Ť Carlos Fuentes, Eduardo Galeano y José Saramago, entre los firmantes


Signan 23 personalidades de AL un manifiesto en favor de la infancia

Ť De 190 millones de niños que habitan en la región, 50% vive en la extrema pobreza Ť Cada año

fallecen 500 mil menores a causa de enfermedades prevenibles Ť Educación, una de las carencias

César Güemes Ť Por muy diversas razones, este 2 de octubre no quedará en el olvido. Signado por un total de 23 personalidades del mundo cultural iberoamericano, fue dado a conocer la tarde de este sábado el Manifiesto por la infancia y la adolescencia de América Latina y el Caribe. Los abajo firmantes son, todos, de distintas maneras, representativos de sus países: Jorge Enrique Adoum, Héctor Aguilar Camín, Isabel Allende, Jorge Amado, Mario Benedetti, Belisario Betancur, Arturo Corcuera, Thiago de Mello, Eulalio Ferrer, Carlos Fuentes, Eduardo Galeano, Gabriel García Márquez, Angeles Mastretta, Rigoberta Menchú, Rosa Montero, Alvaro Mutis, Nélida Piñón, Elena Poniatowska, Ernesto Sábato, José Saramago, Fernando Savater, Mercedes Sosa y Derek Walkott.

Y el apremio no es para menos. En 1990 tuvo lugar la Cumbre Mundial por la Infancia. A partir de ella, los países iberoamericanos se comprometieron a fin de trabajar en favor del ámbito que niños y jóvenes precisan. El año mencionado se establecieron metas mínimas en los terrenos de salud, educación, nutrición, agua, saneamiento y protección de la infancia, de manera que los objetivos se cumplieran antes de finalizar el 2000. De manera específica se señaló que las niñas han de ser tratadas con igualdad a fin de que cuando en su momento lleguen a ser mujeres y, en su caso, madres, contribuyan al progreso natural de las naciones. De forma posterior, en las cumbres iberoamericanas que han sucedido de entonces hacia acá, fue ratificada la convención del 90. A ellas les sucedieron las reuniones ministeriales celebradas en nuestro país, Colombia, Chile y Perú. Esta última, en Lima, es la postrera antes del reporte final que en el 2000 elaborarán los países suscribientes ante Naciones Unidas.

Luego de la reunión de Lima se vio fortalecido el compromiso de los países del área, además de que se hizo un nuevo llamado para alcanzar los objetivos que aún no se cumplen. La misma intención motiva el manifiesto difundido ayer porque, como hizo notar Belisario Betancur, "a los creadores se nos ha hecho tarde para acometer estas tareas".

notables-a-favor-ni–os-jpg El avance, ciertamente, existe: en los más recientes diez años, por ejemplo, está casi ganada la pelea en contra de enfermedades como poliomielitis y sarampión. Los países de la región han mantenido desde entonces un promedio de 85 por ciento de niños vacunados contra esos padecimientos. Otra de las metas era abatir la tasa de mortalidad en menores de cinco años, que hoy es un tercio de lo que era hace tres décadas. Sin embargo, anualmente, en números estimados, fallecen medio millón de niños a causa de enfermedades prevenibles, como diarrea, infecciones durante el parto o problemas respiratorios. En el rubro de la alimentación, se ha puesto especial énfasis en yodar la sal, fortificar las harinas y el azúcar con hierro, y suministrar complementos alimenticios que contengan vitamina A.

Pese a ello, en América Latina y el Caribe habitan al menos 4 millones de niños que padecen desnutrición. De entre éstos, 114 mil mueren cada doce meses como resultado de esa circunstancia. Otro tanto pasa con las madres, de las cuales la cifra de mortalidad es de 23 mil por año debido a falta de atención adecuada durante el periodo de gestación y en el parto. Tan grave es la problemática que es posible afirmar que cada 20 minutos fallece una mujer de los países del área por las razones mencionadas.

La escolaridad, en el renglón básico, cuenta con un nivel de asistencia de 86 por ciento. A lo cual hay que agregar que 50 por ciento de los niños que acuden a la primaria dejan la escuela antes de concluir el cuarto grado. En muchas ocasiones este hecho obedece a que las familias a que pertenecen requieren que desde su temprana edad se incorporen al trabajo. El contraste es muy claro, mientras que los llamados países desarrollados invierten cada año mil 211 dólares por pesona en educar a sus ciudadanos, en nuestra región el promedio es de apenas 48 dólares. Es verdad que la sola inversión no ofrece garantía de avance. El resultado final de la educación, además de la cantidad proviene de la calidad de la misma. No hay suficientes maestros en activo, no se cuenta con programas de estudio que incorporen los avances pedagógicos modernos y que tomen en cuenta la perspectiva de los niños.

En cuanto al respeto a los derechos de los menores, todos los países de la región han ratificado su apego a la Convención sobre los Derechos del Niño, así como los compromisos adquiridos en la Cumbre Mundial de la Infancia y otras varias reuniones en torno al tema. Sin embargo, son innegables los problemas que caen en este rubro y que viven los niños del área: el sida, la drogadicción y el trabajo infantil, que fácilmente se convierte en explotación.

Es preciso, aunque parezca asunto de Perogrullo, que todos los niños tengan un nombre y una nacionalidad. Por ahora no es así: hay al menos un millón de niños que de dejan de registrar anualmente, con lo cual se dificulta no sólo la existencia de cada uno de ellos, sino la posibilidad de que sean tomados en cuenta en los proyectos de cada país.

El resumen del conflicto es abrumador: en la región habitan 190 millones de niños, de los cuales 50 por ciento subsisten en condiciones de pobreza extrema, con todo lo que ello implica.