José Blanco
Todas las manos
LA PREGUNTA NO ES quién ha metido las manos en el conflicto universitario, sino quién no. Por su significado nacional, el actor más ostensible y decisivo ha sido y es el Presidente de la República.
Casi desde el inicio del paro, para muchos universitarios fue claro que el Presidente era una figura interviniente en el problema. Por supuesto, salvados los mecanismos institucionales del caso, su responsabilidad pública lo obliga, por ley (artículo 3 constitucional), a hacerse cargo de la educación superior y, por tanto, de la mayor casa de estudios. No me refiero a este deber legal y político básico. Se trata de un plano distinto, superpuesto: ŨTiene el gobierno, el Presidente en particular, un proyecto para la UNAM?, ƑEste pasa acaso por su previa liquidación?, Ƒse trata sólo de anular la institución que hasta ahora fue, dejándola como una "universidad popular" de egresados intelectual y políticamente inocuos?
Cualquiera que sea el proyecto, en ello no ha jugado ni el juicio ni la voluntad de los propios universitarios, especialmente de los académicos. No prosperar ningún proyecto sin ellos.
De pronto, hace ya meses, el Presidente decidió convertirse en un actor político explícito y visible: empezó a decir lo que los universitarios deberían hacer, y lo que él mismo pensaba no hacer, aunque ello hiriera de gravedad a la institución. Los universitarios confirmaron que el Presidente era un agente activo en este problema. Al salir a la luz, irremediablemente se adueñó del foco de la escena del conflicto. Ahora le es absolutamente imposible, políticamente, abandonar el centro del drama, máxime en medio de la fuerte balcanización actual en la UNAM, alcanzada con la actuación catalizadora del PRD en la Cámara de Diputados.
Todos continuamos sin saber si el Presidente tiene o no un proyecto para la UNAM, pero sí sabemos que él es determinante en el paulatino periclitar de la institución.
Asimismo, desde el inicio del conflicto, para una gran proporción de universitarios resultó evidente la activa participación de PRD en el conflicto. El banderazo de salida, en efecto, lo dio Cárdenas, quien como jefe de Gobierno y como jefe político del PRD, dijo públicamente que la entonces reciente reforma del reglamento de pagos de la UNAM era "anticonstitucional". Tras esa declaración todos los perredistas universitarios dispararon a la vez.
El PRD ha negado ser un actor, sólo porque, a veces, sus corrientes políticas diversas, asociadas a personajes diferentes de ese partido, han tenido posiciones distintas. Pero si alguien esperaba una confirmación más clara de esa intervención, tiene ahí la actuación de consuno de todo Dios, el mismo día, en el PRD, demandando la renuncia del rector, asunto confirmado por el tercer "resolutivo" de su Consejo Nacional en su reunión de Acapulco.
A mi juicio debe hacerse explícita y legítima la actuación de todos los partidos políticos en la UNAM. Sólo debe ocurrir que su intervención se dé a través de las normas y los mecanismos propios de la institución educativa que es, no por los modos y reglas propios de la política partidista. Para el PRD, sin embargo, la "lucha política" consiste, con frecuencia, en actuar fuera de la norma y mediante procedimientos procaces como el que dio en la Cámara de Diputados, dispensando un trato absolutamente deplorable al rector.
El problema de fondo en la UNAM es de una dimensión mucho mayor que las cuotas y el "pase automático". Es necesario, insistamos, un proyecto que dé forma a un sistema metropolitano de educación superior, en el que haya cabida para todos los intereses académicos y todas las aspiraciones educativas. Es preciso hacerlo ampliando la cobertura educativa, y comprometiendo un programa de constante mejoramiento de la calidad de ese sistema. Tal proyecto pasa por la reforma de la UNAM.
El Ejecutivo y el Legislativo, por disposición constitucional, tienen la obligación de "promover y atender" la educación superior. Ahora se aprestan a discutir un presupuesto de gasto para el año 2000. El Presidente tiene una oportunidad de oro para formular una propuesta que ponga las bases de un sistema educativo metropolitano suficiente, apoyado en recursos adecuados. El problema es complejo; el sentido de la solución, trivial.