DEMASIADOS APRENDICES DE BRUJOS
El director de Investigaciones Económicas del Banco de México ha propuesto poner un tope de 10 por ciento a los aumentos salariales, contra el 15 por ciento que proponen, como mínimo, las organizaciones sindicales y el presidente de la Comisión de Trabajo de la Cámara de Diputados.
Tal tope reduciría aún más los salarios reales, que han caído en promedio 25 por ciento en los últimos cuatro años, pues el porcentaje propuesto sería inferior a la inflación. El economista en cuestión considera, por lo visto, que la única variable ajustable a la baja es el salario, en el mismo momento en que aumenta la pobreza, se agrava la diferencia entre los ingresos de los riquísimos y los de la mayoría depauperada, y el país enfrenta graves problemas en la prestación de los servicios sociales que son indispensables para garantizar una vida digna a los mexicanos.
Prescinde así del hecho de que sin ingresos no hay consumo ni mercado interno y, por lo tanto, tampoco hay posibilidad de desarrollo en los sectores rurales y en la pequeña y mediana industrias, así como en el pequeño comercio. Ignora también los efectos sociales de su propuesta, como el previsible aumento de la criminalidad, de las enfermedades sociales o la caída de la productividad debido a la reducción del nivel cultural general, por sólo mencionar algunos.
Es evidente que la ortodoxia neoliberal de este funcionario gubernamental -como a los que en el bloque opositor argentino proponen reducir ulteriormente los salarios en 10 por ciento- le hace creer que sindicatos y salarios "altos" impiden que el mercado recupere por sí mismo el equilibrio.
Es igualmente obvio que los aprendices de brujo de este tipo, o de los anteriormente mencionados, creen que la cuerda social se puede estirar indefinidamente, y no saben que si, en sentido figurado, uno pretende instalar una granja avícola debe, cuando menos, alimentar y mantener sanas a las gallinas ponedoras.
Lo cierto es que esas propuestas parecen estudiadas a propósito para provocar o juntar las más variadas protestas (obrera, sindical, estudiantil, social, magisterial), de modo de crear una situación de inestabilidad tal que anule la posibilidad de una transición electoral pacífica. Es tiempo pues de que los sectores sensatos de la sociedad y en el gobierno pongan en su sitio a los aprendices de brujo, antes de que éstos desaten procesos incontrolables.