Angeles González Gamio
Historia de un predio
Este año el Palacio de Bellas Artes cumple 65 años de vida, aniversario feliz para todos los que disfrutan los incontables gozos culturales que el majestuoso recinto ofrece. De su azarosa vida hemos escrito en ocasiones anteriores, mencionado que se edificó en el sitio que ocupaba el convento de Santa Isabel. Esta es buena ocasión para hablar de esa institución religiosa, de la que don Manuel Romero de Terreros, en su delicioso libro Apostillas históricas, nos cuenta interesantes historias.
El cenobio la fundó doña Catalina de Peralta, acaudalada viuda, bajo la advocación de Santa Isabel, reina de Hungría, el 11 de febrero de 1602. Como monjas franciscanas urbanistas, erigieron un vasto convento con su templo adjunto. Allí vivieron casi siempre felices, hasta 1861, año en que tuvieron que abandonarlo por las Leyes de Exclaustración. Las instalaciones conventuales, incluido el templo, ocupaban 11 mil 500 varas cuadradas, precisamente lo que abarca el Palacio de Bellas Artes.
Al igual que el resto de las construcciones religiosas, fue vendido a particulares, quienes lo fueron destruyendo o adaptándolo para otros usos, así, el templo se convirtió en fabrica de pasamanería de seda y después lo ocupó la imprenta y litografía de los señores Aguilar y Vera. En otra de las dependencias, se fundó el restaurante Prendes. Los últimos restos fueron demolidos en 1900, para construir el suntuoso Palacio de Bellas Artes, que como sabemos tardó 30 años en concluirse, al ser interrumpida la construcción durante 15, por el movimiento revolucionario, lo cual explica la diferencia de estilo entre el exterior (art-noveau) y el interior (art-deco).
Al efectuarse las excavaciones para la cimentación, cuyo proyecto lo realizó una empresa estadunidense, con poco éxito, pues se tuvo que rehacer varias veces y se ha hundido severamente, se encontró el sepulcro de la fundadora cubierto por una lápida con su nombre y la fecha de fundación del convento, finamente labrados en la piedra. Al abrirlo, el interior contenía los restos de la monja dentro de finos ropajes, bordados con alamares de hilo de plata. Los trabajadores lo destrozaron, buscando joyas, que nunca encontraron.
Entre las religiosas que habitaban el convento se encontraba sor Juana Velázquez de la Cadena, de prominente familia de la capital, cuyo hermano vivía en la mansión que ocupaba el predio que hoy es el Banco de México. Con motivo de la invasión norteamericana a la ciudad de México, el señor y su familia se refugiaron en una de sus haciendas, recibiendo frecuente correspondencia de sor Juana, quien lo mantenía informado de la dramática situación que se vivía en la capital. Vamos a transcribir parte de una de las cartas, que nos permite apreciar lo que fueron esos tiempos terribles:
"Querido hermano:
El lunes 13 (de septiembre) cien hombres de los de Hidalgo tomaron este convento con el necio empeño de enarbolar su bandera desde nuestras alturas y hacer fuego a los invasores, que estaba ya más acá de la garita de San Cosme. El comandante por ningún motivo quería retirarse. Porfiamos con aquel hombre hasta las tres de la mañana que conseguimos que se retirara.
Al amanecer comenzó a entrar él ejercito americano... Las primeras avanzadas se situaron junto a nuestro convento con sus respectivos cañones. Imprudentemente les dejaron ir algunos tiros de las alturas inmediatas, ellos hicieron fuego con la artillería y buscaron refugio. Con esto, luego comenzaron a tirar la puerta de nuestra portería... Nuestros capellanes nos avisaron y luego los calmaron y les abrieron. Todas espantadas corrieron a esconderse y la pobre Prelada, en el extremo de mayor aflicción me preguntaba que hacia; le dije que no se afligiera que tratándolos con política, conseguiríamos que nos respetaran.
Quiso Dios que así fuera. Ellos parecían fieras cuando llegaron, pero luego se fueron amansando... Ya habíamos establecido nuestro método, pero a los cuatro días se fueron y nos trajeron más de quinientos heridos švaya el espectáculo más horroroso!. Por ahora tenemos cinco o seis muertos diarios... Créete que falta corazón para ver tantas lástimas..." Esta es una de las múltiples historias que encierra ese predio, que ahora con el Palacio de Bellas Artes, va juntando muchas más, que van a disfrutar conocer las futuras generaciones. Para festejar el feliz aniversario, es buena idea caminar unos pasos a la avenida 16 de Septiembre número 10, precisamente al restaurante Prendes, que tiene platillos suculentos, tanto de la carta tradicional, como las sugerencias de temporada que cambian diariamente. Estos días el agasajo son los chiles en nogada, pero siempre hay excelente pescado, rico hígado y riñoncitos.