n CRONICAS DEL MEDIO OESTE EN EU
Podría cambiar la política de inmigración
Jim Cason y David Brooks, enviados, Omaha, Nebraska n La sede del Comando Aéreo Estratégico de Estados Unidos, la base militar que coordinaba las operaciones de ataque nuclear durante la guerra fría, está ubicada aquí y los residentes con cierto humor negro orgullosamente la llamaban "el terreno cero", ya que el lugar era obviamente uno de los primeros objetivos de los misiles nucleares rusos.
Pero el año pasado, Nebraska y ésta, su principal ciudad, se convirtieron en el "terreno cero" en un nuevo conflicto: el de la política migratoria nacional de Estados Unidos.
A fines del año pasado el Servicio de Inmigración y Naturalización (SIN) comenzó aquí la implementación del operativo más grande contra la contratación de indocumentados en la historia del país.
En un programa que el gobierno del presidente Bill Clinton presenta como un modelo para los esfuerzos nacionales para el control de la inmigración "ilegal" del futuro, los funcionarios del SIN revisaron los documentos de empleo de 25 mil trabajadores en la industria del procesamiento de carne en Nebraska.
Como resultado, el SIN informa que obligó a unos 3 mil indocumentados a abandonar sus empleos, y ahora prepara un esfuerzo paralelo en el vecino estado de Iowa, en donde espera descubrir al menos el mismo número de indocumentados, quienes deberán abandonar sus empleos en esta misma industria.
Pero el programa, conocido como Operación Vanguardia, inicialmente apoyado por los políticos de esta entidad, ahora provoca enérgicas protestas de representantes de la industria de la carne y muchos rancheros que están perdiendo dinero por la merma instantánea de hasta 25 por ciento de su mano de obra como resultado de la operación.
Con una tasa de desempleo de menos de 2 por ciento en este estado, los empresarios insisten en que no hay de dónde sustituir esta mano de obra, y los rancheros dicen que el efecto de la reducción de la producción está causando que el precio por res se haya desplomado hasta en 25 dólares.
El Instituto Americano de la Carne, la asociación empresarial de esa industria estadunidense, ha solicitado la postergación de la Operación Vanguardia en Iowa, y va rias de las empresas promueven, en privado, un tipo de nuevo Programa Bracero. Como resultado, el gobernador de Nebraska y los mismos políticos locales y federales que primero presionaron a favor del programa de ex- pulsión del SIN, ahora piden que se suspenda o se cancele totalmente.
Marcha atrás de
los republicanos
Legisladores republicanos que hace sólo seis meses atrás demandaban la deportación de los trabajadores indocumentados, hablan abiertamente ahora de la necesidad de buscar alternativas, incluyendo un nuevo programa de trabajador "huésped" o amnistías para los inmigrantes.
En un domingo reciente, después de la misa matutina en la iglesia católica Nuestra Señora de Guadalupe en el sur de Omaha, el representante federal republicano Lee Terry se reunió con unos 40 miembros de la comunidad mexicana para dialogar sobre el nuevo programa del SIN.
"Mire, soy una persona que trabaja duramente, he estado aquí casi un año, y ahora me están enviando una carta que me dice que ya no me permitirán trabajar", le explicó un joven que se identificó como indocumentado al legislador, y le preguntó: "ƑQué hará usted sobre esta situación?".
"En el Congreso, en Washington, se abre una discusión favorable sobre este tipo de asunto, donde hace un año o dos no había nada --respondió Terry--. Yo apoyo el derecho de un país a controlar la inmigración, pero aquí tenemos que reconocer que hay familias que están siendo afectadas, tanto como las empresas".
Respondiendo a otras preguntas, Terry explicó que la coyuntura en Washington no permite pensar en la posibilidad de otra amnistía para los indocumentados, pero que se están considerando nuevos programas para legalizar a inmigrantes.
El propio Terry reconoce esto en una entrevista con La Jornada: "Tradicionalmente el Republicano ha sido el partido que ha dicho que se construyan las bardas y que se incrementen las guardias armadas en la frontera. Es algo un poco extraño, pero ahora son los republicanos los que están diciendo que necesitamos evaluar las leyes de inmigración y las prácticas del SIN".
El debate ahora es sobre qué soluciones se brindarán en esta coyuntura. Los legisladores, respondiendo a las demandas de la industria cárnica, están discutiendo la posibilidad de promover un nuevo programa tipo "bracero", solución que, con ciertas condiciones, es apoyada por algunos defensores de los derechos del inmigrante y, también con algunas reservas, por el gobierno de México.
Pero otros defensores de inmigrantes, como los sindicalistas, argumentan que un programa de trabajadores temporales sólo legitima la condición de sobrexplotación de estos inmigrantes con pocos derechos, y que pueden ser cesados si exigen mejores salarios y condiciones. En su lugar, este sector opina que Washington debería considerar un nuevo programa de amnistía migratoria para los trabajadores que están empleados en esta industria.
