* Más de 800 personas, bajo el lodo: pobladores


En la Sierra Papanteca ya hay hambruna y brotes epidémicos

* Desmienten cifras oficiales sobre el número de muertos

Andrés T. Morales y Guadalupe López, corresponsales, Papantla, Ver., 10 de octubre * Aquí, en el Totonacapan, los cerros "lloran sangre", pues se calcula que más de 800 personas están sepultadas bajo toneladas de lodo y escombros y un líquido color púrpura se filtra a través de la tierra amontonada, narran campesinos de las comunidades de la Sierra Alta que caminaron durante tres días para pedir ayuda en la cabecera municipal.

En al menos 35 comunidades de la Sierra Papanteca ya hay hambruna y brotes epidémicos de diarreas y dermatitis. Al hospital civil de la localidad ingresaron en las últimas horas cinco niños con cuadros agudos de anemia. Muchas personas están a punto de fallecer por inanición; tienen cuatro días sin comer y sin agua y van a morir, denunció Amado Santos Hernández, instructor bilingüe de la comunidad Insurgentes Socialistas.

Organizados por su cuenta -pues la ayuda gubernamental no llega-, y teniendo el parque de la ciudad como sala de sesiones y recolección de víveres, habitantes de este municipio desmintieron las cifras oficiales del gobierno estatal sobre el número de muertos y la "localización de comunidades desaparecidas".

En el puerto de Veracruz, el gobernador Miguel Alemán sostuvo hoy que eran únicamente 81 las víctimas de las inundaciones que afectaron a 84 municipios del norte de la entidad, y en días pasados anunció que se había localizado a todos los habitantes de las comunidades reportadas como desaparecidas.

Sin embargo, Francisco Jiménez, coordinador del Frente Cívico Papanteco, aseguró que varios campesinos indígenas que bajaron a pie del alto Totonacapan claman ayuda para rescatar a familiares que fueron arrastrados por la corriente del río Tecolutla o fueron sepultados por los cerros que reblandecieron y se desgajaron.

El número de víctimas mortales en rancherías arrasadas por la "creciente del río" en la madrugada del miércoles pasado superaría las 800 personas, según los lugareños. Toneladas de lodo los ocultan de la vista.

"A lo largo del camino se observan cadáveres de animales en proceso de descomposición, pero de los montones de tierra salen también olores fétidos de nuestros muertos", expresó Amado Santos Hernández, quien durante tres días caminó 60 kilómetros sierra abajo para pedir ayuda.

Los rescatistas también narran escenas dantescas, pues en los poblados de Puxtla, El Coronado, Rodolfo Corti, Zapata, El Capillo, Xahuei y Santa Ana los "cerros están llorando sangre". Los cadáveres que están bajo toneladas de tierra y escombro se desangran, externaron.

"No lo podía creer, pero nos aproximamos con los soldados en el helicóptero y del montículo de tierra salía un liquido púrpura; un militar se acercó y nos gritó que era sangre. Allí hay gente muerta", relató Estela Tapia Rodríguez, rescatista voluntaria.

Miembros del destacamento militar ubicado cerca del poblado El Remolino aseguran que el jueves la corriente del río Tecolutla, que bajó con mucha velocidad del Totonacapan, arrastraba decenas de cuerpos de hombres, mujeres y niños, pero se desconoce el lugar donde quedaron.

Ana Scagno, voluntaria para el auxilio de los afectados, sostuvo que campesinos totonacas de Martinica informaron que en una escuela primaria se refugiaron 56 niños y cuatro maestros, y que la corriente de lodo sepultó el edificio, con ellos en el interior, y sólo se pudo rescatar los cadáveres de dos infantes.

Se calcula que tan sólo en Santa Rosa, Tres Naciones y El Cepillo hay 300 indígenas sepultados, mientras que El Coronado "desapareció" y no se sabe de sus 400 habitantes.

Los caminos a la Sierra Alta están destruidos. Los puentes no existen y el lodo formó montículos que borraron rutas de acceso. Nadie llega por vía terrestre y ni los helicópteros de la Armada de México y el Ejército pueden aterrizar en algunas comunidades. Son unos 35 pueblos aislados, señaló Francisco Jiménez.

La angustia y la desesperación hacen presa de los habitantes, y en los rostros de los ciudadanos papantecos se dibuja la preocupación por la hambruna que padecen sus "paisanos". Los víveres no llegan y los que logran entregarse no son suficientes. Hay un cargamento de 70 despensas para una comunidad de 800 habitantes.

"Los soldados encontraron a un niño totonaca de unos siete años que llevaba abrazando y mordisqueando una pierna de vaca en estado de putrefacción, y les costo mucho quitársela, pues era el único alimento que encontró y lo llevaba a sus hermanos", narra la brigadista Estela Tapia.

