La Jornada jueves 30 de septiembre de 1999

UNAM: NO A LA REPRESION

SOL La evolución del conflicto que vive la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) empieza a tomar una dirección auspiciosa. Si bien el detonador de la prolongada huelga estudiantil fue la aprobación, por parte del Consejo Universitario y a iniciativa del rector Francisco Barnés, de un reglamento de pagos que establecía una actualización de las cuotas en la máxima casa de estudios, ha ido abriéndose paso la percepción de que en el paro se expresa la existencia de visiones y proyectos distintos -y acaso confrontados- de universidad, y que el conflicto tiene, por ello, una raíz política innegable. Ayer, el presidente Ernesto Zedillo retomó esta idea, que excluye todo intento de solución autoritaria y represiva en la UNAM, en lo que constituyó una clara toma de posición en favor del diálogo, la cordura y el respeto a la autonomía.

Es obligado reconocer que esta actitud positiva por parte del Ejecutivo federal, compartida por amplios sectores de la sociedad, es ilustrativa del sólido desarrollo de la conciencia cívica y política que ha tenido lugar en el país en las últimas tres décadas, e indica que los crímenes del poder público contra el movimiento estudiantil de 1968 y las medidas de persecución policial contra los opositores en los años setenta se han ido convirtiendo en un consenso en torno a referentes negativos, ejemplos de lo que no debe repetirse nunca más.

Por otra parte, debe destacarse que el avance de actitudes como la que recogió ayer el titular del Ejecutivo ocurre a pesar de las campañas de linchamiento mediático que se llevan a cabo contra los paristas desde el inicio del conflicto, y pese a las posiciones irreductibles e intolerantes que se expresan tanto en el bando de rectoría como en el seno del Consejo General de Huelga (CGH).

Adentro de la UNAM, la propuesta de los universitarios eméritos, pese a los rechazos iniciales, ha ido ganando terreno en forma sostenida, y crecientes sectores de la comunidad universitaria convergen en la necesidad de aislar los radicalismos de ambos lados, como un paso indispensable hacia la superación de la huelga y el inicio de un necesario proceso de transformación de la máxima institución de educación superior del país.

En conjunto, los hechos referidos configuran un ambiente propicio para resolver el conflicto. Cabe esperar, por el bien de la universidad y del país, que esa solución esté próxima.