La Jornada martes 12 de octubre de 1999

Teresa del Conde
Tamayo: mesa redonda

El miércoles 6 tuvo lugar, en el Museo Tamayo, una mesa redonda más que procuró esclarecer el dilema sobre la pertenencia ųo noų de Rufino Tamayo al gremio de artistas de la Escuela Mexicana, que ųsea o no escuelaų reunió inquietudes posrevolucionarias y nacionalistas a partir del despunte del muralismo. Participamos Issa Benítez, Francisco Reyes Palma y Luis Rius Caso, los tres del Cenidiap-INBA, y quien esto escribe.

Antes yo había tratado el tema por escrito en un libro publicado por Bital-INBA (Américo Editores 1999), pero en esta ocasión el diálogo con los participantes enriqueció la cuestión, ya que Issa Benítez se ocupó de comentar reseñas críticas sobre el artista oaxaqueño, aparecidas entre 1926 y 1940; Reyes Palma habló acertadamente sobre el debate acerca de la guerra fría, en la que hubo ''manos negras", y Rius Caso apuntó que las grandes causas necesitan grandes enemigos y que por ello la nota antagónica no debe considerarse gratuita. Por lo que a mí respecta, traje a colación la revista Forma (cuya vigencia ocurrió antes de que nuestra universidad obtuviera, en 1929, su autonomía) y la vinculación de Tamayo con el grupo Contemporáneos.

Forma fue una revista oficial, cuyo primer número vio las luz en octubre de 1926. En él escribe Jean Charlot, el primero en escribir un libro sobre el muralismo aparecido en 1924. Compara al México de esos momentos con Pompeya, por considerar que los interiores de las casas de las clases media y adinerada son de mal gusto, mientras que la verdadera exhibición de lo artístico estaba en la calle, los puestos populares, lo que se hacía en las Escuelas al Aire Libre y las pulquerías. No se podía en ese momento hablar de las iglesias porque los prelados se habían puesto en huelga. Y en efecto la Guerra Cristera, desatada por Calles en contra de los clericalistas, fue intensa rebelión que cobró impulso más allá del control y la comprensión de sus participantes. Algo semejante (sin sangre felizmente) ocurre con la huelga universitaria que aqueja a todos. Esa guerra duró tres años.

''Aun cuando la inspiración puede venir del extranjero, las obras de los muralistas son genuinamente mexicanas", decía Charlot. El ensayo sobre el ideario de la revista es de la autoría de su director, Gabriel Fernández Ledezma. Termina su presentación diciendo que ''la intención de Forma surgió gracias a la iniciativa de su director, alumno de la Escuela de Bellas Artes (ENBA) dependiente de la Universidad de México. Por tanto el presupuesto de la revista correspondía a la Secretaría de Educación Pública, cuyo titular era Puig Casauranc.

No existió un consejo editorial. Fernández Ledezma era el jefe de redacción y las colaboraciones eran gratuitas y espontáneas. No obstante, se hacía selección. Aunque no se contaba con dibujante oficial, aquél era excelente diseñador. El mismo José Clemente Orozco, tan exacerbadamente crítico, comentó muy positivamente la revista en una de sus cartas desde Nueva York a Jean Charlot. Se imprimía en los Talleres Gráficos de la Nación y por supuesto era nacionalista, aunque a la vez abierta a lo que sucedía en el extranjero. Cuba, Cataluña y París la conocieron y avalaron. Un periódico parisiense comentó: ''De toda América Latina, es indudablemente en México donde se afirma la más brillante escuela de arte contempóraneo... Quien lo dudare, que revise las páginas de Forma".

Sea o no plausible, el término ''escuela mexicana" parece que llegó para quedarse, aunque sea positivo que siga cuestionándose. El vocablo ''escuela" en este caso se refiere al muralismo, a los nacionalismos, a las búsquedas de identidad efectuadas por artistas con criterios propios y disímiles que podían, o no, compartir la idea del arte público de mensaje social. Tamayo objetó esto último, pero no otras cosas. Además, contra lo que se ha dicho hasta el cansancio, fue reconocido desde los inicios de su trayectoria en su país de origen a la par que lo fue allende nuestras fronteras.

En el número 5, de 1927, aparece un artículo amplio sobre Tamayo firmado por Fernández Ledesma, quien según quiere lo repetido una y otra vez, estaría supuestamente entre quienes lo objetaban. Tamayo se manifestaba contra el academicismo decimonónico, no contra los nacionalismos, por lo menos entonces.

''A pesar de su paso por la Academia de Bellas Artes ha sabido independizarse de los aspectos negativos de la misma y ofrecernos las observaciones de su tierra natal, Oaxaca'', dice el autor, que aprecia sus cualidades formales, su capacidad de síntesis, su fina sensibilidad, su color.

Se reproducen obras expuestas en la Galería Weyhe, de Nueva York, y comparte páginas con Diego Rivera, del que se ilustran tres paños de la SEP sobre el ''Reparto de ejidos".