EN 1997, ANTE EL TRIUNFO de Cuauhtémoc Cárdenas en la elección de jefe de Gobierno del DF, había diferentes expectativas. El PAN, el PRI y otros agoreros del desastre anunciaron que la ciudad se hundiría en el caos, la inoperancia administrativa y la ingobernabilidad. Para darle un empujón al fracaso, el PRI usó desde entonces la movilización agresiva de sus grupos corporativos, los dos partidos formaron mayoría en la Cámara de Diputados y recortaron el presupuesto y la capacidad de endeudamiento del DF para 1999, y la mayoría de los medios de comunicación montaron una campaña de malinformación y ataque constante hacia el gobierno cardenista.
Otros sectores, incluidos los empresarios, temían el congelamiento de la inversión y las obras públicas en curso, pero soñaban con la multiplicación de obras de otro tipo pero muy visibles, que servirían de sustento a las aspiraciones presidenciales de Cárdenas. Los sectores populares y medios asfixiados por décadas de autoritarismo, corrupción y privilegios, esperaban acciones radicales y espectaculares que cambiaran en muy corto plazo el rumbo de la ciudad.
Estas expectativas sirvieron a los medios afines al régimen priísta para su campaña de desprestigio del gobierno capitalino; todas se enfrentaron a la realidad de la gestión cardenista, lo que alimentó su pérdida de popularidad. El segundo Informe de Gobierno de Cárdenas, presentado a la ALDF el 17 de septiembre, ampliamente difundido por el GDF, precisa las diferencias.
La ciudad no entró en crisis de operación y gobernabilidad; mantuvo su estabilidad y mejoró su funcionamiento. No se impulsaron obras espectaculares, de gran visibilidad, pero se continuaron las necesarias, sobre todo las de recuperación de infraestructura y servicios claves y las de mejoramiento de la situación de los sectores populares excluidos.
No se afectó la inversión privada, que continuó fluyendo, mostrando cierta recuperación de la competitividad local, reconocida por analistas independientes; pero se sometieron al interés colectivo aquellas inversiones inmobiliarias que atentaban contra la sustentabilidad urbana global. No se aplicaron medidas de represalia contra los anteriores gobernantes, ni acciones espectaculares que dieran lugar a nuevos conflictos urbanos. Los temas candentes de conflicto se atendieron con estricto apego a la ley y mediante el diálogo.
Como señala el informe, las prioridades fueron: la lucha contra la corrupción en la administración, el gobierno honesto y el cambio de su relación con los habitantes; el saneamiento de las finanzas públicas y la transparencia en su manejo para, además, enfrentar el recorte presupuestal; el combate a la corrupción y la impunidad policiaca para luchar contra la delincuencia organizada; la recuperación de infraestructura y servicios básicos, sobre todo para enfrentar la crisis hidráulica que vive la metrópolis; la reversión de la grave situación de contaminación atmosférica y la protección del medio ambiente; el impulso de una política social activa en beneficio de las áreas y los sectores sociales excluidos y más vulnerables; el rescate del Centro Histórico y otras zonas patrimoniales; la participación ciudadana en la planeación y gestión del desarrollo urbano; el impulso a una cultura para todos los capitalinos; y la democratización de la vida ciudadana.
Organizaciones y sectores empresariales, técnicos y sociales, y hasta un precandidato priísta al gobierno capitalino se han visto obligados a reconocer los avances logrados.
Estas acciones de gobierno significan el inicio de un cambio importante para la ciudad. Es obvio que ante la crisis en que recibió la ciudad y los límites que ha enfrentando, estos cambios son aún insuficientes; la opinión pública tendrá que evaluarlos objetivamente, con espíritu crítico, pero basándose en la información real y esquivando los sectarismos y la desinformación y descalificación de los medios.
Seguramente será necesario en el futuro profundizar y ampliar estas líneas de trabajo e introducir otros muchos y más importantes cambios en el mediano y largo plazo para construir la ciudad que queremos. Pero el cambio ya se inició y los capitalinos tenemos que garantizar su continuidad, haciéndolos irreversibles mediante el voto por la opción democrática en las elecciones del año próximo. *