Ť La orquesta del conservatorio de Meknés, en el FIC


La música andaluza marroquí, llamado al amor y la reflexión

Ť Estrechar lazos entre México y Marruecos, propone el director

Angel Vargas, enviado, Guanajuato, Gto., 3 de octubre Ť Privilegio de sultanes en alguna época y a la fecha sólo de una elite, la música andaluza marroquí es un llamado al amor y la alegría, al baile y la fiesta, pero también a la reflexión y la espiritualidad.

En su presentación cervantina, la Orquesta del Conservatorio Nacional de Meknés ofreció este domingo una degustación de casi dos horas de ese valor cultural de Marruecos, cuyo sonido parece por momentos emerger de algún fantástico relato de Las mil y una noches, y por otros, de la vena gitana del canto flamenco.

Esta música ancestral, según algunas investigaciones, sintetiza tanto las escalas de la música occidental como las de la oriental, según el director técnico de la agrupación, Mohammed Zemmama.

Explica que la presencia de los siete músicos en México ųtodos ellos de formación clásicaų obedece al deseo e inquietud de difundir y estrechar los vínculos culturales entre su país y el nuestro, "mediante el mejor instrumento que puede existir: la música".

La orquesta y su proceder son por sí mismos un espectáculo. Vestidos con túnicas color marfil, babuchas amarillas y gorros en vino, los intérpretes engendran melodías y cantos que embelesan y embriagan, que seducen e invitan a danzar. Son una evocación al espíritu, esa parte del ser humano que la modernidad ha relegado al olvido. La evasión de la opresión.

Cierto que de los instrumentos que utilizan, sólo el rabab (especie de violín rústico de dos cuerdas, sin caja de resonancia) y los laudes resultan un tanto excéntricos por estos lares, pero la forma en que acomodan los violines para ejecutarlos, sostenido sobre una rodilla en vez del mentón, también es peculiar.

De su ritmo se puede decir que tiene el sabor picoso de la alegría, cuando se impone la parte oriental, y el ácido de la tristeza, cuando la occidental.

En su programa intitulado Paseo entre los modos y ritmos de las nubas de la música andaluza marroquí ųque ofrecerán también el 7 en Cuernavaca (Morelos), el 8 en Metepec (estado de México), el 9 en Acámbaro (Michoacán) y el 10 en Silao (Guanajuato)ų, la orquesta interpreta fragmentos de las 11 nubas que existen en la música andaluza-marroquí.

Mohammed Zemmama señala que los orígenes de este género se remontan al siglo IX, en una zona que aquel entonces se llamaba Al-Andalus ųubicada en la actual Españaų y en la que cohabitaban musulmanes, cristianos, judíos, árabes, beréberes, íberos y otros, como consecuencia de la conquista musulmana.

"Transmitida oralmente desde entonces de generación en generación, la música andaluza marroquí fue al mismo tiempo bien conservada y enriquecida en tierras marroquíes", consigna en un texto elaborado por la agrupación, en el cual también se explica qué es la nuba.

"La nuba es la estructura de base en la música andaluza. En Marruecos, existen 11 nubas, designada cada una por el modo principal que en ellas se encuentran. Una nuba se compone de cinco partes designadas cada una por el ritmo (Mizan) que la carecteriza. La base de célula de la nuba es la Sana'a, cuyo modelo se constituye generalmente de un poema cantado de cinco versos, interpretado por los propios músicos y por cantores solistas".

La sucesión de Sann'at está marcada por diferentes piezas musicales que dan a una nuba toda su diversidad: al principio un preludio (Bugya), pieza no rítmica que anuncia el modo; después una o varias Twishya, pieza o piezas musicales rítmicas y sin letra; llega posteriormente el turno de un instrumentista solista o un cantor solista, concluye el director técnico.

Aplausos a The visitors

En el final del estreno de The visitors, la única ópera de Carlos Chávez, se escucharon aplausos ininterrumpidos durante tres minutos y medio. Con la participación de la orquesta y el coro del Teatro de Bellas Artes, y de la soprano Lourdes Ambriz, la mezzosoprano Encarnación Vázquez, el tenor Randoplh Locke, el barítono Jesús Suaste y el bajo Marc Embree, el sábado por la noche discurrieron una serie de metáforas sobre diversos apetitos humanos.

La partitura de Carlos Chávez, en ininterrumpido y pleno intercambio carnal con el discurso lírico del poeta Chester Kallman, es siempre, aun en sus silencios, un personaje más que define la gama de sensaciones y sentimientos que se incuban en los pasajes de la obra.