CHECHENIA: GUERRA SIN SENTIDO
La sutil pero creciente tensión diplomática entre la Unión Europea (UE) y Moscú derivada del conflicto checheno alcanzó una nueva cota ayer, luego de que el viceministro ruso de Relaciones Exteriores, Igor Ivanov, calificó de ''ininteligible'' la propuesta de una mediación internacional en la nueva guerra que mantienen su país y Chechenia, la cual Rusia considera un ''asunto interno''. La iniciativa fue llevada a Moscú por el enviado de la UE, Chris Patten, quien reivindicó el derecho de Estrasburgo a ''preguntar qué está pasando'' en la pequeña república mayoritariamente islámica, cuyo estatuto permanece en la indefinición: el Kremlin la considera parte integrante de la Federación Rusa, pero en Grozny, la capital chechena, existe un presidente --Aslán Masjádov-- que llama a la población a desatar una guerra santa contra las tropas moscovitas.
Entre diciembre de 1994, luego de la proclamación de la independencia chechena, y agosto de 1996 se libró una guerra que dejó cerca de 80 mil muertos de ambos bandos y culminó con graves daños para las dos partes: las fuerzas rusas arrasaron Grozny y asesinaron al principal líder separatista, pero sufrieron una humillante derrota que las obligó a replegarse. Desde entonces, entre Chechenia y Rusia, ha imperado una relación de ambigüedad hostil. Las autoridades de la república caucásica son casi un formalismo, toda vez que el poder real se encuentra en manos de diversas facciones militares y mafiosas, menos refinadas, en todo caso, que las corporaciones delictivas que en Moscú ejercen el control del gobierno por medio del clan de Yeltsin.
En este contexto, el independentismo checheno resulta tan poco verosímil, en tanto que fundamento de una resistencia nacional, como los alegatos rusos en torno a la integridad territorial y de supuesto combate al terrorismo que sirven de pretexto a la actual incursión militar en el norte de Chechenia. Es, por demás, probable que los motivos reales de la confrontación sean, para ambos bandos, mucho más pragmáticos e, incluso, inconfesables. Es posible que se trate, en suma, de una mera guerra de mafias.
El hecho es que esa guerra ha provocado sufrimientos y destrucción entre la población civil, pues se calcula que cerca de 120 mil personas han debido huir de los escenarios de los combates y refugiarse en las vecinas Ingushetia y Daguestán, y ha dado lugar a episodios de ''daños colaterales'', tan injustificables y criminales como los tristemente célebres ''errores'' de la OTAN en su incursión contra Serbia. El martes pasado, tanques rusos dispararon contra un autobús repleto de refugiados, dejando un saldo de decenas de muertos y heridos.
En tal circunstancia, es clara la necesidad de una movilización de la comunidad internacional para exigir el cese de hostilidades que carecen de sentido político y de futuro para ambas partes, pero que se traducen en muerte, destrucción y dolor para miles de seres humanos.