Miguel Barbachano Ponce
Octubre de Eisenstein
Octubre es el mes en que fue asesinado, en Bolivia, el Che Guevara, cuando ocurrió la matanza de Tlatelolco y sucedieron en Rusia, precisamente en San Petersburgo, ''los diez días que conmovieron al mundo", que S. M. Eisenstein recreó en las imágenes a partir del 13 de abril de 1927, bajo la inspiración del libro de John Reed y la fotografía de Eduard Tissé, mediante un procedimiento en blanco y negro (filme mudo), cuya longitud según las copias vistas en Francia es de 2 mil a 2 mil 200 metros, es decir, 600 metros menos de aquella que se estrenó en Moscú, el 14 de marzo de 1928, con el título de Oktiabr y que la crítica universal calificó de verdadero monumento, ni simple ni hermoso, ni demostrativo ni tranquilo.
No olvidemos que de todos los filmes de Eisenstein, Octubre no es el preferido de valorizadores-historiadores, pues no tiene la majestad de El acorazado Potiomkin, ni el refinamiento de Alejandro Nevsky, ni la provocación de Iván el terrible. Carencias que quizá se deben a que Sergei Mijailovich Eisenstein recibió el encargo ųde partido y gobiernoų de realizar en pocas semanas, en los lugares mismos de la acción, un filme que volviera a trazar el instante más magistral de la historia de los pueblos. Así, la obra debía ser monumento. Ante esa exigencia, el cineasta y sus colaboradores se encontraron con un doble problema: primero, reconstruir in situ y con actores voluntarios y testigos, los episodios auténticos; segundo, tener en cuenta problemas nuevos, es decir, rescribir la historia sin ofender a nadie. Tarea ingrata que hizo de Octubre una cinta prodigiosa, porque nunca Eisenstein y todos los que con él participaron ųAlexandrov, Esther Choub, Tisséų dudaron ni un solo instante de su importancia.
Esa entrega ųhistórica y técnicaų otorgó a Octubre paisajes dignos de los mejores noticiarios de actualidades. La manifestación popular reprimida, tal como la vio el director, es muy superior a la que fijaron los fotógrafos de la época a tal punto que esas imágenes figuraron en adelante, en todas la películas que abordan la Revolución de octubre. Sin embargo, otras escenas perfectamente imaginarias son más significativas. Kerensky, tomándose por el nuevo zar, el descubrimiento de las medallas de San Jorge por los soldados, la destrucción de las botellas de vino en las bodegas del Ermitage, sin contar con esa famosa estatua del zar que se tambalea.
Es evidente que el espectador de 1928 estaba fascinado a pesar de que la Unión Soviética celebraba, con alegría relativa, los diez primeros años de su revolución, porque las cosas no andaban tan bien como se decía. Lenin había muerto hacía cuatro años. Trotsky y Zinoviev habían sido excluidos, unas semanas antes, del partido bolchevique, y Stalin detentaba en forma definitiva el poder.
Sin embargo, Octubre es un momento del cine mundial, como la revolución lo es de nuestra historia contemporánea. Soldados que no querían luchar más contra cualquiera ni por cualquier cosa, obreros que querían dignidad en el trabajo, campesinos que reivindicaban su derecho a la tierra, pueblos colonizados que se liberaban... En fin, Eisenstein nos ofreció. con Octubre, la imagen de nuestro conflictivo mundo.