n Fuimos es mucha gente es el título de su nueva novela
Tener prisa es el más grande defecto en las letras: María Luisa Mendoza
n La escritura pide estar fuera del tiempo y la política requiere lo contrario, opina
n El periodismo me abrió las puertas de la concreción y la claridad, señala la narradora
César Güemes n A comienzos de los años setenta, cuando el censo de escritoras en el país era considerablemente menor respecto al de hoy, María Luisa Mendoza dio a conocer Con él, conmigo, con nosotros tres, novela a la que siguieron De ausencia, El perro de la escribana y el volumen de cuentos Ojos de papel volando, de 1985. Fuimos es mucha gente (Alfaguara) es el nuevo libro de la periodista y escritora, quien por cierto desarrolla durante la conversación el nada sencillo tema de la soledad personal y literaria.
-Viene de un largo silencio editorial, que seguramente no es silencio creativo. ƑQué sucedió?, Ƒdónde estuvo la escritora todo este tiempo?
-Escribo siempre, sobre todo porque me he dedicado al periodismo, que me abrió desde hace mucho las puertas de la concreción y la claridad. La disciplina y todos los órdenes inherentes a la creación me los dio el oficio periodístico. Esto, pues, no me permite dejar de escribir. Estoy constantemente anotando lo que observo, lo que sueño y creo que todo esto viene y se desborda en la más reciente novela. Tengo una gran esperanza en este libro. Me explico: hablo de un elemento muy importante para mi generación que es la edad. Estamos entrando a la antesala de la muerte, por lógica. No me quiero morir, pero desde luego tengo que devolverle a mi creador el privilegio de estar viva.
Estar dentro de la historia de México
-ƑQué tanto su ejercicio político le detuvo los proyectos literarios que tenía entre manos?
-Bueno, si se es una legisladora real y verdadera como yo lo fui, te quita toda oportunidad de escribir, desde luego. La literatura exige soledad y paciencia, el más grande defecto en las letras es tener prisa. En mi caso, a cada rato corrijo o paso en limpio. La escritura pide estar fuera del tiempo, la política requiere lo contrario.
-ƑValió la pena sacrificar dos o tres novelas a cambio de desempeñar un cargo público?
-Sí, ese ha sido el gajo más importante y jugoso de mi vida: estar dentro de la historia de México, presenciar la hechura de las leyes, contribuir siquiera con una coma, amén de escuchar, fue una gran ventaja. De los 500 cráneos que están ahí metidos, casi nada más yo oía y escuchaba lo que estaba sucediendo. Además, eso fue un placer incluso literario. Claro que valió la pena. El escritor está obligado a vivir la vida, esencialmente. ƑDe qué otra forma, por favor, va uno a contar la existencia si no es bebiéndose su jugo? A la literatura se va de regreso del viaje, para decir cómo fue, qué se encontró en los parajes lejanos.
-Hable del tiempo que le toma realizar esta nueva novela y de cómo se ve al rencontrarse con la escritura.
-Fue un embarazo de tres años. Corregí y corregí, soy correctora de oficio. Cuando pongo las lentejuelas, la perlita, la cuenta exacta al vestido de la literatura, es cuando me siento más satisfecha. Creo que por eso se ve mi prosa muy trabajada y sinuosa. En apariencia, para el mal lector, sería una prosa difícil. Pero si se pasa por esa apariencia, se llega al placer de entender todas las historias que expongo. Sé que parece más descripción que acción, pero no es así, lo que sucede es que el personaje es descriptible, te exige decir cómo es, cómo habla, cómo se mueve, a quién se parece. Andrés de la Encina se parece a uno de los personajes de Proust, creo, sólo le faltaba el monóculo pero no va con su época.
-ƑA qué obedece que sea un varón quien lleva la historia de esta novela?
-A que es el amante, el prototipo amoroso mío y de tantas mujeres. Y también a que es una mujer enamorada la que lo describe, aparte de que lo conoce desde que eran niños. Es un tipo abusivo del erotismo incluso desde la infancia. Si no fue real en mi caso, es un sujeto real en la imaginación y en la historia de muchas mujeres.
