Guillermo Almeyra
La izquierda faltante

En Argentina, el voto es obligatorio y quien no lo ejerce tiene posteriormente graves problemas. Ahora bien, ya que ambos candidatos, frentes y programas tratan de parecerse lo más posible a una esponja sucia e informe embebida de política económica neoliberal, hay empresas que fletan aviones charters para llevar a los que no quieren votar a más de 500 kilómetros de su circunscripción electoral, lo cual los exime de sufragar... El repudio a la política casi idéntica de ambos grupos existe pues, pero lleva a la pasividad porque no hay en el país una alternativa, no al partido en el gobierno, sino al sistema. La idea de un "centro radical" (Giddens) que habría suplantado definitivamente al concepto de izquierda, está imponiendo un tipo de reformismo particular. O sea, adecuaciones del sistema para suavizar y facilitar su funcionamiento, evitando roces, tensiones, bloqueos (como la atenuación de la pobreza para reducir los estallidos y la delincuencia o la política de integración de algunos sectores obreros).

Una izquierda, en cambio, no es la que encara lo posible en el marco del sistema imperante y para defender a éste, sino la que encara lo posible a partir de las contradicciones y grietas del mismo para sustituirlo. En otras palabras, sus pasos transitorios, incluso las reformas que propone, deben ampliar en los sectores populares los espacios de participación, de toma de conciencia, de autorganización alternativa, la adquisición de experiencia democrática. Deben servir para elevar el tipo de conciencia política y de organización del nivel puramente democrático, ya de por sí muy importante, a un nivel alternativo al capitalismo. O sea, deben facilitar un proceso de transición basado en la adquisición sucesiva de conceptos teóricos y de experiencias prácticas masivas para ir formando sujetos nuevos del cambio. Esa izquierda no puede dividir al mundo en puros y putos, al estilo fascista de los primitivos del "Heroico" comité de huelga nada menos que de Ciencias Políticas de la UNAM, ni hacerles asco al nacionalismo, a los movimientos cuyas direcciones --llamadas centristas-- no son alternativas al sistema ni quieren serlo. Al fin y al cabo el Movimiento de los Sin Tierra brasileño persigue la propiedad de la tierra para sus integrantes y todas las reivindicaciones del zapatismo teóricamente son absolutamente compatibles con el sistema. Pero el problema real reside en que el mismo no funciona meramente según la economía, pues no puede aceptar movimientos que ponen en cuestión la relación de fuerzas sociales y la dominación capitalista de las mentes. La liberación de éstas sólo se logra ganando confianza y organizándose en la lucha por objetivos parciales que cambien la relación de fuerzas, que ayuden a identificar los sectores desperdigados de los oprimidos, que les den confianza en sí mismos, les permitan generar sus propios líderes. De modo tal que una izquierda real, aunque comprenda y combata teóricamente el nacionalismo o el peso de las creencias religiosas, debe diferenciar entre los distintos nacionalismos, no para acomodarse al "revolucionario" sino para partir de ese nivel de conciencia con el fin de llevar a una mundialización alternativa al capital de las luchas nacionales, y debe diferenciar también entre el uso de la religión como instrumento de dominación (como los mullahs o los talibanes) o, en cambio, como instrumento de identificación transitoria, de los zapatistas de Emiliano Zapata o de los inmigrantes a quienes se les intenta asimilar y se les niega su identidad (musulmanes en Francia o Alemania).

Es difícil que los del "todo o nada" estén de acuerdo con esto, pero ellos no sirven para nada sino para impedir razonar y crear una real izquierda que analice los problemas y trate de organizar el pensamiento de las mayorías (que no son de izquierda, debido al pasado de ésta, ni lo serán si dependiese de los "heroicos" y de sus mentores y apoyos "intelectuales"). Para éstos, en efecto, todo es muy fácil porque los demás --los profesores eméritos, La Jornada, Cárdenas, etcétera (para poner ejemplos locales claros para los lectores, pero también hay otros en cada país-- serían "enemigos del pueblo" iguales en todo lo fundamental a los otros "enemigos" de otra calaña. Pero los denuestos y condenas a diestra y siniestra no cambian nada pero confunden a la izquierda social que debe convertirse en izquierda real.

galmeyra@ jornada.com.mx