Pero todo indica que esto tampoco es viable, no sólo porque no hay condiciones políticas para promoverlo en Washington, sino también porque los trabajadores en esta industria cambian de empleo tan fre- cuentemente que los que reciban visas de trabajo permanente en el país buscarían empleo en otra parte, lo que dejaría a la industria en la misma necesidad de buscar nuevos empleados.
Went, el director del SIN aquí, dice: "Yo creo que los empresarios deben ver cómo cambiar sus prácticas de contratación para que mejoren las condiciones y los sueldos para atraer a alguien que cursó la preparatoria en esta comunidad".
Explotación planificada
Según representantes empresariales y sindicales, para lograr el objetivo de Went se necesitaría elevar los salarios de un promedio de ocho dólares por hora a 13, sueldos que las empresas dicen que son no competitivos en este clima económico.
La realidad que se revela con la Operación Vanguardia es que las leyes de inmigración estadunidenses están diseñadas para funcionar lo suficientemente bien como para mantener un sector explotable de trabajadores extranjeros, pero no tanto como para cortar la oferta constante de esos mismos trabajadores.
Ahora el gobierno debe definirse una vez más ante esta situación: o suspender la Operación Vanguardia o, por lo menos, limitar su éxito para asegurar el flujo continuo de mano de obra al sector industrial de procesamiento de carne.
Pero Lourdes Gouveia, una experta en asuntos migratorios de la Universidad de Nebraska, sostiene que la solución no es otro programa de trabajador "huésped" ni una amnistía para los indocumentados, sino una resolución global que tome en cuenta los factores que están desplazando a los trabajadores de sus puestos de trabajo en México y, además, obligando su migración a Estados Unidos.
"Los refugiados más recientes que han llegado aquí son los kosovenses", afirma Gouveia, y agrega que "antes de ellos eran los bosnios y los iraquíes, y que todos ellos llegaron como consecuencia del involucramiento de Estados Unidos en diversas partes del mundo".
Añade la experta que los migrantes de México y Centroamérica son resultado de las políticas económicas de Estados Unidos, y no de guerras, pero que finalmente el resultado es el mismo.
"El vínculo entre políticas económicas devastadoras en el exterior, nuestro deseo de más y más bienes de consumo baratos y el creciente número de trabajadores desplazados y pobres es invisible para muchos, pero éste es el centro del asunto", apuntó.
Granjeros enfrentan el fin del mundo
Lincoln, Nebraska n Maíz y soya sembrados en miles de hectáreas a lo largo de cientos de kilómetros que sólo acaban al topar cielo en el horizonte del "corazón de la tierra" estadunidense, el heartland.
Pero ese corazón sufre infartos: los granjeros se están suicidando económica y físicamente, miles obligados a dejar de trabajar la tierra de sus abuelos y bisabuelos, varios que arman "accidentes" para morir y así poder dejar su seguro de vida para que sobrevivan sus familias, otros que ahora se definen como "peones" o "esclavos" de las empresas transnacionales.
"Por primera vez hay granjeros que me dicen que ya no tienen la voluntad de sembrar, algo que jamás he escuchado, aun en otros momentos de crisis aguda", comenta a La Jornada John Hansen, presidente de la Unión de Granjeros de Nebraska.
La riqueza natural de estas tierras, entre las más productivas del mundo, disfrazan una crisis que estalló en los años 80, y que ahora amenaza con aniquilar a todos aquellos que se defendieron de la primera ola de desastres.
Pero esta crisis no es por causas naturales --no es por sequía, ni por los tornados que suelen pasar por aquí, ni por invasión de insectos-- sino por las políticas agrarias que se imponen en todas las esquinas del planeta y por la creciente concentración de este sector en manos de sólo cuatro o cinco empresas en cada rama agropecuaria, señala Hansen.
Para John Hansen, las políticas agrarias tienen un propósito: beneficiar a las grandes empresas agroindustriales. "Como to- do producto primario en el mundo, sea petróleo mexicano, cobre chileno, o maíz estadunidense, la política es deprimir los precios de la materia prima".
Mark Ritchie, director del Instituto para Políticas Agrarias y Comerciales, en Minneápolis, Minnesota, dice que mientras se incrementan los costos de producción, los precios aquí para todos los productos básicos están en su punto más bajo en los últimos 150 años.
Señala, además, que esto también es cierto en gran parte del mundo, como resultado de las políticas impulsadas por la Organización Mundial de Comercio, y que co- mo para muchos países, esto implica lo mismo para granjeros en este país: los bajos precios imposibilitan pagar la deuda.
