En los últimos días se han hecho frecuentes referencias al problema de la pobreza en el país. En su Informe ante el Congreso, el Presidente se refirió a las acciones que está desarrollando el gobierno para combatirla. En sus recientes intervenciones, el nuevo secretario de Desarrollo Social ha profundizado en diferentes estimaciones acerca del número de familias en esta condición, mientras que en la reunión anual del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI), que se está realizando en estos días, el presidente del BM ha señalado que la pobreza es la asignatura que México no ha podido resolver, a la vez que destacó la urgencia de atacarla.
Según la metodología que se utilice, la estimación del número de pobres puede diferir mucho. De acuerdo con Julio Boltvinik, aplicando la del programa gubernamental Progresa, orientado específicamente a combatir este problema, en el país existen 22 millones de pobres extremos, mientras que, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, hay 67 millones, de los cuales, 39 millones son extremadamente pobres (J. Boltvinik, Los excluidos del Progresa, Ojarasca, septiembre de 1999). Por su parte, en el informe presentado por el Banco Mundial esta semana, se señala que aplicando la línea internacional de pobreza de un dólar diario a paridad de poder de compra (equivalente a alrededor de 20 pesos), 15 por ciento de los habitantes del país son pobres, dado que viven con una cantidad menor, mientras que si esta línea se eleva a 2 dólares diarios, 40 millones de mexicanos caen en esta categoría (The World Bank, World Development Report 1999/2000, Washington, 1999).
Cuando los funcionarios del gobierno presentan la escala del programa de combate a la pobreza ponen énfasis exclusivamente en los planes sociales, es decir, en la magnitud del gasto público asignado a funciones como educación, salud, infraestructura para agua potable y drenaje, alumbrado público, etcétera. Por su parte, en su preocupación por este problema, el Banco Mundial ha insistido en los últimos años en la necesidad de focalizar el gasto público al combate contra la pobreza, de tal manera que sean los que viven en esta condición quienes efectivamente se beneficien de estos programas.
Evidentemente, todas estas acciones son importantes para mejorar los niveles de vida de la población pobre. Sin embargo, son insuficientes no sólo porque los recursos dedicados a este propósito lo sean, sino por el hecho de que los niveles de bienestar no están determinados sólo por la magnitud del gasto social. El bienestar de una familia depende de su nivel de consumo, el cual puede dividirse en dos partes. Una es el consumo social, cuya magnitud está determinada por el gasto social del gobierno. La otra es el consumo privado, el cual es financiado con cargo a los ingresos familiares. A su vez, esta corriente depende de que los miembros de la familia tengan acceso al trabajo y de los ingresos que perciban por su esfuerzo laboral. Y precisamente aquí radica la debilidad fundamental de los programas de gobierno contra la pobreza. Está bien que se gaste en la satisfacción de las necesidades sociales, pero si la economía no es capaz de generar los empleos necesarios para absorber a las personas que año con año se incorporan a la fuerza laboral, condenándolas a incorporarse a la economía informal, no podrá resolver el problema de la pobreza. En otras palabras, la vía más efectiva para luchar contra este mal es la expansión del empleo formal y adecuadamente remunerado, lo que depende de que la economía crezca. Desde este punto de vista, el que funcionarios gubernamentales estén señalando como un gran logro que en el presente año el crecimiento del PIB podría ser mayor a 3 por ciento es, desde el punto de vista de la resolución de la pobreza, absolutamente insuficiente. A este ritmo de expansión, es inevitable que el empleo informal se expanda, lo que equivale a decir que también lo hará el número de pobres, no obstante la magnitud del gasto social. En suma, la palanca maestra para reducir la pobreza pasa por la expansión acelerada de la economía, de lo que depende la creación de buenos empleos.