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México, D.F. sábado 30 de octubre de 1999
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URUGUAY HACIA UN CAMBIO

SOL Después de Argentina, donde triunfó el candidato presidencial de la oposición, la misma situación podría presentarse este domingo en Uruguay, país situado entre los dos ''grandes'' del Mercosur: Argentina, que rompe la empantanada continuidad neoliberal menemista, y Brasil, donde a la económica se agrega una importante crisis política.

En Buenos Aires llegó a la Casa Rosada un liberal muy moderado, Fernando de la Rúa, que dice compartir la política económica de Carlos Menem, su predecesor (a la que sólo espera barnizar con una lucha contra la corrupción). El nuevo presidente deberá gobernar contra la Cámara de Senadores, en manos de la oposición, y contra los gobernadores de la mayoría de las provincias, igualmente peronistas, sin contar con que la vital provincia de Buenos Aires estará gobernada por las fuerzas más oscurantistas del ''justicialismo'' aliadas con los clericales más ultramontanos. En la alianza vencedora de las elecciones presidenciales, por otra parte, fueron derrotados los elementos más renovadores y posiblemente, en las próximas elecciones para el gobierno de la capital federal, vuelva a suceder lo mismo, de modo que es legítimo pensar que, con excepción de una mayor honradez y de más democracia (lo cual, por supuesto, es importante), los cambios no serán destacados ni muy bruscos.

Por el contrario, en Uruguay todo parece indicar que en las elecciones de hoy ganará quien fuera varias veces alcalde de Montevideo y es apoyado por un conjunto de fuerzas en general mucho más comprometidas con la izquierda, moderada o radical, que las que formaron la alianza opositora triunfante en Argentina. Incluso si los partidos tradicionales (Blanco, o Nacional y Colorados, o Batllista) se uniesen en una eventual segunda vuelta para derrotar al partido de la primera minoría (a Tabaré Vázquez le resultará, en efecto, difícil llegar a más de la mitad de los votos para tener una mayoría absoluta), esos partidos y sus direcciones son mucho más democráticos e ideológicos que los diferentes grupos ''justicialistas'' de oposición de Argentina y tendrían frente a sí un electorado mucho más organizado y politizado, en constante afirmación desde hace muchos años.

Por lo tanto, es muy probable que, con la actual oposición uruguaya en el gobierno nacional o con una frágil victoria de los hermanos desunidos Colorados y Blancos que actualmente gobiernan, un cambio sea inevitable. En efecto, la crisis económica se ve acompañada por una crisis política y moral del grupo dirigente, ejemplificada por la cobertura tácita del actual presidente a las atrocidades de la dictadura militar en Uruguay, y en todo el cono sur, que fueron develadas por la carta del gran poeta argentino Juan Gelman apoyado por varios premios Nobel y, en Uruguay mismo, por las organizaciones obreras.

El cambio en Montevideo, sobre todo en la profundización de la democracia y la defensa de la independencia del país frente a las imposiciones externas, tendría sin duda repercusiones en todo el Mercosur, alentando en Buenos Aires a quienes no se contentan con tener un menemismo más decente y moderado en el gobierno y estimulando, a la vez, a quienes en Brasil exigen un cambio social. Se puede predecir igualmente que este cálculo político lo harán también las grandes trasnacionales y los posibles nuevos inversionistas, que siempre se sienten tan bien con las dictaduras o con los gobiernos ultraliberales. La resistencia o la hostilidad de estos sectores y los graves trastornos sociales que los mismos pueden crear podrían ser, paradójicamente, también impulsos hacia un cambio.


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