Olga Harmony
¡Sola!

La productora independiente Mundo Canela estrena otro monólogo en el que Zaide Silvia Gutiérrez vuelve a trabajar con el canadiense Richard McDowell. El primero, hasta donde se me alcanza, fue Viaje a las sombras verdes, de la danesa Finn Methling, actuado por Mercedes Olea. En esta ocasión Zaide Silvia dirige, diseña la coreografía, canta, baila y actúa. Como en el anterior, presenta el retrato de una mujer, pero ¡Sola!, la versión libre basada en originales de Denise Clarke y Blake Brooker, ya no se limita a contar la problemática de una mujer, el amor y la pareja, sino que presenta a Luisa la cabrona como un perfecto ejemplar de una fémina a quien todos podemos encontrar a la vuelta de la esquina, así esté más bien caricaturizada, pero que es el más perfecto ejemplar de lo que la sociedad consumista puede hacer al destruir los más elementales valores solidarios en un ser humano.

La indiferencia ante el otro y el aferramiento a los bienes de que se disfruta pueden ser los de alguna burguesa cacerolista chilena, ahora que no se puede dejar de pensar en Pinochet. Luisa la cabrona, con sus ejercicios para conservarse bella, su lujoso departamento, su desprecio hacia los demás, puede haber sido producto del tipo de madre que tiene y la educación competitiva de que fue objeto, pero sobre todo de una sociedad en la que la voluntad -y Luisa tiene mucha- está encaminada al triunfo, entendido éste como la posibilidad de imponerse a los demás. Luisa es frívola, vacía, ayuna de empatía (``Yo no converso, yo inverso'', dice en una de los más acertados parlamentos de la obra) y sobre todo profesional de éxito en su programa radiofónico, pero no es feliz. Su transformación final nos la acerca, y es una concesión no excesivamente convincente -aunque rescatado por la ironía de la voz final en la contestadora- y su grito de que no desea ser mujer de los años noventa nos la ubica como un desagradable modelo que en México también encuentra correspondencia.

El monólogo se establece, al principio, como algunos diálogos telefónicos -con el despachador de comidas a domicilio, con su amiga y ayudante, con su madre- para dirigirse francamente al público en algún momento posterior. Mujer de su época, el diario de Luisa está formulado a base de videograbaciones, lo que da la oportunidad de escenas multimedia elaboradas por Zaide Silvia y su músico y codirector Richard MacDowell, autor de la música que en este montaje resulta casi un personaje más. A base de coreografías diseñadas por ambos directores, la actriz y en este caso bailarina nos narra no verbalmente parte del monólogo, lo que junto al video grabado en escena y el video del diario de Luisa, amén de algún momento cantado, rompe con la monotonía que suelen tener los monólogos, por graciosos que sean, como lo es éste, en que sólo se escucha una voz.

En una escenografía de Jorge Reyna que reproduce con muy pocos elementos un lujoso penthouse, Zaide Silvia Gutiérrez se muestra como una consumada actriz, excelente bailarina y cantante de buena voz. Imprime a su dicción diferentes tonalidades, desde ese modo de hablar que en algunos círculos se toma como signo de distinción (``como si tuviera una papa caliente en la boca'', dicen los jóvenes) al dirigirse a su ``inferior'', el despachador de comidas, hasta el habla normal, pasando por la melosa entonación al grabar parte de su programa radiofónico. Es muy graciosa y despliega su comicidad, pero también sabe transformarla en grave tristeza cuando por fin logra sentirse conmovida por la situación del otro, cuando ya no necesita de la lluvia en la cara para fingir lágrimas. Es decir, cuando se despoja de sí misma.

¡Sola! es una historia femenina diferente, en la que la mujer ya no es la víctima del estado de las cosas (aunque casi siempre lo sea en la realidad). Pinta a esa perfumada mujer de los aerobics y del éxito, pero también a cualquiera de los seres humanos que carecen de la capacidad de ser solidarios que, como Luisa, son unos verdaderos cabrones y que, en la cotidianidad de sus estrechas vidas, sustentan el intolerable estado de las cosas.