n Acusa al magnate Berezovsky de fomentar el ataque a Chechenia
Consecuencia de la lucha por el poder, la agresión rusa: Masjadov
n Murieron 48 personas en las últimas 12 horas víctimas de los bombardeos de Moscú, dice Grozny
n La guerra, para sumar puntos a Putin o usarse como pretexto para decretar el estado de excepción
Juan Pablo Duch, corresponsal, Moscú, 6 de octubre n El presidente de la independentista república de Chechenia, Aslan Masjadov, está convencido de que la nueva guerra en el Cáucaso del norte podría reeditar la tragedia de 1994-1996 --cerca de 100 mil muertos por ambos bandos--, y "es consecuencia de la situación interna en Rusia, de la lucha por el poder".
Por lo pronto, fuentes de la presidencia chechena dijeron que 48 personas --entre ellos una veintena de refugiados-- murieron en las últimas 12 horas víctimas de los bombardeos rusos en el norte del país, zona que ha sido abandonada por los rebeldes islamistas.
Para Masjadov, en la toma de decisiones y dinero gastado para forzar la actual intervención militar rusa en Chechenia mucho tuvo que ver el intocable magnate ruso Boris Berezovsky.
No es la primera denuncia en este sentido: a partir de la invasión de Daguestán por grupos paramilitares wahabitas bajo el mando de Shamil Basaiev, la sombra de Berezovsky ha estado siempre ahí.
El propio Berezovsky, ante las contundentes pruebas publicadas por la prensa rusa, debió admitir que entregó a Movladi Udugov, uno de los principales ideólogos del extremismo islámico, cerca de 2 millones y medio de dólares para "la reconstrucción de Chechenia".
Es la única cantidad documentada y se sospecha que la "generosidad" del magnate, que ha servido para adquirir armamento altamente desarrollado, ha sido 10 veces mayor a la admitida.
Pero Berezovsky, como parte del círculo íntimo del presidente Boris Yeltsin, no actúa contra los intereses del Kremlin.
Desde la perspectiva del grupo gobernante, el conflicto armado en el Cáucaso del norte, dependiendo de cómo evolucione, podría sumar puntos al ranking del primer ministro Vladimir Putin, o usarse como pretexto para decretar el estado de excepción y suspender los comicios parlamentarios de diciembre próximo.
Pero Berezovsky dejaría de ser Berezovsky si se limitara a defender los intereses compartidos y no tuviera, además, intereses particulares.
En este caso, si Putin fracasa, tendría más argumentos para promover a quien quisiera ver como jefe de gobierno, al general Alexander Lebed, por más que ambos se esfuercen por desmentir su cercanía.
Modelo bélico de la OTAN
Colocadas las fichas sobre el tablero, sólo queda esperar, ya que hasta ahora la operación terrestre del ejército ruso, que fue precedida de intensos bombardeos aéreos siguiendo al pie de la letra el modelo empleado por la Organización del Tratado del Atlántico Norte contra Serbia, avanza sin mayores contratiempos.
Las tropas federales rusas ocupan ya un tercio del territorio de Chechenia, la parte norte hasta el estratégico río Terek, donde se ha establecido una "franja de seguridad", región en la cual se piensa reubicar a los casi 120 mil refugiados que han huido hacia Ingushetia, Daguestán, Stavropol y otras regiones vecinas.
No está claro qué sigue. De las declaraciones de Putin se desprende que la guerra de Chechenia debe entrar en una fase decisiva, mucho más compleja y riesgosa, y así se interpretan sus palabras de que el objetivo final es "recuperar Chechenia como parte de la Federación Rusa" y no sólo destruir el terrorismo y su infraestructura.
Sin embargo, ello implicaría trasladar los combates a una zona de montañas y bosques mucho más adversa que la llanura predominante en la parte septentrional, fácil de ocupar con tanques y blindados.
Los estrategas militares rusos están conscientes que del otro lado del río Terek los hombres de Basaiev, que han proclamado una guerra santa contra Rusia, son prácticamente invulnerables, a menos que se aplique contra ellos una táctica de suelos arrasados, napalm y otros componentes de la guerra química incluidos, que tendría un elevadísimo costo entre la población civil, ya de por sí muy castigada.
La amarga experiencia de la contienda pasada sugeriría no precipitarse en intentar una nueva toma de Grozny, la capital chechena, una ciudad devastada que sobrevive al horror de la guerra prácticamente sin agua ni electricidad.
El intento anterior comenzó la noche vieja de 1994 y duró varios meses.
A la vez, Putin --quien pidió hoy mil millones de dólares más para el presupuesto de defensa-- se enfrenta al reloj y necesita anotarse un gran éxito militar, pronto y sin demoras.
Independientemente de qué curso tome la operación terrestre en Chechenia, Putin parece obsesionado con la idea de ejecutar al comandante de los rebeldes, Basaiev, y a su subalterno, Jattab, a quienes se atribuyen oficialmente los recientes atentados terroristas en Moscú y otras ciudades rusas.
Los servicios secretos están listos para cumplir la orden. Para el teniente coronel Vladimir Yakovlev, miembro del comando que en la primavera de 1996 eliminó al entonces máximo dirigente checheno Dzhojar Dudaiev, "Basaiev y Jattab están condenados a muerte".
"Tenemos gente --declaró Yakovlev al diario Komsomolskaya Pravda-- que los van a ejecutar, incluso si lo llegara a prohibir el propio Yeltsin. Estamos hartos. Está en juego nuestro honor. Sólo hacen falta tiempo y paciencia".