Orlando Delgado
El debate salarial
Un día después de que la posibilidad de concreción de la coalición opositora desapareciera, el Banco de México advirtió que las negociaciones salariales próximas deben basarse en una expectativa inflacionaria menor al 10 por ciento, que es la que ellos le proponen como meta para el año 2000 al gobierno federal y al conjunto de la población. En el marco de la presentación del Informe sobre Política Monetaria al primer semestre de 1999, los funcionarios del banco central señalaron que "si las expectativas salariales no se ajustan a las inflacionarias se estarán tomando decisiones que no necesariamente corresponden a la realidad", provocando que los resultados favorables obtenidos en la inflación sean efímeros.
En principio, la declaración reconoce que en las revisiones salariales efectuadas, los resultados promedio se han distanciado del tope salarial en beneficio de los trabajadores, lo cual no había ocurrido desde hace mucho tiempo, prácticamente desde que se impuso esta política restrictiva. Esto, por supuesto, no ha ocurrido gratuitamente; es el fruto de una serie de hechos: el acuerdo patronal para aceptar incrementos que, sin duda, tienen como respaldo mejoras en la productividad, pero también el reconocimiento de los empresarios de que la precariedad de los mínimos legales impide cubrir puestos de trabajo vacantes o, si esto se logra, genera niveles de rotación de personal, que resultan más costosos que mejorar la remuneración.
Otro elemento importante ha sido que el gobierno de la ciudad de México ha incrementado las remuneraciones del personal de base por encima no sólo del tope, sino de la inflación observada, no la esperada, consiguiendo una recuperación real de los salarios del 6 por ciento, lo cual constituye un logro relevante. De esta política de recuperación salarial se ha desprendido una serie de revisiones en el Distrito Federal y en otras ciudades del país que, en la práctica, han roto con el tope, sin que esto se haya traducido en burbujas inflacionarias.
En realidad, los resultados en materia de precios han sido prácticamente los programados, por primera vez en este sexenio. Esto lo reconoce Banxico, estableciendo como razones una política monetaria apropiada, la caída en los precios de frutas y legumbres y, por supuesto, la apreciación del tipo de cambio; elementos que han permitido generar, según esta institución, expectativas de inflación cercanas a las metas oficiales.
El razonamiento de los economistas de Banco de México resulta interesante: mientras que la reducción nominal de las tasas de interés, al tiempo que se incrementan hasta ocho puntos en términos reales, les parece congruente con el programa de reducción de la inflación, los incrementos salariales que mejoran dos puntos las remuneraciones reales, les resultan perjudiciales en el logro de la "ansiada" meta de una inflación similar a la de nuestros socios comerciales.
En términos del mecanismo de formación de precios en las empresas, este razonamiento supone que los costos salariales tienen un peso extraordinariamente alto en la estructura de los costos totales. Sin embargo, esto no se valida ni en las empresas productoras de bienes no comerciables ni mucho menos en las productoras de comerciables; en estas últimas la evidencia es contundente, en tanto que en las micro, pequeñas y medianas empresas, es claro que el impacto de la tasa de interés en su funcionamiento resulta mucho mayor que los salarios.
Pese a estos datos, ciertamente conocidos por los economistas del banco central, la perspectiva ortodoxa con la que razonan les impide aceptarlos. Más aún, se convierten en promotores abiertos contra la recuperación real de la capacidad adquisitiva de los salarios, recomendando a los organismos patronales "que los incrementos salariales sean cuidadosos con la inflación".
El propio gobernador del Banco de México se ha ocupado de recomendar que "todos los sectores se comprometan con una menor inflación", lo que significa que las tarifas y los precios públicos sean compatibles con la meta del 10 por ciento de inflación. Si esto se logra, si el gobierno, empresarios y asalariados aceptan incrementos compatibles con esa meta, y se consigue credibilidad al respecto, entonces y sólo entonces, las tasas de interés tenderán a bajar.
El Banco de México nos propone que aceptemos todos que el país siga en una situación en la que el 52 por ciento de la fuerza de trabajo está ocupada en actividades informales, debido en mucho a las remuneraciones ofrecidas, situación que tiene un enorme impacto sobre los ingresos tributarios, es decir, sobre la capacidad de que el Estado se ocupe de atender uno de los reclamos fundamentales de la sociedad: servicios básicos.
Si los trabajadores reducen sus demandas a sólo el 10 por ciento de incremento salarial, podrán ver no cómo se reducen las tasas de interés --componente decisivo del costo--, sino solamente como "tienden" a reducirse, lo que seguramente será suficiente para compensarlos por lo que no pudieron agregar a la dieta familiar.