n Del olvido al no me acuerdo, mejor opera prima del festival de Biarritz
Intenté aprehender un México que se nos va: Juan Carlos Rulfo
n Dedicado a su padre, es el filme de la ''no historia y del no encuentro'', considera el realizador
n Me importaba ir del recuerdo al amor, del amor a la vida, de la vida a la muerte y la fantasía
Raquel Peguero n Del olvido al no me acuerdo, asegura Juan Carlos Rulfo, es ''una trampa, una gran mentira, un cuento". También es ''una historia de amor, dicha con todas las historias de amor y no exclusivamente sobre la figura de mi padre". Pero, sin duda, es una película enternecedora, risueña, juguetona; un documental que no lo es aunque responda al género, porque lo que se cuenta parecen ficciones que devienen especie de road movie hacia el pasado, si es que eso existe.
El punto era ''hablar de un espíritu, cómo llegar a él y lo mejor que puedes hacer es ir con las personas a ver de qué manera sale y tomarlo", señala el realizador. La clave para hacerlo, la descubrió después de entrevistar al ahora Nobel de Literatura, Günter Grass, quien no le contó lo que esperaba sobre Juan Rulfo, pero después de un largo silencio le espetó: ''A mí sí me gustaría saber qué piensan mis hijos sobre mí". Y eso fue lo que buscaba, dice, ''la llave de esos personajes que crearon un personaje, de quien en principio pensé hacer una biografía, con información precisa, pero después se la quité y dejé el jugueteo con la persona".
Recurrir a la estructura de la memoria
Si se tratara de una biografía, explica Juan Carlos, ''están los elementos básicos del porqué alguien es como es. Algunos esperaban el dato preciso, querían ver al 'jefe', sus fotos, pero la película tiene varias lecturas; biográficamente tiene algo que no encontrarás en otra parte y que nadie se molestó en ir a buscar. Además es todo tan claro, tan fácil, no es tan místico y sí bien sencillo y evidente, porque son personajes que así hablan y habitan en una región apartada; son frescos y tienen un pasado que lo recuerdan y viven con pasión. Por eso, en el filme, están el silencio, los lenguajes, las personas y lo que quise fue jugar con ellos y revolotear en sus caras, entre sus otras aventuras y paralelamente contar todo lo quería. No necesitaba más".
Del olvido... habla ''de lo cotidiano, de los personajes, de la vida que se va, las canciones que se pierden; de la cantidad de cosas que los viejos saben y se les están olvidando. A veces les preguntaba sabiendo que no se acordaban, porque la película trata de eso, de que en ese lugar se olvidan las cosas, en un México que está olvidando todo su pasado. Este es un gran momento, un pretexto súper actual para hacer un filme con la estructura de la memoria, hablando de la memoria y del olvido, ahora que estamos a punto de arribar a un nuevo milenio".
Galardonada el pasado fin de semana como mejor opera prima del Festival de Cine de Biarritz (Francia), la película, explica Rulfo, ''está basada" en la respuesta que daba el autor de El llano en llamas, cuando sus amigos lo acompañaban a su tierra para buscar el lugar donde nació; ''pasaban horas y horas caminando y de repente le preguntaban, 'oiga don Juan, y Ƒdónde es?'; él respondía: 'Ya pasamos hace rato'; por eso se decía que era de donde da vuelta el aire. Con él nunca había precisión de nada, siempre era jugar. Cuando de niño le pedía que me ayudara en la tarea, sacaba libros y libros pero nunca aclaraba nada. Clavado en su asunto, era la peor fuente de información que podía tener, pero si se trataba de soñar y destaparte el juego de hacia dónde van los caminos y perderte en ellos, contaba grandes historias. El era así, como son los viejos de donde él nació".
Y es que, como ellos, hablaba con la estructura del 8, explica: ''No importa qué tan precisa sea la pregunta, ondean la respuesta, por eso digo que mi padre no era la mejor fuente de información, en el sentido en que todos pensaban. Fue muy particular y lo que me importaba era esa herencia con la que me quedé y es una manera de aprehender las cosas del mundo".
