La Jornada lunes 18 de octubre de 1999

José Cueli
ƑUna bronca desplazada al juez?

Decía José Ortega y Gasset: "Cuando quiero tomarle el pulso a Madrid, me voy a la plaza de toros". El pulso de la ciudad de México, en la plaza de toros, fue de taquicardia. Un incidente irrelevante como es que el juez no otorgó una oreja por una faena mediocre y una estocada pulmonera de Manolo Lizardo que provocó derrame, armó una bronca contra la autoridad. Pleito que fue evidentemente un desplazamiento del coraje que la afición arrastra contra todo lo que signifique poder de mando en el México actual.

Ya Federico García Lorca lo había cantado; él arraigado en la naturaleza maligna que enfrenta a la civilización más cruel. Conciencia del mal y destrucción que vive el sur mexicano y la UNAM. Conciencia del mal que explotó en la plaza de toros por una decisión, a juicio del que escribe, correcta. Las mentadas de madre, los gritos de "ratero", se sucedían como eco.

La naturaleza inmolada por la máquina, destruida por el hombre, olvidada por los políticos, que azota a los más débiles; las víctimas de los desastres, los damnificados, montados sobre la filosofía del neoliberalismo... a esa que denuncia ya el poeta granadino y explotó ayer en el coso por un detalle mínimo.

"Yo denuncio a toda la gente

que ignora a la otra mitad,

la mitad irredimible

que levanta sus montes de cemento

donde laten los corazones

de los animalitos que se olvidan

y donde caeremos todos

en la última fiesta de los taladros,

Os escupo en la cara

La otra mitad me escucha

devorando, orinando

como los niños de las porterías

que llevaron frágiles palitos

a los huecos donde se oxidan

las antenas de los insectos.

šQue importa la insulsa novillada, la ridícula campaña presidencial, a la vista del horrendo espectáculo que nos muestra la televisión del desastre sureño o el caos universitario! šQue importa frente a los poseídos de un pánico invisible, preguntándose unos a otros qué fuerza invisible azota a esas masas oscilantes de agua, arrastrando tugurios, rozando montículos y cables de luz, cabalgando cual fantasmas. šQue importa que con los novillos del Vergel --uno espléndido, el cuarto, y un bombón, el primero-- y los novilleros: Spinola, Bernal, Angelino, Lizardo, Tellez y López Rivera, repitieran lo de siempre: falta de oficio y personalidad, en el incansable derechasismo, que habla de la pobreza del toreo actual. Ni hablar, el pulso de la ciudad está a punto de...