Néstor de Buen
El STUNAM en su laberinto

EL PROXIMO 31 DE OCTUBRE vence el contrato colectivo de trabajo ce-lebrado entre la UNAM y el STUNAM que comanda Agustín Rodríguez. Como lo único revisable son los salarios con anticipación superior a los 30 días que marca la LFT, el sindicato presentó ya su pliego de peticiones que se limita a exigir un aumento de 40 por ciento.

Obviamente, el sindicato plantea el emplazamiento a huelga como alternativa para el caso de que la UNAM no acepte otorgar el aumento solicitado. Todo dentro de la normalidad.

Pero hay problemas en el camino del sindicato, que no son mínimos. Como se sabe, la huelga consiste simple y sencillamente en la suspensión del trabajo decretada por una coalición de trabajadores. El sindicato es, por su propia naturaleza, una coalición. Pero la UNAM lleva una serie de meses sin realizar labores, al menos las académicas. Claro está que se llevan a cabo normalmente labores administrativas, y excepcionalmente alguna académica (extramuros). Aunque en lo esencial el estallido de la huelga no cambiaría el estado de las cosas, ello pondría en duda la suspensión misma de las labores que, de acuerdo con alguna ejecutoria dictada por un tribunal colegiado del primer circuito en materia de trabajo, no se puede producir si desde antes del estallido de la huelga no hay labores. No comparto esa tesis, por cierto, porque sería muy fácil que cualquier patrón suspendiera sus labores dos días antes de la huelga para que ésta no las resuspendiera. Pero así son algunos colegiados.

La consecuencia sería que la huelga podría ser declarada inexistente a petición de la UNAM, dentro de incidente respectivo.

Pero en el supuesto de que se admitiera que aunque sea en una medida pequeña sí hay labores, ya que inclusive se pagan los salarios a los trabajadores, aunque no presten el servicio por culpa del paro de los estudiantes, la presencia de esos paristas (aquí el nombre de huelguistas empezaría a sufrir por los efectos de la competencia laboral) dentro del campus constituiría la continuación de la situación vigente en la UNAM, de tal manera que difícilmente el estallido formal de la huelga ųcolocación de las banderas, signos típicos del paroų equivaldría a la suspensión de las labores. Sin olvidar que, a partir de la huelga, el sindicato sería el responsable de las instalaciones. Porque la huelga no es compatible con la estancia de personas propias o extrañas, salvo las guardias formalmente declaradas dentro de las empresas, y ese solo hecho justificaría a su vez la declaración de inexistencia.

Pero, además, Ƒcuál sería la actitud de la UNAM frente a las peticiones del sindicato de la institución?

A partir de un famoso convenio, la UNAM paga los salarios sin recibir a cambio el servicio, salvo algunos excepcionales de mantenimiento y escasos administrativos. Continuar hasta el infinito con esa situación no parece nada conveniente. Y es evidente que el estallido de la huelga colocaría a la universidad en una situación mucho más cómoda, y desde luego mucho más barata: dejaría de pagar salarios. Ante la incertidumbre de la reanudación normal de los trabajos, sustentada sobre todo en la actitud incomprensible de las autoridades, que declinan su responsabilidad y se niegan a dar trámite a las denuncias presentadas a la UNAM, le conviene mucho más la huelga huelga que la huelga paro. Y lo más probable es que ni siquiera ofrezca un mínimo de aumento y que no acepte, inclusive, salvo las exigencias de comparecencia por parte de la autoridad laboral, entrar en pláticas conciliatorias.

En mi concepto, la simple colocación de las banderas, pero con los paristas dentro de casa, no comprobará el estallido de la huelga. De hecho, la presencia de los estudiantes en paro implica la continuación de las labores, aunque se trate de labores más que discutibles. Y como no parece que se quieran ir por solidaridad (a diferencia de la evidente solidaridad económica y de todo tipo del STUNAM con los huelguistas), todo hace suponer que el sindicato puede enfrentar un serio problema de inexistencia de la huelga y pérdida del derecho, por un año, para reclamar aumento salarial.

Su única alternativa sería el fin del paro, la reanudación normal de las labores antes de fin de mes y, a partir de allí, pláticas y una huelga de verdad, en caso de no haber acuerdo.

Lo que me parece que en las actuales condiciones es una maravillosa utopía. Y aunque creo en las utopías, esa no forma parte de mis previsiones. *