Descriptora más que dialogante
-Independientemente de lo descriptivo de la obra, que puede verse como un mérito de la narración, Ƒpor qué hay tan escaso diálogo entre los personajes?
-No lo sé. Es algo extraño en mí, ya que me he dedicado tanto tiempo al periodismo y soy tan buena dialogante con mis amigos, que son pocos, o con mis contendientes. Tal vez haya un cierto pudor en la exposición de las ideas de un diálogo y prefiero exponerlas en una descripción, en un ambiente, en una forma de ser. Soy descriptora más que dialogante, por eso no escribo teatro.
-Ni ha vuelto a escribir cuento.
-Eso es porque no me gusta mucho el género. Creo que la novela es como un matrimonio muy pesado, muy difícil de soportar, pero muy feliz y muy seguro. En cambio, el cuento es un amasiato: encantador, alegre, pero se acaba muy pronto.
-Comienza a publicar al inicio de los años setenta, cuando las mujeres escritoras no eran tantas. De algún modo abrió la puerta para muchas prosistas que vinieron luego.
-El escritor, el artista, tiene que ir siempre a lo más alto, a lo mejor. Debe tener la necia y quizá patética idea de escribir un libro y ser publicado por la más grande editorial del mundo culto. En aquel momento, al inicio, fui a la mejor editorial que existía en México, Joaquín Mortiz. Conocí a don Joaquín y nos hicimos grandes amigos. Sé que la distribución del sello no estaba de acuerdo con la grandeza de la serie. Pues él me recibió, lo quise mucho y me quiso mucho. Ahora me parece que los libros aquellos se mojaron en las bodegas de Mortiz y ya no salieron a la luz. Hoy, cuando todos los de mi generación estamos, como diría Sor Juana Inés, ante ''la injuria del tiempo", acudí a otra casa para editar mi novela. Lo que dices de la ausencia de escritoras en aquel tiempo es verdad, lo que pasa es que yo era muy buena prosista y don Joaquín lo entendió.
Adoptar la soledad con dignidad
-Hablaba de grandes esperanzas puestas en esta obra. Ha tenido reconocimiento, lectores y premios. ƑQué le falta en la literatura?
-Bueno, no tengo el éxito resonante de muchas otras porque fui muy desasida. No me acompaña nadie, no tengo quién me proteja o me abrigue o me dé de comer y me calme la sed. Eso me ha dado la consistencia guerrera de un samurai: salgo sola a luchar por la vida. Siempre lo he hecho, aun casada. Pero ahora más que nunca, porque no lo estoy y porque me he adaptado y he adoptado la soledad con una gran dignidad que es lo único que se te exige cuando vives solo.
-Parece que no se siente tan querida como escritora que como periodista.
-Una de las fallas mías es no sentirme querida por nadie. No sé qué es lo que espero, qué clase de afecto y de amor exijo para saberme amada. No soy la reina de Saba de la literatura, a pesar de que soy muy fregona. En el periodismo no tanto, pero ahí mis colegas son más de equipo, saben que si yo escribo bien, el periódico o la revista donde esté será mejor. El periodismo es la plaza y la literatura es el jardín cerrado. En ese jardín siembro, cultivo y como muy bien las granadas, los higos y la peras, pero nadie quiere compartir conmigo las papayas y las sandías que ellos tienen. Me parece que mi partidismo, mi estancia en la Cámara de Diputados, clausuró muchas puertas ya no digo de la sociedad, sino del conglomerado más mafioso de la literatura en México. Es como cuando vivía en San Miguel de Allende mientras era diputada, la soledad era terrible. Los elementos fueron varios: mujer, nacida en Guanajuato y no en San Miguel, no hablaba inglés en un sitio donde menudean los estadunidenses y era diputada federal. No me quejo: la soledad me ha dado buenos frutos, uno de ellos es la nueva novela que pongo en manos del querido lector.