CIUDAD PERDIDA Ť Miguel Angel Velázquez

Ť Los jaloneos entre el PRD y el PRI

Ť En la mesa, votos por liberaciones

La propuesta había llegado a las manos priístas. Para Milpa Alta, Juan N. Guerra, y para Gustavo A. Madero, Víctor Quintana. Ninguna de las opciones parecía importar a la organización política, pero era el momento, la oportunidad, de asestar un golpe al PRD o ¿a la legalidad?

Era tratar de reconstruir la complicidad, mirar, otra vez, hacia la impunidad. El momento justo. Manuel Aguilera, líder del PRI en el Distrito Federal, y Oscar Levín, su segundo, buscaron a los líderes del PRD y lanzaron la propuesta.

En la idea priísta se trataba de una negociación simple, de las de siempre. Un simple intercambio de intereses sin ninguna trascendencia.

Los nuevos delegados van, dijeron los priístas, aunque siempre hay un pero. A estas alturas, ni modo para ellos, era necesario hacer política, y con esa se fueron.

Era tan fácil, uno por otro. Juan N. Guerra sería delegado si se excarcelaba a Silvia Sánchez Rico, y Víctor Quintana mandaría en la GAM, siempre y cuando Pancho de la Cruz saliera del reclusorio. Fácil.

Las deudas de ley se podían arreglar, olvidar. Nada nuevo, nada que marcara, pero por el contrario, para el PRD sería llevar el voto de los priístas y cumplir con la tarea.

No hubo negociación, y en el PRI las cosas quedaron claras. El PRD no quiere el diálogo, no acepta la crítica y se ``hace política girando órdenes de aprehensión''.

Las cosas entre los dos partidos siguen mal, como que unos jalan para un lado y los otros para el suyo propio. Como que no se ponen de acuerdo. Nada más hay que ver ahora el pleito que tienen por las reformas al Código Penal.

Vicente Fox

En una vieja casona convertida en restaurante, el panista Vicente Fox citó a un grupo de periodistas, de analistas, todos ellos conectados con el quehacer político del país.

Para todos fue un menú cuyo plato fuerte era un filete mignon en salsa de champiñones, sin opción, me dicen algunos de los que asistieron. Pero Fox pintó su raya. Para él, una lonja de pescado de principal, una sopita bien gratinada y alguna ensalada.

La diferencia no sorprendió mucho a los invitados, pero minutos después sí lo hizo. Palabras más o menos les pidió que le dejaran ``abaratar la política'', y les explicó el símil entre vender un refresco y meterse en el gusto de la gente para llegar a la Presidencia de la República.

Y no sólo eso, también les mostró sus cartas de gobierno. Muy pocos panistas en su gabinete, como lo reseña Pepe Reveles en El Financiero el día de ayer.

Total que aquello de la camisa azul y de la lealtad al partido parece otra baladronada del candidato. No quiere a los panistas en su gobierno. Nada más quiere sus votos. Eso es pragmatismo. Eso pinta de pies a cabeza a Fox.

Rudeza en la UNAM

Las acciones desarrolladas ayer por los estudiantes antiparistas parecen atender a una nueva línea de ataque diseñada desde la propia rectoría.

Y no decimos que la idea pudo haber sido acordada con la bendición del secretario de Gobernación, Diódoro Carrasco, porque a este funcionario el rector simplemente no le hace caso.

La estrategia de la fuerza ya había sido analizada, es más, el 26 de julio se estableció como la fecha para ``recuperar la UNAM''. Barnés estaba decidido y las autoridades parecían convencidas.

Un día antes, el 25, ante un grupo de funcionariosse presentó un estudio o panorama llamado El día después, en el que se detallaba el posible escenario de la ciudad luego de una acción de fuerza sobre los paristas universitarios.

El proyecto, una vez leído y analizado, se desechó. Ningún dato apuntaba la posibilidad de evitar una serie de conflictos el día después en la ciudad y en todo el país.

Hoy, entre la toma y la retoma de las instalaciones de Acatlán y las declaraciones de Barnés para evitar un congreso, desde el cual se redefina el futuro de la universidad y de la postura ahora más endurecida de los paristas, me acuerdo de aquella figura de los dos chivos a la mitad del puente.

No me acuerdo, pero ¿cuánto duró el puente?