Elba Esther Gordillo
Civilización vs. especie
NUNCA COMO AHORA, cuando la naturaleza nos muestra su enorme vitalidad y también su gran resentimiento, para preguntarnos acerca de la viabilidad de la especie humana hacia el futuro.
Es un hecho que hemos cruzado la línea que divide un modelo de desarrollo sustentable con otro en que la naturaleza ha dejado de ser factor pasivo para colocarnos ante situaciones límite que exigen definiciones de una magnitud insospechada.
El ciclo de la devastación, que se origina en el cambio climático que hemos provocado con el irresponsable uso de los energéticos y la pretensión de hacer de la naturaleza sirviente de una "idea" de bienestar, no sólo está generando fenómenos naturales de tremendo impacto, sino que habrá de traducirse en otros de carácter social de enorme repercusión.
A las sequías prolongadas siguen los incendios y la erosión de los suelos; a ello continúa el sobrecalentamiento atmosférico y la llegada de lluvias que, ya sin tener ante sí suelos compactos, capaces de aprovecharlas, se derraman sobre los valles arrasando todo lo que encuentran a su paso. Obviamente esto acelera y profundiza el ciclo de la destrucción ya que son detonantes de sequías más severas y prolongadas.
Y estos fenómenos naturales tienen indudables efectos sociales que se inician con grandes migraciones humanas de las zonas afectadas hacia las que todavía no han sido impactadas. La gente se desplaza a los sitios donde hay posibilidad de encontrar alimento, techo para vivir, y donde podrá recuperar la tranquilidad que los desastres naturales le robaron, pero esos espacios no están vacíos, ya están poblados y, en muchos sentidos, saturados por lo que se presentan graves problemas sociales.
Las migraciones serán uno de los fenómenos más complejos que habremos de enfrentar en el nuevo milenio, y traerá consecuencias inimaginables en los actuales sistemas de vida, que pretensiosamente llamamos "civilización".
Ya ha sucedido antes. Cuando presenciamos asombrados las ruinas de la cultura maya o de la egipcia o del Imperio Romano, la pregunta obligada es Ƒqué les pasó?, Ƒqué situación pudo derrotar tan impresionante despliegue de talento?, y la respuesta es similar: la llegada de hordas provenientes de otras latitudes que buscaban lo que ahí sobraba.
Es un hecho que los desastres ecológicos continuarán, como también lo es que las respuestas que debemos intentar hacia el futuro deberán ser diametralmente diferentes, ya que nadie, ni los habitantes de los países más ricos, aparentemente menos dañados por los fenómenos climáticos, dejarán de ser impactados por ellos.
Si bien las hambrunas no los alcanzan ni las sequías los dañan, es poco probable que puedan evitar que los desplazamientos humanos los sacudan. Menos aún, cuando la conciencia colectiva identifique que la causa mayor de ese cambio climático es el despilfarro de energéticos que esas sociedades han llevado a cabo para mantener la ilusión de que se puede someter a la naturaleza para extraer de ella beneficios artificiales.
Lo que está en juego no sólo es la definición de un modelo de civilización que muestra inconsistencias por todos lados, relevantemente la enorme concentración de la riqueza y la creciente marginación de millones de seres al bienestar, sino que ya empieza a rebasar los límites para poner en riesgo a la especie humana.
La historia nos enseña que cuando este dilema se presenta, la respuesta ha sido la barbarie, con la idea, quizás inconsciente, de salvarse aún a costa de destruirlo todo. *