Lo mejor de las novilladas es la cerveza más clara y transparente. šQué misterio tan hondo y magnífico, el del líquido tocado por el blanco turbante de la espuma! šQué deslumbradora su nitidez y que alegrita su sepia! A veces una ráfaga de viento desgarraba ésta, en largas ondas, que parecían renglones de versos modernos, irregulares, sin metro, ni medida, escritos con tinta sangre de fuego, en el horizonte de la plaza.
Otras veces la cerveza parecía dormir en las tranquilas escaleras del palacio encantado del toreo, curveada, maciza y blanca, como bola de nieve. šCómo se me antojaba navegar como el líquido impregnando de un suave aroma de levadura en los cóncavos senos! Esa mansión de ensueño con sus olas de inquieta brisa para hacer el vuelo y dejar la larga y aburrida novillada.
šPor fin! Volamos los cabales por los aires en compañía de la dorada espuma, que al degustarla se deshacía en espirales infinitas, promotoras de sensaciones. Cuneo al ritmo de la femenina ternura, evocadora de inasible nostalgia de lo que fue el toreo y se esfumó como el tiempo. Sueño acompañado de visiones bellísimas, música angelical y perfume voluptuoso.
Tan tiernos estábamos en nuestro cachondeo que, la piel se volvía membrillo cocido, escalofriado en las caricias de la tarde que se hizo noche embrujada y nos fundimos y desfundimos en el estar y no estar, entre murmullos de incoherencia cervecera, laxitud subyugadora, alianza entre el sugerir y el refrenar, en la más peligrosa de las coqueterías; la inesperada. Como inesperado fue un espléndido trincherazo de José Arroyo que se presentaba, después de perder un ojo en una tienta.
Llamear de burbujas súbitamente recobradas de gravedad ųcon la fuerza de pase de Arroyoų, confusionando, despistando, previniendo deseos de calma y reposo, en vez de deslumbrar con su belleza, evocadora de recuerdos que nos hacían revivir los lances amorosos ųno torerosų, intensos y desconcertantes, en el recorrido de la ruta intensa impresión emotiva. Propiciaba el ensueño, vapores de pájaro invisible, al tiempo que la tarde se fue durmiendo, bajo la lluvia de espuma que se quedó en el cuerpo sin partida, ni llegada y nos llevó hacia la nada.
Adorada nada que nos sacó del sopor cervecero de ver a tres novilleros ųArroyo, El Arriero y Manolo Lópezų sin ganas de ser, revolotear que no torear, alrededor de los gordos novillones de Tequisquiapan ųsospechosos de afeitadoų uno, espléndido el segundo, a los que molían a base de "derechazos", si es, que a eso, se le pueden llamar "derechazos". En la nada, salimos del caso, hechos uno, con la dorada transparencia de la más rubia de las cervezas.