El dengue, el cólera y la dermatitis también hicieron su aparición en esta región. El riesgo de epidemias aumenta por el bloqueo de los accesos, los cadáveres putrefactos de animales en el camino y el escaso apoyo gubernamental, se quejan los papantecos.

En tanto, el arzobispo de Jalapa, Sergio Obeso Rivera, convocó a la solidaridad de los católicos, y los instó a compartir sus alimentos y bienes con "nuestros hermanos en desgracia".

* El río Tecolutla derribó casas, se llevó 5 mil reses y arrasó sembradíos


Devastada, toda la zona de acceso a Totonacapan

Juan Antonio Zúñiga M., enviado, Paso del Correo, norte de Veracruz, 10 de octubre * Toda esta zona de acceso a la región de Totonacapan, en la sierra Madre Oriental, quedó devastada por el río Tecolutla al salirse de su cauce, en una extensión de cuatro kilómetros a la redonda, hasta dejar bajo sus aguas por casi 30 horas gran parte de nueve poblaciones, actualmente incomunicadas.

La fuerza del río alcanzó tal magnitud que derrumbó casas, se llevó al menos cinco mil cabezas de ganado, arrasó extensiones completas de platanares, limoneros, naranjales y otras siembras, las cuales quedaron reducidas a páramos semidesérticos, cubiertos por una fina arena y lodo, mucho lodo.

Arboles como ceibas y de otras especies de gran tamaño fueron arrancados casi desde la raíz, mientras que toneladas de lodo se esparcieron por las calles y viviendas que quedaron en pie en estas poblaciones, donde la solidaridad humana confirmó que lo más sorprendente de los milagros es que ocurran y, pese al desastre, no se tiene conocimiento de pérdidas humanas hasta hoy, tal vez porque el Tecolutla tuvo dos crecientes menores en los 20 días previos al desbordamiento más grande de que tengan memoria los habitantes de estos lugares.

La anterior ocurrió en 1933, y quienes aún viven para contarlo aseguran que no fue tan grande como la que se presentó en días pasados.

La mayor parte de los habitantes de estos poblados ha quedado en la ruina. Sin dinero, trabajo, las cosechas perdidas, los animales diezmados y, por ahora, sin medios de transporte terrestres para recibir ayuda, resienten la escasez de alimentos.

El abasto que se tenía en las pequeñas abarroterías se perdió o, en el no menos peor de los casos, es objeto de especulación por parte de los comerciantes locales quienes, por ejemplo, cobran a 20 pesos el kilogramo de frijol.

En la organización de los habitantes ante la contingencia han sobresalido los maestros rurales, enfermeras y doctores de las clínicas IMSS-Coplamar, así como los agentes municipales y dirigentes naturales de las comunidades, que aquí les llaman congregaciones.

Del apoyo externo hacia esta zona, aislada hacia el occidente por el desgajamiento de cerros y montañas sobre los caminos rurales y veredas que conducen hacia los estados de Puebla e Hidalgo por la sierra, ha sobresalido la acción de la Alianza Ciudadano Papanteca.

Los poblados Tres Naciones, Gotardo, Joloapan, Espinal, Reforma, Martinica, La Isla, La Colmena, El Alamo, Coyuxquihui, Primero de Mayo y Paso del Correo se encuentran en una situación similar.

La magnitud del desastre es inconmensurable en cada uno de ellos, pues en tan sólo 72 horas del embate de las lluvias retrocedieron al menos 40 años al quedarse sin luz, teléfono, puentes, caminos, tierras productivas y agua potable, aunque en algunos poblados hay manantiales, contaminados la mayoría de ellos.

 

La alianza papanteca

 

De la cabecera municipal Papantla a La Colmena no hay más de 50 kilómetros que ahora se transitan en tres horas, por lo menos. En el primer tramo carretero a El Chote sólo se circula en un carril porque la cinta asfáltica del otro quedó desecha por deslaves y roturas. Pero sobre todo porque al puente que atraviesa el arroyo Santa Elena se lo llevó el agua.

El arroyo Santa Elena, un afluente del Tecolutla que normalmente lleva un nivel de agua por debajo de la cintura arrasó con pavimento, puente y barandales, ahora sustituidos por uno frágil, colgante, donde la sociedad civil organizada pasa alimentos, cajas, bultos de ropa y botellones para trasladarlos a otros vehículos ubicados del otro lado para llevar ayuda a los damnificados.

Entre enormes baches se llega al poblado Agua Dulce, donde las viviendas de ladrillo y cemento fueron cubiertas totalmente por el agua desde la madrugada del 6 de octubre hasta la mañana de dos días después.