Aunque editada con la misma precisión y cuidado que El abuelo Cheno y otras historias, esta producción no es igual a pesar ''de que hay quienes la han visto como una continuación o parte del corto. La apuesta, aquí, es que están todos los elementos de aquélla, desde lo más abstracto hasta lo más divertido y ligero: es un espectáculo en el que aproveché el medio cinematográfico lo más que pude, usando el documental para hacer ficción, experimentación y para crear sensaciones y todo lo que uno se pueda imaginar".
Crescendo dramático
Del olvido al no me acuerdo es una película, dice Juan Carlos, ''sobre un posible error; Cheno nació de ésta porque cuando murió 'el jefe' fui a ver qué onda con sus personajes, oír qué me decían de él y nadie me decía nada. Algunos no lo conocieron, otros no lo recordaban, pero sí conocían de la muerte de mi abuelo y fue más apetecible hacer la primera, porque todo estaba hecho. En cambio, la de mi padre parecía que no había material, que estaba equivocado y debía irme a otro lado. Esta es la película de la no historia, del no encuentro".
Filmó 25 horas de entrevistas en 16 mm y tres horas en 35 mm que tienen que ver con los paisajes y tomas aéreas con que inicia su filme. En primera instancia, su documental estaba planeado para descubrir a Juan Rulfo por medio de sus amigos, quienes lo conocieron y su familia, ''pero era inacabable e impresupuestable". Así, entrevistó a Grass, Nicanor Parra, Ernesto Sábato, Oswaldo Guayasamín y Eraclio Zepeda, los que finalmente no aparecen en la película, además de Jaime Sabines y Juan José Arreola, que sí están en pantalla y cuentan algunas cosas, al lado de doña Clara, la viuda de Rulfo, y los personajes de su pueblo natal.
-La parte en que aparece tu mamá es muy fuerte...
-No quería que fuera así. Ella no había regresado a Guadalajara ni a la iglesia donde se casó, desde que lo hizo. Dramáticamente fue muy fuerte porque comenzamos en su casa de cuando era niña y a donde mi padre la fue a ver alguna vez. Caminamos por donde paseaban y fue tremendo: son cosas muy privadas que ella no ha contado a nadie; fue muy fuerte y yo no me daba cuenta. Esa parte ofrecía un atractivo adicional: el cambio de la ciudad al campo, aunque hay a quienes no les gusta, porque les rompe la esperanza de seguir viendo a los viejos de Llano Grande; pero en todo esto hay una realidad concreta porque hay un personaje muy concreto, mi padre. Los viejos también son muy reales y, por eso, cuando mi madre llega a la iglesia y tiene esa reacción que vemos, nos llegó a todos, nos rompió el juego porque adviertes que en una película, sea documental o ficción, cuando conduces las cosas hay un crescendo dramático y sucede eso que es un regalazo por la emotividad que alcanza, si bien es duro hacerle eso a tu madre. Pero es que todos los personajes son él también y las historias que no están contadas ahí -de la relación de mi madre con mi padre- a final de cuentas son también las historias de los demás.
''Es una historia de amor en la que aparece un personaje público, un intelectual, pero da lo mismo porque también están Juan José Arreola, mi padrino Manuel Cosío y Jaime Sabines.''
-ƑEl guión lo escribiste hasta la edición?
-Sí, el montaje fue duro porque parecía que no había material muy concreto. No podía ser antes, porque salieron cosas que no imaginaba y debía dejarme llevar. Lo que me importaba era dejar la sensación de la historia y lo difícil era escoger las partes que quedaron, y que dieran una estructura que pasara del recuerdo al amor, del amor a la vida, de la vida a la muerte y a la fantasía. Lo único que lamento fue haberme tardado tanto, un año y ocho meses en la edición, pero requería distancia porque todo me golpeó muchísimo. Necesitaba aire para no trastabillar.
-En tu historia se habla mucho del diablo. ƑJuan Rulfo era el diablo?
-Quién sabe (se ríe), a lo mejor.
(Del olvido al no me acuerdo se proyectará hoy, a las 21:00 horas, en la Cineteca Nacional. Estará presente su realizador.)