n Teatro Libre dará tres funciones en el Julio Castillo


La Orestiada, obra para combatir el aburrimiento y la retórica

n Escribir nueva versión en castellano fue un reto: Camacho

n Se recupera lo esencial de la iconografía de la Grecia clásica

Angel Vargas n Luego de sus tres presentaciones en el Cervantino, La Orestiada llega a la capital de la República para ofrecer igual número de funciones en el teatro Julio Castillo, a partir de hoy.

Puesta en escena con la cual el grupo Teatro Libre, de Colombia, celebra su 25 aniversario (La Jornada, 11 de octubre), esta obra original de Esquilo y cuya escritura se remonta al siglo V aC, está dividida a manera de tríptico en Agamenón, Las Oferentes (Coéforas) y Las Furias (Euménides). La trama que plantea es la de la culpa hereditaria, de la traición y la venganza.

Cuenta el director de la compañía, Ricardo Camacho, que entre los retos asumidos para realizar la obra estuvo el de escribir una nueva versión en castellano, ya que las existentes son más para leerlas que para recrearlas y el público no aguantaría despierto las cuatro y media horas de duración.

 

Las Furias es el clímax

 

Elaborado por el cofundador y dramaturgo de la compañía, Jorge Plata, el texto requirió más de un año de trabajo. No obstante estar escrito en verso, se privilegian claridad y concisión, porque ''sin lugar a dudas las obras clásicas tuvieron esas cualidades para el sentir del público ante el cual fueron representadas por primera vez; pero la distancia cultural, lingüística y temporal que nos separa del mundo en que nacieron ha oscurecido muchos significados", señala Plata en entrevista publicada en la revista de esa agrupación teatral.

En su participación cervantina se constató que La Orestiada, estrenada el pasado febrero por Teatro Libre en Colombia, y que ahora trae a México cumple, en términos generales, con la principal divisa que la compañía colombiana se impuso al arrancar el proyecto: ''Hacer la guerra al aburrimiento y a la retórica".

Con un vestuario que recupera lo sustantivo de la iconografía de la Grecia clásica en una propuesta contemporánea y una austera escenografía, consistente en paredes de acero que representan o bien un palacio o bien las más que conocidas columnas de la arquitectura griega, la obra transcurre ágilmente, salvo en algunos instantes del primer acto. Lo cual no significa que en éste no existan momentos que involucren al público, como cuando Casandra vaticina ante el coro de ancianos su propia muerte y la del rey Agamenón a manos de Clitemnestra, esposa de éste, y Egisto, amante de la reina.

Sobre el trabajo del elenco, de 21 actores, se puede señalar que no resulta homogéneo en cuanto a nivel interpretativo, ya que algunos acusan su evidente noviciado: sus diálogos son ininteligibles, carentes de veracidad y sus ademanes rígidos.

La explicación de tal deficiencia probablemente estriba en que en el montaje participan actores experimentados y alumnos de la escuela de actuación que la compañía colombiana fundó en 1988. Sin embargo, esa falla sólo es pecado mínimo ante el resto de la escenificación, cuyo clímax se alcanza en Las furias.

Se trata, sin duda, de la parte más vistosa de la obra, en vestuario, iluminación, agilidad y calidad interpretativa. Incluso, se rompe un tanto el tono solemne de los actos anteriores para ofrecer un matiz más ameno y divertido. Las casi cinco horas de duración se digieren con facilidad.

(La Orestiada se presentará en el teatro Julio Castillo, atrás del Auditorio Nacional, hoy, mañana viernes y el sábado a las 19:00 horas.)