Iván Restrepo
Nuevo milenio para la destrucción ambiental
TODOS LOS APARATOS BUROCRATICOS DEL MUNDO se aprestan a recibir con diversos actos el "nuevo milenio". Pareciera como si el cambio de fecha trajera en un par de meses más una transformación favorable en beneficio de todos. Ojalá fuera así y el primero de enero, casi por arte de magia, los problemas fueran cosa del pasado.
En lo que toca al medio ambiente, el milenio comenzará con malas noticias y una salud ambiental deteriorada, pues la Tierra va del verde al gris. Las cifras son espeluznantes: el planeta ha perdido un tercio de su riqueza natural, a partir de 1960. En los últimos 40 años, la superficie de los bosques disminuyó 10 por ciento; desapareció la mitad de los ecosistemas de agua dulce, mientras los del mar se han deteriorado 30 por ciento. Pero, en cambio, la producción de madera ha crecido 75 por ciento y el consumo mundial de cemento se disparó casi 500 por ciento.
Con estos datos nada alentadores comienza el último informe de este siglo elaborado conjuntamente por la Wolrldwide Fund-Adena (WWF-Adena), con sede en España, el Centro Mundial de Vigilancia de la Conservación y la New Economics Foundation, cuya parte medular se acaba de difundir. Mientras los funcionarios responsables del medio ambiente hacen declaraciones optimistas sobre sus acciones para evitar la contaminación y cuidar los recursos naturales, el informe muestra una realidad diferente. Por ejemplo, en las últimas cuatro décadas desaparecieron 30 por ciento de los bosques de coníferas y 45 por ciento de las selvas tropicales húmedas, lo cual quiere decir que perdimos parte importante de los pulmones verdes que nos proveen de oxígeno.
Para el caso de México, solamente en esta década perdió 6 millones de hectáreas de bosques y selvas, y todo indica que en el nuevo milenio continuará la destrucción: las tendencias indican que la presión demográfica, la pobreza y la falta de medidas gubernamentales adecuadas seguirán afectando esta riqueza natural. En igual sentido, aunque somos uno de los grandes países en biodiversidad, ésta no se refleja en el nivel de ingreso ni en la calidad de vida de quienes habitan las áreas donde se localiza tan valioso patrimonio: nuestros indígenas seguirán ocupando el lugar más bajo en la escala económica y serán los más explotados y marginados de toda la sociedad.
En el informe de la WWF-Adena, México aparece con un elevado consumo anual de agua dulce por persona: en promedio, entre 500 y 2 mil metros cúbicos, lo que nos coloca como un país privilegiado respecto a dicho recurso estratégico. Ese promedio es varias veces mayor que el de China, Indonesia o Brasil, y no digamos respecto al consumo promedio en el continente africano. Pero el agua en México se utiliza mal y se contamina, lo cual afecta a millones de personas que habitan en el campo y en las áreas marginadas de las ciudades.
Un aspecto novedoso del informe es que muestra hasta qué grado la presión del consumo afecta los recursos de lo que llaman "el índice de planeta vivo". Se trata de un mecanismo que semeja la forma como se mide, por ejemplo, el índice de precios al consumidor, o en el campo económico el Dow Jones. Según los datos, desde 1970 esos recursos han disminuido 30 puntos y se refieren lo mismo a la pesca en el mar, ríos y lagunas costeras e interiores, al agua dulce, a los procesos de erosión agrícola, que a la producción de carne en áreas antes cubiertas de árboles. En pocas palabras, el mundo se devora a sí mismo, en especial las sociedades más consumistas y derrochadoras, encabezadas por Estados Unidos y los países europeos.
Asimismo, México figura destacadamente por las diferencias entre los más ricos y los más pobres en consumo y posesión de recursos. Las cifras oficiales muestran una brecha abismal entre unas cuantas familias, que aumentaron sus fortunas escandalosamente en los últimos sexenios, y los más de 23 millones que arrastran pobreza extrema. No se necesita ser un experto para descubrir que con esas desigualdades, el futuro de ninguna sociedad puede ser de esperanza con el agravante de que las cosas no cambiarán en el corto plazo, según confiesan nuestros funcionarios. Así que las fiestas que el gobierno mexicano prepara para comenzar el nuevo milenio no podrán esconder la realidad: seguiremos con mayores problemas y desigualdades en el campo del ambiente y en el uso de los recursos naturales, con una sociedad más injusta en todos sentidos. *