José Blanco
Otra UNAM
CON INDEPENDENCIA DEL MOMENTO y del modo como la UNAM supere su conflicto con el CGH, la institución está obligada a organizar un congreso universitario para llevar a cabo una reforma estructural de sí misma. A la universidad le es imposible volver a ser la institución anterior al 27 de abril. Su imagen frente a la sociedad ha sido destruida. Sus miles de compromisos académicos, nacionales e internacionales, dejaron abruptamente de cumplirse hace mucho tiempo. Sus egresados cesaron, y la institución ha dejado de extender títulos profesionales. La transmisión de conocimientos fue interrumpida hace medio año y nadie puede asegurar que se reanudará. Sus mejores alumnos comenzaron a marcharse hace unos tres meses. La difusión de la ciencia murió y la investigación se mantiene en niveles reducidos de actividad. La UNAM que fue, no existe más. Mucho menos de ella quedará: cuando los paristas se hayan ido, todos veremos el yermo arrasado que ha dejado la incultura.
México requiere crear nuevos y decididamente distintos criterios y valores sobre la educación superior y la vida universitaria. Lo ocurrido en la ENEP Acatlán es altamente ilustrativo de los valores tradicionales "progresistas" respecto a la vida estudiantil y universitaria. Si un grupo de alumnos y de "militantes", con un discurso populista y ultra, "toman" la UNAM en claramente mentirosa defensa de "quienes no tienen recursos", la tradición "de izquierda" encuentra legítima esa acción --que, en el caso, ha estado plena de actos vandálicos. Pero si un grupo de alumnos no paristas, apoyados o no por algunas autoridades universitarias --lo mismo da--, toma las instalaciones prácticamente abandonadas por los paristas, reclamando regresar a clases, la tradición "progresista" se dice escandalizada, los señala como porros, y el hecho es señalado como una "provocación": el mundo fatuo e insensato que se piensa "de izquierda".
Las lesiones infligidas a la institución no son la única razón para reformarla en profundidad. La UNAM requiere formas definitivamente distintas de organización académica, instrumentos de gobierno adecuados a la academia de hoy, otras bases de regulación del trabajo académico, otros principios normativos para la generación y para la transmisión de conocimientos, vías distintas para preservar y elevar permanentemente la calidad de sus contenidos y sus productos.
No es posible, desde luego, mediante un acto de reforma, lograr esos cambios; pero sí es posible poner a la UNAM sobre carriles que transiten ese proceso de mudanzas
Se trata de transformaciones inexcusables no para satisfacer las aspiraciones o los intereses de los propios universitarios (alumnos, académicos o autoridades), sino para contribuir resueltamente a conformar una mejor sociedad, un mejor país en todos sentidos. Por eso es preciso formular un gran proyecto de cambio, surgido de la iniciativa de sus autoridades, que recoja la experiencia, los conocimientos de todos quienes posean un algo real y genuino que aportar. Por eso es indispensable también que la sociedad política dé cauce y riqueza a ese proyecto. Porque es para la sociedad como conjunto, no para los universitarios.
Un proyecto así tiene que hacer a un lado, sin titubeos, todos los tabúes históricos y los que diversas voces están empeñados en crear, satanizando temas a diestra y siniestra. Nada puede estar prohibido discutir racionalmente. Ya se oye a los fiscales vacuos: quieren "desmembrar" a la Universidad; "cercenar" al bachillerato; formar profesionistas "para las empresas", y un largo etcétera. Sí, estos temas y muchos más es necesario analizar en profundidad, a efecto de instaurar una institución altamente útil a la sociedad (que, por cierto --šhorror del averno!--, incluye a las empresas).
Si para hacer una buena academia, hoy es necesario crear cinco o seis campus universitarios, creémoslos. Si es mejor, para un nuevo sistema educativo nacional, integrar el bachillerato (no sólo el de la UNAM), al nivel secundario, como ocurre en tantos países, integrémoslo sin más argüendes tercermundistas.
La UNAM debe pronto llegar a ser otra. Una que no vuelva a padecer el desastre que hoy la hunde. El que pierde, estúpidamente, es el país. *