Igual que la crisis entre granjeros, lo mismo se genera entre países, como la reciente crisis financiera en Tailandia, y a continuación agrega: "Los precios se desplo- man, la gente tendrá que vender su tierra, los banqueros rechazarán renegociar créditos... éste es el fin del juego".
Barrio pobre en barrio rico
Como resultado, "mientras todo el mundo habla del auge económico, aquí lo que tenemos es que la América rural se está convirtiendo en un barrio pobre --afirma Hansen--. Después del TLC (Tratado de Libre Comercio de Norteamérica) estamos en peores condiciones que antes; los ricos se hicieron más ricos y los pobres más pobres, qué sorpresa".
Los que siguen trabajando sus granjas lo hacen para defender lo poco que les queda. Noventa por ciento del ingreso de los granjeros proviene de trabajos fuera de la granja. "Nunca hemos sido menos autosuficientes y más dependientes", comenta Hansen.
La primera gran crisis en el campo tuvo como resultado que entre 1980 y 1990 Estados Unidos perdió 33.9 por ciento de su población rural; durante ciertos periodos, unos mil 400 granjeros abandonaban sus tierras cada semana.
Ahora hay 300 mil granjeros menos en Estados Unidos que hace 20 años, y aunque 94 por ciento de las granjas estadunidenses son consideras "pequeñas", perciben sólo 41 por ciento de todos los ingresos granjeros del país.
Los que sobrevivieron esa crisis -- como siempre los más fuertes, ricos y capacitados-- temen perder todo en la creciente crisis que se presenta. De hecho, señalan los granjeros aquí, se espera que este otoño miles serán obligados a abandonar sus granjas, y habrá una nueva ola de bancarrotas y expulsión económica de familias granjeras de Nebraska, Iowa, Kansas y los otros estados del centro del país.
En ciertas zonas, informa Mark Ritchie, director del Instituto para Políticas de Agricultura y Comercio en Minnesota, se espera que 25 por ciento de los créditos bancarios, de los cuales dependen cada año los granjeros para sembrar, no serán renovados por esas instituciones.
Las políticas agrarias son diseñadas para generar precisamente este tipo de resultado, según Chuck Hasselbrook, director de programas del Centro para Asuntos Rurales en Nebraska.
"Los programas federales de apoyo del ingreso ilustran esta tendencia. Más grande y rica la granja, más dinero recibe de estos programas. Los grandes son subsidiados por devorar a los pequeños", afirma.
El negocio de la agricultura se ha convertido más intensivo de capital, con alta tecnología promovida por grandes empresas y, del otro lado, un control casi monopólico del producto por esas mismas empresas, que establecen, en efecto, el precio que se paga al productor en el mercado.
Según Hasselbrook, el resultado en esta zona conocida como los "grandes llanos" es que las comunidades rurales y de granjas representan ahora 40 por ciento de los 50 condados estadunidenses de menor ingreso económico.
Según un reciente estudio del Instituto de Políticas Económicas, han desaparecido en la región, entre 1994 y 1997, unas 42 mil granjas con ingresos menores de 250 mil dólares anuales.
"Es irónico cuando uno piensa en nuestra historia en Dakota del Sur --comenta el granjero Charlie Johnson al Washington Post--. Nuestros antepasados abandonaron a los terratenientes y reyes de Europa para venir y alcanzar su libertad que le era negada, y ahora estamos convirtiendo a las grandes empresas del campo en los nuevos gobernantes feudales".
Protestas rurales
En las últimas semanas cientos de granjeros han bloqueado carreteras en Dakota del Norte, Idaho, el estado de Washington y Montana, y otros han intentado clausurar puntos de cruce fronterizo con Canadá para protestar contra las políticas comerciales agrarias del gobierno federal.
Uniones y asociaciones de granjeros promueven una legislación estatal para intentar detener el avance de las grandes transnacionales para controlar el sector. Otros cabildean para obtener más apoyos de emergencia de Washington a fin de enfrentar la creciente crisis, resultado del retiro de subsidios federales y precios de garantía.
Para Ritchie, se aproxima "el fin del juego" en la gran batalla para defender al pequeño producto y la "granja familiar". Llegará un momento, dice, en el que el go- bierno estadunidense deberá enfrentar las consecuencias devastadoras de sus políticas agrarias y el impacto del libre comercio en este sector.
Este otoño, señalan muchos entrevistados, la crisis estallará en pleno cuando cientos o tal vez miles de granjeros enfrenten la pérdida de sus granjas, de las tierras que ellos, sus abuelos y sus bisabuelos han convertido en las tierras más productivas del mundo.
La cruel ironía es que todas las noches en este país, más de 30 millones de estadunidenses carecen de alimentos. Los que producen demasiado alimento podrían pasar pronto a integrar esas filas.