La Jornada lunes 25 de octubre de 1999

José Cueli
Ayala y El Cuate, y ya...

Cada año, entre el tropel de novilleros ųo los que tienen la opulencia de creerce talesų en busca de una oportunidad en la Plaza México, se produce el milagro de que surjan uno o dos que merezcan tal nombre. Es número obligado ya, y en verdad gratísimo y generador de un optimismo ųque estas llamadas temporadas chicasų cuya trascendencia consiste no sólo en revelar a unos muchachos que son toreros en ciernes, sino en ofrecer un ejemplo, a tantos descarnados perdidos, en el laberinto de las "imitaciones".

A mí, espectador de corridas de toros, así como a quienes se interesan por ellas, por su dignidad y decoro, suele dejarnos inefable aroma de belleza, sutil perfume, cada serieal novilleril el revelarse diferente, unos novilleros. Este año, José Daniel Ayala y El Cuate Espinosa, de entre la alegre bandada de jóvenes que se creen novilleros. Estas gratas revelaciones a diferencia de otros, nóveles matadores, nos ofrecen lo que arte puro crea, lo que su inspiración registra anhelosamente en los vigorosos paisajes de la plaza.

La Plaza México dispone que como contraste de luz y niebla de nuestro verano-otoño, Ayala y El Cuate sintieran la inspiración creada y promovida por el sensible público mexicano, tarde a tarde, a base de escuchar los olés de la afición, lo que les permitió tonificaran su relajación en el cuerpo, en despliegue de música suave de son mexica interpretativa de una herencia jugosa y rica en armonías šoh clave de la filiación artística! aun sin la técnica que deberán aprender lo más pronto posible, incluída la suerte suprema.

Esa técnica que la ha de servir a su inspiración, a los motivos de la emoción estética y de sustancia, sin la cual no se va a ninguna parte. Esos sentidos considerados en su papel de proveedores de sensualidad, sin la cual el torero actúa desarraigado, desustanciado, sin sello personal. Son los sentidos los que proveen no sólo de sensaciones, sino de sentido, de acento a los toreros, en especial a éstos que aún verdes, son diferentes a los demás novilleros. A su juventud que hoy los define, habrán de añadir con el tiempo, el sello de su sensualidad, de la que carecen todavía. Esto si siguen en el difícil camino de ser toreros, y no se quedan a la vera de las plazas como tantos y tantos...

Por otra parte, no se entiende cómo el juez de plaza, aceptó los becerrones de Aguirre y Santiago, que se lidiaron la tarde de ayer. No conforme con eso, tardó media hora, en enviar vivo a los corrales al tercero de la tarde, al que no pudo pasaportar El Cuate. Manolo Lizardo aún sin la clase de sus compañeros, calentó el tendido, en gélida tarde, a pesar de un sol brillante.