Néstor de Buen
Un país realmente pobre
EL NOMBRAMIENTO de Carlos M. Jarque como secretario de la Sedesol me pareció una buena medida de gobierno. Pensé que las circunstancias políticas, la incorporación de Esteban Moctezuma a la campaña de Labastida, habían abierto la puerta para una decisión justa: reconocer el extraordinario trabajo que Carlos había venido haciendo al frente del INEGI, si no me equivoco, obra suya desde sus comienzos. Y con el reconocimiento honores y una vida más tranquila.
Lo que no se me ocurrió pensar es que el hombre de estudio, de laboratorio, ya de enorme prestigio internacional, quien mejor conoce en México los misterios y virtudes de la cibernética, mandamás en esa enorme computadora que se ha construido en Aguascalientes para alimentar de información a nuestro mundo económico, se habría de convertir en un caminante enlodado sobre los caminos de la enorme miseria que el agua (o la falta de agua, como en San Luis Potosí y Zacatecas) o los temblores terremotiles causan en nuestro México.
Me ha impresionado la entrevista que le hizo Carlos Acosta Córdova en el Proceso de hace una semana. Y gracias a ella he podido entender ahora muchos de los misterios de esas cifras que todos invocamos, con intenciones diferentes, lo confieso, sobre la verdad de la miseria en México.
Dice Carlos que hay varias maneras de medirla. Un primer criterio haría referencia a aquella parte de nuestra población cuyo ingreso es menor al costo de la canasta básica. El segundo atendería a los que ganan menos del valor de dos canastas básicas. Estos son criterios de CEPAL para medir la pobreza en América Latina y de acuerdo con ellos 17.5 por ciento de los mexicanos viven en la pobreza extrema y 45 por ciento en pobreza a secas (šojalá fuera, en estos momentos, a secas!). Eso nos da un total de 61 millones de mexicanos pobres.
Hay otro enfoque: son pobres los que sufren cualquiera de las siguientes tres condiciones: vivienda precaria, vivienda sin servicios básicos, vivienda con alto grado de hacinamiento (tres o cuatro personas por cuarto), familias con hijos que no van a la escuela y familias cuyo jefe es analfabeta y del que dependen cuatro o más personas. Dice Carlos que con esos criterios, 15 por ciento de los mexicanos viven en esa situación de pobreza extrema.
A una hábil pregunta de Carlos Acosta Córdova, Jarque aclara que el gasto social en México era, hace algunos años, como proporción del PIB, de 27 por ciento y ahora de 15. La diferencia es que del gasto anterior, 14 por ciento del PIB provocaba déficit presupuestal. Y eso significó hiperinflación, desequilibrios macroeconómicos, devaluaciones, etc. La conclusión: hoy se gastan dos puntos más que entonces. Justo es reconocerlo.
Impresionan, sin duda, las cifras. Y no se puede menos que aceptar que se está haciendo un esfuerzo notable para reducir ese espantoso problema que vive México, de miseria mayoritaria (sin olvidar la notable acumulación de riqueza en el extremo opuesto, de beneficiarios mínimos de la mayor parte del paquete económico). Pero cabe preguntar: Ƒes que seguimos es el mejor camino? Y Acosta Córdova hará, envolviendo una pregunta a Carlos, la afirmación definitiva: "Se ha comprobado que las políticas económicas de los tres últimos sexenios se han distinguido por ser productoras de pobres".
La respuesta de Jarque, que no elude el compromiso, es precisa: no se ha logrado la meta de crear un millón de empleos al año y el mercado, el famoso mercado ha demostrado ser insuficiente para crear empleo. Pero también habrá que tomar en cuenta los factores físicos, poblacionales y geográficos del país que favorecen las condiciones de pobreza.
Sobre esos datos espeluznantes, hoy, la tantas veces ansiada lluvia nos ha descubierto la otra miseria infinita, la que obliga a vivir en los cauces secos de los ríos, en las laderas de los barrancos, cerca de presas que a veces se desbordan, en los cinturones de miseria de las grandes poblaciones nuestras o en las proximidades de los puntos sísmicos más notables. Y eso, me temo, no forma parte aún de las estadísticas.
Lo que siento: egoísmo puro, es que todas estas circunstancias nos impiden a los De Buen reclamarle a Carlos la asistencia a unos encuentros en los que charlábamos de todo. Y con la charla, al menos es mi caso, aprendiendo muchas cosas que los mexicanos no debemos ignorar. Y que hoy son más que visibles. No debemos ni ignorarlo ni olvidarlo. Ni quedarnos sólo en el lamento. ƑSe acuerdan de la palabra "solidaridad"? *