UN PREMIO NECESARIO Y MERECIDO
La decisión de otorgar el Premio Nobel de la Paz de este año a la organización no gubernamental humanitaria Médicos sin Fronteras es, más que merecida, necesaria. En efecto, avala la actividad noble y arriesgada de quienes desafían las dificultades y la muerte, incluso en las peores condiciones políticas o durante los conflictos más sangrientos, para aliviar a las víctimas de las guerras civiles o internacionales, o a las de la opresión policiaco-militar en cualquiera de los rincones del planeta.
Médicos sin Fronteras, contrariamente a lo que es llamado "el pensamiento único" neoliberal, no acata el llamado a buscar sólo el propio interés, a pensar sólo en sí mismo, a guiarse por el beneficio personal, por la comodidad, por el lucro, a despreciar como desvalorizada moneda moral la solidaridad y el humanismo.
Consciente de que la gente no piensa como los ideólogos fundamentalistas del neoliberalismo, esta ONG construye, por el contrario, la solidaridad y el internacionalismo no sólo entre sus miembros, que provienen de diferentes países, sino también entre las poblaciones a las que desinteresadamente ayuda.
La organización premiada, en efecto, no vacila en desafiar, a cualquier costo, los racismos y los chovinismos, como en Kosovo, tanto de los albanoparlantes contra los de origen serbio como los de éstos contra aquéllos. Incluso, para llevar a cabo su tarea imparcial, enfrenta sin vacilar los vetos de los gobiernos, muy poco propensos a dejar actuar a observadores y actores extranjeros intachables en defensa de las víctimas directas o indirectas de las acciones oficiales.
La organización premiada con el Nobel de la Paz, hay que recordarlo, cuando la matanza de Acteal y el flujo de fugitivos a Polhó, Chiapas, fue vetada por las autoridades locales y por la Secretaría de Relaciones Exteriores, que le prohibieron ayudar a los refugiados, pese a lo cual trabaja desde 1998 en unas 60 comunidades de la Mixteca Alta, en Oaxaca, o sea con un total de 17 mil indígenas, que hasta hace una semana carecían de apoyo médico oficial.
Médicos sin Fronteras da a la idea de injerencia humanitaria, por otra parte, un sentido directamente opuesto al que le dan las grandes potencias que siguen bombardeando Irak, o al de los miembros de la OTAN que bombardearon Dhasta hace poco a Yugoslavia, basados en el concepto racista de la responsabilidad colectiva de los pueblos por los actos de sus gobernantes.
La organización, en efecto, interviene sin partidismo alguno, en ayuda de las víctimas de las guerras o de los desastres, a las que no pregunta ni su nacionalidad, ni su raza, ni su color político o su religión.
Por eso su acción es creadora de universalismo, educadora en la idea del reconocimiento del otro como un igual en dignidad y en derechos, supresora, como su nombre lo destaca, de las fronteras mentales.
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