* ''ƑNobel? Estoy más preocupado por mi jardín'', expresó en el verano


Volver a la historia, mi obligación intelectual, dice Günter Grass

* Escribir acerca del dolor lo neutraliza y nos pone en guardia, comenta el escritor alemán

* La memoria, aunque confusa, menciona cosas interesantes; hay que estar atento a ella, señala

Entre los preparativos para el lanzamiento de su nueva novela,

la apertura de una exposición con sus obras pictóricas y la

ceremonia en la que recibirá el Premio Príncipe de Asturias,

actos que ocurrirán el 22, en Oviedo, y el 23, en Madrid,

Günter Grass se enteró de la decisión de la Academia Sueca.

Como parte de esos prolegómenos fue realizada esta entrevista.

Marina Ruiz, especial para La Jornada * El verano de este año, cuando lo vimos en su casa del Algarve portugués, Günter Grass no imaginaba que pocos meses más tarde ganaría el Nobel de Literatura 1999. Incluso, cuando le preguntamos si alguna vez había pasado por su cabeza la idea de recibir ese galardón, el escritor alemán, que entonces estaba preocupado por el Premio Príncipe de Asturias, que recibirá el 22 de octubre en Oviedo, nos dijo: ''ƑEl Nobel? A mí lo que me preocupa es que crezcan las plantas que cuido en esta casa del Algarve''.

Acababa de volver de Dinamarca, donde se refugia siempre que publica un libro en su país, Alemania. Esa vez circulaba uno de mucho riesgo: Mi siglo, una novela conformada por relatos acerca de las décadas de la centuria, con los cuales el protagonista ųélų transmite siempre comprensión y rabia por lo que ha hecho la historia con Europa.

''Es un libro de la memoria de Europa. No entiendo la vida sin memoria. Nunca he comprendido cómo los españoles decidieron, en la transición, olvidarse de lo que pasó tan recientemente'', explica Grass.

 

La historia nos pone en guardia

 

ųƑCómo recibieron los alemanes Mi siglo?

ųLa acogida de los lectores ha sido muy buena, pero en mi país siempre me pasa eso: los lectores reaccionan muy bien y los críticos me ponen muy mal. Ya estoy acostumbrado.

ųSiempre los hace volver a la historia.

ųEs mi oficio y mi obligación intelectual: la memoria de la guerra, la unificación de Alemania, la misma historia de la guerra civil española... Esos son asuntos que me conmueven y me hacen escribir.

ųƑCree que es bueno volver sobre la historia, aunque produzca dolor?

ųJustamente escribir sobre el dolor lo neutraliza, o al menos nos pone en guardia.

ųƑEscribió siempre por eso?

ųPor eso escribí El tambor de hojalata.

ųƑCómo fue?

ųA principios de los cincuenta, cuando estaba en París como un vagabundo, me vino esa historia: un niño que se niega a crecer, acaso sepultado por la memoria, cuyo grito puede ser un arma contra el regreso de la barbarie.

ųƑQuién le influía entonces?

ųEntonces yo leía a Unamuno, a Bernanos... Eran escritores católicos, pero con mucha personalidad civil. Entonces también estaba influido por las teorías marxistas de la historia, pero pronto estuve más de acuerdo con Albert Camus que con Jean Paul Sartre.

ųƑQué estimaba de Camus?

ųEl valor moral de la duda. Era un escritor comprometido en un tiempo en que su compromiso no parecía estar homologado con el criterio general del compromiso...

ųƑY usted no ha visto en los españoles ese afán de alerta que tiene la memoria?

ųLa verdad, no. Vine a España con Willy Brandt cuando legalizaron el PSOE de Felipe González, que fue un momento muy hermoso de su país. Escuché muchos discursos, pero creo que en el único que hubo alguna referencia al pasado tan difícil que supuso el fascismo y la guerra para España fue en el de Enrique Tierno Galván. Una vez busqué libros sobre la guerra civil y hallé que todos los libros habían sido escritos por extranjeros. Por cierto, Ƒse acuerda la gente del viejo profesor?

ųPoco, y a veces para mal.

ųEs extraño, pasa a veces con personajes tan fascinantes: la gente vuelve a ellos más tarde.

 

Ante el exceso de información,

el pensamiento

 

ųVolviendo a Camus, Ƒcree usted que es posible que los intelectuales influyan hoy como entonces?

ųCreo que los intelectuales tienen que afectar a los que hacen la política, ese es su oficio y esa es su responsabilidad. Hay demasiada información en el mundo. En esta casa, por ejemplo, no tengo televisión. Mis nietos y mis hijos se van a la azotea y miran allí las estrellas. Pinto y ahora trato de dibujar mis botas, y no escribo nada ni leo los periódicos, me desintoxico del exceso de información que hay en el mundo... Creo, por eso, que debe haber pensadores, escritores, intelectuales alertas contra lo que supone esa demasía, y han de advertir a la gente sobre los diversos riesgos que corre el ser humano...

ųƑPuede nombrar un riesgo?

ųAhora estoy preocupado por la educación de los niños: Ƒquién se ocupa de ella? ƑSon los Estados conscientes del papel tan importante que juegan? ƑSon los padres conscientes de cómo han de ser educados sus hijos, quién ha de hacerlo?

ųƑEs usted pesimista?

ųNo, soy escéptico, pero no pesimista.

ųO sea, vive sin demasiada esperanza.

ųVivir sin esperanza me protege del cinismo. Me veo como Sísifo: muevo la piedra, pero nunca llegará la piedra al final de la montaña. Y soy feliz con mi piedra... Además, si la piedra no se moviera sería muy aburrido...

ųƑHay algún camino a la felicidad?

ųSí, leer libros. Sea feliz, la gente siempre leerá libros.

