Ť Se estrenó en México la coreografía del maestro Kylian
Nederlands Dans Theater marcó efemérides con One of a kind
Ť Expresar lo inexpresable mediante la danza y la carne en movimiento, mérito del creador checo
Ť Una veintena de jóvenes bailarines de excelencia anonadante rebasaron lo sublime
Pablo Espinosa Ť Poema de la carne en movimiento.
En el vórtice de un torrente de expresividad personalísima, el estreno en México de One of a kind, una de las más recientes coreografías de un clásico del siglo veinte, el checo Jiri Kylian con una veintena de jóvenes maestros, integrantes de la Nederlands Dans Theater, marcó efemérides la noche del jueves en el Teatro de Bellas Artes. Trátase, sin duda, de uno de los máximos acontecimientos de la vida cultural de México, en muchos meses.
Sobre varias líneas de armónicos que emanan de la garganta de monjes tibetanos y que procesa ųel arte finimilenarista del midių el maestro australiano Brett Dean, una bailarina solitaria inicia el rito que habrá de consumarnos en dos horas. En el equilibrio de un pliée sembrado en la frontera existencial que marca el mismísimo proscenio, ella baila sola y de tal manera enarca, deambula, puentea, se yergue punto de contacto y equilibrio entre el público y el resto de la compañía, entre coreógrafo y bailarines, entre cada uno de los tres actos que componen esta obra maestra.
Bailarinas en cuero negro en los lugares corporales que ocuparían leotardos, bailarines de células motívicas en cada músculo, el escenario se puebla enseguida de la inconfundible técnica Kylian, esa manera inefable, sublime que tiene el creador para expresar lo inexpresable mediante la danza y la carne en movimiento.
Incursionar en un paraíso sensible
Junto a Merce Cunningham, Pina Bausch y Maurice Bejart (presentes en México, con sus respectivas compañías, en años anteriores), Jiri Kylian es uno de los máximos creadores de la danza en la segunda mitad de nuestro siglo. Unos minutos antes de que concluyera la primera función, de las tres de la NDT-I en México (la última ocurrirá esta noche) inició en Canal 22 un programa especial en homenaje a Jiri Kylian. Este sentido de la oportunidad tiene además una explicación: esta telemisora cultural es la responsable del conocimiento público que hay en México de un genio de la danza, Jiri Kylian, pues algunas de sus obras principales, de entre el medio centenar que ha creado para la NDT, han sido dadas a conocer por medio de la pantalla casera, en el 22.
One of a kind, concebida hace unos meses, despliega en unos cien minutos un discurso de intensidades alucinatorias. Lo explicó en febrero Kylian, cuando en París dio a conocer este monumento coreográfico: todo gira en torno del sinsentido, para que a partir de esa conciencia fluya la reflexión que tiene su punto de partida en la soledad, en la verdadera célula de la sociedad que es el individuo.
En la ciudad luz bailaron esta obra 24 ejecutantes. En la capital mexicana lo hacen 20, con perfección espeluznante. Pero no es tan sólo el virtuosismo la marca de agua de esta compañía; a las características físicas de los bailarines, Kylian (así como hay anatomías construidas por Bejart, por Bausch, por Cunningham) corresponde una tensión emocional al mismo tiempo fresca y ensimismada, elástica y profunda, ágil y lenta como el aceite virginal del movimiento lento de una sinfonía de Mozart.
Capítulo climático es la sensibilidad sonora, la inteligencia sensible de Kylian, cuyo oído musical lo ubica en una cima de algo que pareciera fácil, un lugar común, pero que es en cambio relación orgánica reservada a quienes realmente saben escuchar: los coreógrafos que a la hora de elegir música para sus coreografías logran realmente decir, comunicar. Para quienes conocen el trabajo de este creador checo les resultan familiares entonces las atmósferas abiertas, eclosivas, de fuentes sonoras tan exquisitas como únicas. Cercano al alma de Arvo Part, degustador del canto en sus formas más diversas, adorador de las formas más sublimes y propicias, entre ellas los salmos, el formato canon, la prosodia de la música contemporánea, el espíritu de Jiri Kylian se mueve, al igual que los espectadores, los bailarines, todos, en un paraíso sensible.
''La música es mi pan de cada día", dijo en París Jiri Kylian, en un juego de palabras entrañable, en inglés: ''Music is my dailly bread", en alusión al músico australiano Brett Dean (''my dailly Brett"), autor de la partitura que a su vez parte de pasajes y paisajes de índole y origen multivario (Cage, monjes tibetanos, don Carlo Gesualdo) y que pone en escena una de las figuras principales del violonchelo contemporáneo: el maestro Pieter Wispelwae (cuyas versiones a las Suites de Bach son oro molido, y las hará sonar este domingo, a las 17:00 horas, en el Conjunto Cultural Ollin Yoliztli) quien forma parte orgánica de One of a kind y está en escena durante los tres actos enteros, en una cátedra.
Escenografía que conjunta maravillas
Asimismo está en esa obra maestra de Kylian la panza de un arquitecto, dicho sea esto como una metáfora en homenaje a los arquitectos. Uno de ellos, el maestrísimo japonés Atsushi Kitagawara, diseñó la escenografía que compone el universo que traspasa Jiri Kylian en dos horas, conjunción de maravillas que nos llevan al delirio.
De suyo germen de alucinaciones, el vocabulario coreográfico de Kylian, hay instantes que duran siglos en esta obra y que son verdaderas alucinaciones, como aquella serie inmarcesible de pas de deux con un telón de lluvia de oro al fondo y otro al frente y que parece que se mueven, también imperceptibles, hacia el ojo del espectador, hacia el plexo solar, hacia el sexo solar de los bailarines. Movimiento inexorable como el foso y el péndulo de Edgar Allan Poe, mejor y más exacto que el de Foucault. Poesía, carne, movimiento. El genio Jiri Kylian en acción.
La muerte y la sexualidad son también temas de One of a kind, el Eros y el Thanatos pero abordados de otra forma, con base en abstracciones, de intuiciones, sin discurso intelectual en medio, con el desenfado de quien está solo, se sabe solo y por ende puede germinar en vida. El final es conmovedor en grado sumo: la bailarina que inició la obra en el proscenio, que no dejó la escena aun en los intermedios, que hilvanó una serie de paroxismos longitudinales a cargo de 20 bailarines de excelencia anonadante y momentos que rebasaron inclusive lo sublime, camina en el último capítulo de su vida de manera similar a la del imaginario de la historia en torno de Virgina Woolf: hacia el fondo del mar desde la playa, hacia la oscuridad fascinada en su soledad envuelta en un gemido gutural de violonchelo, cerca del corazón profundo de la noche.
šSalve, Jiri Kylian!