José Steinsleger
Mensajes soterrados

CON MAS FRECUENCIA Y CON MAS furia, ríos, volcanes y huracanes de América Latina hacen oír sus voces. Parecería que la Tierra (Dios, Pachamama o Tláloc), quisiera decirnos que estamos portándonos mal con ella. Y a despecho de las sectas milenaristas... ¿por qué no concederle voto?

En mayo de 1988, con motivo del desbordamiento del río Paraná y las inundaciones que anegaron el nordeste argentino, el escritor Mempo Giardinelli envió a este periódico un SOS y un artículo en el que analizaba las causas del fenómeno. Mempo concluía: ``En dos semanas más este país va estar hundido del todo. Me temo mucho que no sea una metáfora'' (La Jornada, 2.5.98).

El artículo termina así: ``Ya es hora de que los responsables dejen de hacerse los distraídos, acusando a la naturaleza o a los dioses''. En efecto, ¿hasta qué punto las emociones del planeta obedecen exclusivamente a ``causas naturales'' y hasta dónde interviene la mano siniestra de la ``modernización?''

Si nada puede hacerse para dominar los grandes desastres, países bajo el nivel del mar como Holanda y Dinamarca, habrían desaparecido del mapa de Europa. Sin embargo, otros países ``bajos'' pero pobres, como Bangladesh, son víctimas de inundaciones como las que actualmente castigan a México. ¿Cuál es la diferencia entre ellos: la ``cultura'' o la conciencia política preventiva que permite enfrentar a la naturaleza?

En los países ricos, las consecuencias sociales de huracanes, inundaciones y terremotos son menos dolorosas que en los países pobres. La naturaleza es la misma. Pero cuando en aquellos las autoridades demuestran ser insensibles y negligentes el ciudadano no perdona la improvisación, ni la repartición de culpas, ni las promesas de que el futuro será mejor.

Mempo cuenta el caso de un político de su provincia que fue descubierto mientras acumulaba víveres para favorecer a sus votantes. El cuadro es conocido. En el terremoto que devastó a Managua (1972), el dictador Anastasio Somoza desvió el plasma enviado por la ayuda internacional a sus bancos privados de sangre. Y en la Managua actual, el presidente Arnoldo Alemán fue acusado de hacer fortuna con la ayuda dirigida a las víctimas del huracán Mitch (1998).

En Ecuador, cuyo plano terrestre es perpendicular al eje del mundo y donde el 80 por ciento de la población subsiste en la pobreza extrema y la corrupción, el gobierno manifiestó al Banco Mundial que el país ya no podía seguir pagando la deuda externa. Pero en esos momentos, la gente de Quito andaba más pendiente de las fumarolas del volcán Guagua Pinchincha.

El presidente Jamil Mahuad, arquetipo de la mediocracia gobernante que encabezan hombres como Carlos Menem y Arnoldo Alemán, se graduó de vulcanólogo y habló de capas freáticas, lahares largos y flujos piroclásticos.

``He sobrevolado el cráter del volcán y puedo asegurar que la erupción no está cerca todavía'', dijo Mahuad.

Dos días después una tremenda explosión cimbró el subsuelo de Quito y sobre el cráter del volcán se alzó un hongo espectacular, con 50 mil toneladas de ceniza que bloquearon miles de kilómetros de drenaje y tuberías de Quito y los pueblos aledaños.

De los hombres ilustres de América Latina, sólo tres intentaron llegar a la cima de un volcán: el barón Humboldt, naturalista alemán, y el Libertador Simón Bolívar subieron al Chimborazo (Ecuador) y el Che Guevara al Popocatépetl. Humboldt, ``verdadero descubridor de América'' según Bolívar, pensaba que la salud de la Tierra y la salud de los pueblos no están divorciadas entre sí.

Entonces, no deja de ser inquietante que un Bolívar amargado y seco de pasiones volcánicas, escribiese su ``Delirio sobre el Chimborazo'' cuando la causa independentista empezó a sucumbir en la anarquía.

El escritor brasileño Erico Verissimo transcribe en ``México'', hermoso libro de viajes por el país, la conversación que sostuvo con un geólogo en su visita al Paricutín ``...volcán apagado con la apariencia tranquila del alma mexicana''.

El geólogo advierte: ``... ¡Cuidado forastero! En cualquier momento la roca puede explotar en el volcán, sin aviso previo...'' La esposa de Verissimo comenta: ``eso es filosofía barata, lugar común''. El autor responde: ``¿El lugar común es un volcán que explota en forma inesperada?''.