Héctor Aguilar Camín
UNAM, otra vez
Por fin intervino de alguna forma la autoridad y hubo alguna forma de aplicación de la ley en el desalojo de huelguistas de la UNAM que paralizaban las arterias centrales del Periférico de la ciudad de México. El cuerpo de granaderos desplazó al contingente que, violando un acuerdo previo con las autoridades, pasó de los carriles laterales de esa vía rápida a los centrales creando un caos vial que duró horas.
Los granaderos se dieron tiempo para golpear inmisericordemente a dos estudiantes. El gobierno de la ciudad identificó a los agresores ųque no están para agredir sino para contener, aunque habían sido víctimas de una agresión previaų y los cesó enviándolos a su Comisión de Honor y Justicia. También emitió un comunicado señalando su postura respecto del conflicto en un boletín de prensa que fue luego una inserción pagada en algunos periódicos. Ahí ofreció el gobierno capitalino su versión de los hechos de lo que ha sucedido hasta hoy en nuestra "mínima casa de estudios", como la llama Gil Gamés. (Crónica Dominical, domingo 17 de octubre de 1999.)
A mi juicio el gobierno de la ciudad actuó bien al contener a los huelguistas en las arterias centrales del Periférico, para proteger el derecho de tránsito del resto de los ciudadanos. También hizo bien al sancionar a los granaderos que confundieron su tarea de contener a los huelguistas con un artero pleito de pandilla. Es imposible no coincidir con las autoridades capitalinas, en su afirmación de que "la ciudad de México y sus habitantes no pueden ser víctimas de tanta incompetencia y falta de voluntad política" para resolver el problema de la UNAM. Y son seguramente certeras las culpas que esas autoridades ponen sobre las de la UNAM y la Federación, que no han podido encontrar una vía de solución al conflicto.
No es posible coincidir sin embargo con el gobierno capitalino cuando se presenta como víctima de los errores de otros y como única parte interesada en defender los intereses de la ciudadanía. Cualquiera que haya seguido el conflicto universitario desde sus inicios sabe que el gobierno capitalino tuvo la mano metida en el movimiento de huelga y que el PRD actúa persistentemente como fuerza política en los flancos moderados del movimiento estudiantil. Fue un conflicto que los perredistas creyeron que podrían manejar y que se les fue de las manos, tal como a las autoridades de la UNAM y a las federales.
El gobierno capitalino y el PRD tuvieron y tienen mucho que decir en el curso del conflicto universitario. Pero están tan paralizados ante ese conflicto, tan amarrados por distintas cuerdas, como el resto de los actores. Bastaría por ejemplo que los líderes moderados del movimiento parista levantaran unilateralmente la huelga y dejaran solos a los ultras para inclinar la balanza a favor de una solución.
En el empate catastrófico que se lleva a paletadas el prestigio y la viabilidad de la UNAM no hay un culpable único. Es una involuntaria fuenteovejuna. La Rectoría no asume la situación real de despojo y no pide formalmente a las autoridades judiciales la devolución de sus instalaciones. El Consejo Universitario no apoyaría a la Rectoría en esa posición, pero tampoco es capaz de consensar una rendición ante las exigencias de los huelguistas. Los académicos se escinden en un ala dura y en otra proparista. Los estudiantes que quisieran estudiar son los grandes ausentes, y no aparecen en el paisaje ni para bien ni para mal. El gobierno de la República no quiere intervenir mientras los universitarios no lo pidan. Los huelguistas se esciden en un ala moderada bajo influencia del PRD y un ala dura bajo la influencia del subcomandante Marcos y otros radicalismos trasnochados, pero activos y hasta armados. El PRD y el gobierno capitalino miran a otro lado buscando culpables de lo que son copartícipes.
La UNAM toda es una torre de Babel que habla un inentendible lenguaje llamado "Vamos a dialogar".