El camino se interrumpe por un lodazal sobre el que transitan con dificultad tractores y camiones de tres y media toneladas que quedaron servibles y auxilian en el traslado de los apoyos reunidos en el jardín central de Papantla.

En el horizonte se observan los primeros zopilotes que sobrevuelan en círculos, pero lo que más impresiona los sentidos es el olor putrefacto.

Voluntarios de la Alianza Ciudadana Papantleca cargan el apoyo dirigido, en esta ocasión, para los habitantes de Paso del Correo, que se localiza al otro lado del río Tecolutla.

 

Bogadores

 

Del camión que baja la ayuda se ven naranjales de tres y cuatro metros de altura, arrancados prácticamente del tallo.

De pronto el territorio cambió a arena, como si todo el horizonte de unos dos kilómetros antes de llegar a la ribera del Tecolutla se hubiera transformado en una enorme playa, con algunos riesgos camuflados.

Algunas pendientes se convirtieron en una especie de arenas movedizas, por lo que el apoyo de guías es determinante en el traslado de la ayuda ciudadana.

De orilla a orilla, la extensión del río supera los 500 metros con corrientes veloces hacia la parte central, donde han sido arrastrados árboles de grandes dimensiones.

Denso, el aroma putrefacto se acentúa. Puercos junto con caballos y otros animales aparecen entre naranjales derribados, mientras a la orilla del río dos lanchas de tres metros de eslora inician el traslado de alimentos, ropa y medicamentos a la otra ribera, donde un centenar de habitantes de Paso del Correo esperan.

Por lo menos 15 viajes realizaron los mismos bogadores sin descanso y, agotados, exhaustos, dieron por concluida su labor.

Ahí, la doctora Blanca Nieves Morales Espinosa informó que la totalidad de los medicamentos de la clínica se perdieron y que la población ya presenta signos de fuerte micosis en los pies. Los pozos de las partes bajas quedaron contaminados y más de la mitad de esta población, de mil 500 habitantes, quedó en el más absoluto desamparo.

 

Martinica

 

El camino de Paso del Correo a Martinica quedó borrado, y para llegar a esta congregación, de no más de 200 habitantes, hay que acercarse pegado a la ladera de los cerros. Ahí sólo quedaron de pie entre 15 y 20 viviendas, y la población padece de graves infecciones, sobre todo por la cantidad de animales muertos que se descomponen a la intemperie entre el lodo que dejó la creciente del Tecolutla.

Perdieron todo, menos la vida, pero hoy les amenaza la enfermedad y la hambruna, que ha sido mitigada por los habitantes del poblado aledaño, Primero de Mayo, que en asamblea decidió compartir su alimento, pero éste se ha agotado.

 

Cuentagotas

 

Las 18:15 del 9 de octubre de 1999 serán recordadas seguramente como uno de los instantes más felices del pueblo Paso del Correo. A esa hora se dejó escuchar el estruendo de un helicóptero que buscaba en donde descender. Después de cinco minutos de volar bajo y en círculos finalmente aterrizó en el patio de la escuela telesecundaria José Vasconcelos.

La ayuda oficial había llegado. Dos enormes compuertas traseras del aparato se abrieron y la gente en su desesperada alegría rompió las puertas del enrejado y se abalanzó sobre el helicóptero aún en proceso de aterrizaje.

Oficialmente llegaron 392 despensas en pequeñas bolsas de plástico negro, las cuales la gente abrazaba, y en rápida reunión se acordó que todos las dejaran en el patio.

De ahí se guardaron bajo llave en una de las aulas para iniciar, al día siguiente -10 de octubre- el reparto a quien más las necesite.

Los tripulantes de la aeronave dejaron una recomendación: tendrían que repartirse entre los habitantes de La Isla, Reforma, Coyuxquihui, Primero de Mayo, Paso del Correo y, por recomendación de los agentes municipales de Primero de Mayo y Paso del Correo, también en La Martinica.

 

Las preguntas

 

Hacia el Golfo de México se apreció la llegada de nubes, mientras en la sierra Madre Oriental se vieron destellos en el cielo, lo que generó inquietud entre los habitantes de esta zona de paso hacia la sierra de Totonacapan.

La incertidumbre volvió a la población de este municipio perredista, que preguntaba: "ƑPor qué no nos ayuda el gobierno?, Ƒpor qué el Presidente no vino para acá?, y ƑCuauhtémoc Cárdenas por qué no viene a ver la situación?".

Los relámpagos en el horizonte, aunque no se quiera, evocaron a Aktsini, el dueño de los truenos y el agua de aquella cultura de la región: Totonacapan.