Jean Meyer
Septiembre negro

EL GOBIERNO Y EL ALTO MANDO rusos están a punto de caer en la trampa profunda que les puso Shamil Basayev, el señor de la guerra chechén, y quizá alguien más. Para derrotar a Basayev, quien golpea impunemente a Daguestán --estado de la federación de Rusia--, antes de retirarse a su santuario en Chechenia, los rusos están a punto de cometer el mismo error que los estadunidenses cuando decidieron invadir el santuario vietcong de Camboya, en aquel entonces apacible reino neutral. Después de algún éxito militar inicial vino el desastre en grande y el triunfo de los jmeres rojos, portadores del ulterior genocidio. Estados Unidos perdió la guerra y los pueblos de Indochina sufrieron horrores. Bien podría Rusia perder la guerra si se extiende al Cáucaso; en tal caso los pueblos de dicha región serían las víctimas de la guerra y del caos ulterior. ¿Cómo hemos llegado al borde del abismo?

La guerra en Chechenia (1994-1996) terminó con el fracaso militar ruso y los acuerdos de Jasav Yurt, negociados por dos veteranos de Afganistán: el ruso Lebed, el chechén Masjadov, dos hombres valientes, dos hombres de palabra. Se fijó un plazo de cinco años para resolver el estatuto de la República Chechén, pero a los pocos meses, Lebed salía violentamente del gobierno ruso y todo el proceso quedó estancado. El pueblo chechén, deseoso de paz, llevó al poder por la vía electoral a Masjadov, para gran enojo de ``señores de la guerra'' como Shamil Basayev, el cual no se contentó ni con la vicepresidencia ni con la dirección de las fuerzas armadas que le dio el iluso Masjadov. Es más, Basayev intentó derrocar y luego eliminar físicamente al presidente electo. Como fracasó, pasó a la ofensiva en el Daguestán vecino para regresar a Chechenia con la gloria militar del libertador de los musulmanes del Cáucaso, al cual pretende ``liberar'' en su totalidad.

Es así como lanzó dos ofensivas, a partir de Chechenia, en agosto, luego en septiembre, acompañadas de una serie de bombazos (no firmados) en Rusia que causaron unos 300 muertos civiles. Así se desató el pánico, el odio y la histeria antichechén.

Mientras que la opinión pública no había aceptado la primera guerra de Chechenia, ahora la indignación es general; todos los partidos políticos han pedido medidas drásticas y casi nadie protesta cuando el alcalde de Moscú ordena grandes redadas contra todos los ``negros'' (así les dicen a los chechén y a otros del Cáucaso). El presidente Yeltsin dijo noblemente que había que distinguir entre el pueblo chechén y el Islam por un lado y los criminales por el otro; pero prensa y televisión no hicieron caso proclamando que ``el único buen chechén, es el chechén muerto'', que ``hay que arrasar al nido de bandidos'', ``mátenlos hasta el último'', ``una sola solución: bombardear a Chechenia''.

Bien pudo el presidente Masjadov protestar que Basayev no representa ni a Chechenia ni a los chechén, bien pudo pedir diez veces un encuentro con las autoridades rusas, bien pudo el gran mufti declarar que la guerra de Basayev no es ``la guerra santa'', sino un engaño, el partido de la guerra ganó fuerza. Según el nuevo primer ministro, Vladimir Putin, los acuerdos de Jasav Yurt fueron un error y, por lo tanto, Rusia no se considera más ligada por ellos. Yendo más lejos, el inefable Zhirinovski propone arrestar al autor de dichos acuerdos, el general LebedÉ el cual es partidario de la fuerza con Basayev y de la diplomacia con Chechenia.

Hace diez días ya que la aviación rusa bombardea a Chechenia cada día, destruyendo sistemáticamente todo, repitiendo (dice el alto mando) la estrategia de la OTAN contra SerbiaÉ Pero Grozny no es Belgrado, no hay ningún Milosevich y Masjadov no oprime ningún Kosovo. Además, los bombardeos rusos han causado en una semana tantas víctimas civiles como los de la OTAN en dos meses. Estados Unidos y Europa acaban de manifestar su preocupación y Moscú respondió que se trata de ``un problema interno de Rusia'' y de la lucha contra el terrorismo internacional. Luego sus tropas entraron en Chechenia. Cuando la primera guerra, el general Lebed dijo:

``Cuando llegamos en Afganistán, el 90 por ciento de la población nos recibió con los brazos abiertos. Cuando salimos el 100 por ciento nos odiaba. ¿Por qué? Un día, dispararon sobre una columna nuestra. El comandante arrasó la aldea vecina, luego arrasamos otros pueblos, luego fue la guerra total y los campesinos locales ya no tenían nada que perder. Pasará lo mismo en Chechenia''. Parece que la lección no ha servido y que el mes de octubre va a ser muy negro.