticias y es algo, ''que no podemos aceptar, que tenemos que superar''.
Y aunque se refirió en extenso a los apoyos para la mujer que trabaja, dijo que nadie impedirá que ellas sigan siendo el núcleo, quien realmente, al final de cuentas se responsabilice del cuidado de los hijos, ''porque sería tanto como demeritar la decisión de muchas mujeres que deciden estar en su casa para apoyar la educación de los hijos, para apoyar el desarrollo de la familia''.
Más adelante dijo que México está perdiendo grandes oportunidades en la medida en que las mujeres no tengan acceso a las oportunidades de participar en la vida productiva del país y que negarles tales espacios es negárselos a México, pues el país ''lo que necesita es el talento y la enorme capacidad de trabajo de sus mujeres''.
En este recorrido por Oaxaca que concluyó apenas después de las dos de la tarde, el presidente Zedillo inauguró un hospital integral en Juquila, una maquiladora de capital social en Santiago Suchilquitongo y conoció los avances del programa de agua potable para la capital oaxqueña.
Allá, en Coatecas Altas, muy lejos, quedaban esos hombres, mujeres y niños cuyas manos ásperas sólo saben cosechar.