ųEl mundo parece haber cambiado mucho. Usted lo describe en su último libro.

ųSí, he querido que un personaje que parezco yo pasee por los pasillos del siglo y vea, un poco como Oskar, el protagonista de El tambor de hojalata, lo que está pasando como si ocurriera en ese instante.

ųUn siglo en el que de pronto ya el capitalismo no tiene enemigo.

ųSí lo tiene: ahora el capitalismo es su propio enemigo. Lo advierto en Diario de un caracol.

ųƑY qué ha dejado el comunismo?

ųComo toda esperanza, dejó cinismo.

ųOtra de sus advertencias fue contra la unificación de Alemania...

ųContra el modo de hacerla: se abrió de pronto un gran mercado a gente que no podía comprar, y la crisis está a la vista... Ahora es tarde, pero no demasiado tarde para arreglarlo.

ųUna crisis que ha desembocado en guerras contra el rebrote del nacionalismo de corte fascista...

ųSí, esta guerra que hubo en primavera contra Milosevic me pareció una buena causa, y yo estuve de acuerdo con Javier Solana. Pienso que Europa no debe estar en un conflicto así, con el mandato de los estadunidenses, como ocurrió en la Guerra del Golfo. Los estadunidenses siempre aprovechan esos conflictos para ensayar nuevo armamento, con la estúpida creencia de que esas armas son limpias, que no son precisamente militares... Hay que parar a Milos Gunther 2 evic, claro, es obvio que eso genera mucho dolor, pero, Ƒpor qué ha de hacerse con el mando estadunidense?

 

Comunicación con la memoria

 

ųƑQué le produce actualmente melancolía?

ųEl dinero. El dinero no crea ideas, sino melancolía.

ųƑY cuál es su principal materia literaria?

ųLa memoria. La memoria es confusa, nos dice cosas muy distintas, y uno ha de estar atento, porque siempre dice cosas interesantes. Y la literatura es la mejor forma de la memoria. La memoria literaria es lo que le da sentido al tiempo. La memoria amplía un país. La literatura llena los agujeros de la historia oficial.

ųAhora conoce un poco más España...

ųSí, sé de las cosas que pasan, y pienso, por ejemplo, que no es bueno que Felipe (González) esté fuera de la política. Este es un país muy importante, donde por cierto empezó la Segunda Guerra Mundial, y necesita de gente de esa envergadura.

ųƑPuede usted rememorar cuándo escribió El tambor de hojalata?

ųSí, claro, ya he dicho que estaba en París, como un vagabundo, trabajando en los oficios más estrambóticos. Cumplí los 30 años cuando di fin a sus 500 páginas, y al terminar pensé: ''Será famoso en el norte de Alemania''. Pero después descubrí también que era famoso en el sur de Alemania, en Bavaria. Y luego, cuando se tradujo al inglés, Kurt Wolff, de Random House, me dijo: ''Toda buena literatura viene de provincia''.

--En España la publicó en 1977 Jaime Salinas, en Alfaguara...

ųFue mi primer editor aquí, un gran hombre al que guardo mucho aprecio, y ahora tengo la suerte de tener como editora a una sucesora suya, Amaya Elezcano, con la que he preparado aquí el lanzamiento de Mi siglo en español...

ųLo haría comiendo rodaballo (El rodaballo es una de las grandes novelas de Grass).

ųNo, no suelo comer pescado, no me gusta el pescado sin espinas.

ųPero es un buen cocinero.

--Soy un buen cocinero, pero no conduzco, no uso computadora, sólo soy un hombre pasado de moda.

ųƑCocina usted, aquí, en el Algarve?

ųSí, pero sobre todo pinto, ahora estoy retratando mis botas. Subo a mi estudio, en la azotea, y allí me abstraigo. Los escritores debemos tener siempre al lado un estudio en el que trabajemos con las manos, y cocinar es un poco como pintar.

 

Goya intervino en la realidad

 

ųEn Alemania usted pinta bajo un grabado de Goya.

--Goya fue un testigo, un hombre que reprodujo la realidad interviniendo en ella, comprometiéndose con ella: no conozco un pintor europeo que represente mejor el compromiso del artista del que yo mismo hablo.

De vez en cuando, mientras hablábamos, Grass se levantaba de la larga mesa de madera de su patio del Algarve para traer viandas de la cocina: chorizos, salchichas, queso ahumado, salchichón, jamón portugués, pan negro.

ųHace muchos años fueron a verlo en Hamburgo el cineasta italiano Marco Ferreri y el guionista español Rafael Azcona, y éste nos ha contado que más que hablar comieron esta clase de productos...

ųEs que cuando da pereza cocinar lo mejor es tener algo cotundente a mano, y comer es una manera de hablar.

ųLo habían visitado para proponerle rodar la película de El tambor de hojalata.

ųSí, pero al fin la hizo Volker Schlöndorff. No estuvo mal, Ƒverdad?

ųAhora tendrá que pensar usted en una película del siglo a partir de Mi siglo.

ųšUy!, esa es una película que sólo se puede hacer con la mente. Un siglo es tanto tiempo que no cabe en el cine.

En la casa del Algarve, Günter Grass había hecho un banco de piedra desde el que se domina enteramente su casa terrera en la que había un silencio extraordinario. Con su pipa en la mano, guió a sus visitantes hasta ese banco, se sentó allí, tocado con el sombrero blanco que acababan de regalarle, y dijo, acariciando el asiento ya pulido por él mismo:

ųEste tipo de cosas, este banco, las plantas que crecen, las cosas que uno hace con las manos, eso es lo que me hace verdaderamente feliz.

El hombre pasado de moda es ahora el hombre de moda, y allí, en el Algarve, era entonces un hombre feliz, aun sin Nobel.